Edimburgo, ciudad tenebrosa y literaria

Edimburgo es una ciudad que se ufana tanto de sus reminiscencias literarias, como se congratula con los superventas autores aún vivos. Entre estos últimos destacan , J. K. Rawlings, autora de la saga de Harry Potter, e Ian Rankin, creador del inspector John Rebus.

Por doquier se encuentran estatuas y bustos dedicadas a filósofos y pensadores, como los Ilustrados David Hume y Adam Smith. Escritores de la talla de Robert Louis Stevenson, Walter Scott, creador de la novela histórica, Robert Burns (autor del famoso poema «Por los viejos tiempos», que se canta cada Nochevieja) y Arthur Conan Doyle. El más imponente de todos  estos monumentos es el dedicado a Sir Walter Scott.

Los fantasmas ilustrados

Entre Princes Street Gardens y Princes Street se eleva, 60 metros hacia el cielo, una impresionante aguja de estilo gótico victoriano. Está sustentada por cuatro torres, desde cuya cima se contempla la ciudad entera. En la parte inferior, Walter Scott, sobre un pedestal cuadrado, sentado. El escritor mira de reojo la magnífica fachada de mediados del XIX, jalonada de decenas de hermosas cariátides, de los grandes almacenes Jenners. En el interior de estos almacenes se conservan unas espléndidas escaleras de madera, el mismo material con el que están construidos los bellísimos artesonados.

Al otro lado, está Waberley Station, cuyo nombre hace referencia a la epopeya narrada en la historia homónima de Scott. La estación se extiende hasta  el Balmoral, el más lujoso hotel de la ciudad, y bajo el North Bridge que une la Ciudad Nueva con la Ciudad Vieja.

La Ciudad Vieja había sido una vez todo Edimburgo: una estrecha columna vertebral con escarpadas callejuelas laterales a guisa de costillas. Al aumentar la población y agravarse las malas condiciones higiénicas, se construyó la ciudad nueva, de una elegancia georgiana. (Aguas turbulentas, 2003).

A espaldas del silente Walter Scott, elevando la mirada en diagonal, el Castillo de Edimburgo, con su pendón ondeando a los fríos vientos.

El castillo dominaba Edimburgo. Aproximándose a la ciudad desde el aeropuerto aparecía como una guarida siniestra de Transilvania que hacía pensar a quien lo contemplaba si no sufría un deterioro de la visión cromática. (Nombrar a los muertos, 2009).

Gaviotas en vuelo rasante

La gaviotas circunvuelan el obelisco y cruzan, en vuelo rasante, sobre los transeúntes que transitan por Princes Street.  Sortean las obras del tranvía, cuya finalización no está prevista para antes de 2016. Estas omnipresentes aves marinas en el paisaje urbano, provienen de la ría de Forth, al norte. De las playas de Portobello, donde se concentra una parte importante de la población de Edimburgo, alrededor de apartamentos y casas victorianas. Y al nordeste, desde la zona portuaria de Leith, donde está permanentemente amarrado el buque real Britannia.  Las antiguas dependencias portuarias se han convertido en tiendas, apartamentos y restaurantes de moda.

No deje de visitar el Oxford

En una librería de la muy comercial Princes Street, a cuyas espaldas se extienden hacia la ría de Forht residencias georgianas y elegantes locales de negocios, se anuncia para otoño la firma de los nuevos libros de J.K. Rawlings y de Ian Rankin. Ambos son venerados los habitantes de Edimburgo. En el avión que me llevaba a Edimburgo, mi compañera de asiento, una amabilísima escocesa, me mostró su complacencia al ver que yo estaba leyendo Nudos y cruces. En esta novela nace el  Inspector Rebus. «No deje de visitar el Oxford», me recomendó. ¡Cómo para perdérmelo!

Rebus le había citado en su bar predilecto, el Oxford, escondido en un callejón detrás de George Street (Una cuestión de sangre, 2005)

El Oxford está en el 8 de Young Street, por si no quieren perdérselo. Es pequeño, pero con decenas de tipos de güisquis y cervezas entre los que elegir. Y si no tienen problema con el colesterol, pueden pedir algo para comer.

Un viaje que se inicia en las páginas de un libro

Los libros de Rankin se pueden adquirir en muchas librerías desde 3 libras. Es el mismo precio que la bajada de bandera en los taxis. Aunque conocidos aquí como black cabs, resulta difícil encontrar uno de color negro. Están decorados con colores tan poco discretos como el fucsia o el añil. Lucen bandas verticales, o lanceros bengalíes. Un libro de Rankin es aquí tan barato como la ropa vintage o las piezas de cerámica inglesa. Hay multitud de tiendas donde encontrarlas. Estas tiendas están ligadas muchas de ellas a instituciones caritativas.

El inspector John Rebus es tan indisciplinado como eficiente. Honesto y leal. Abusa del alcohol y la cerveza. Tiene el colesterol disparado por la mala alimentación. Está divorciado y apenas si se relaciona con su hija. Anclado en la música de los 70 y los 80, su libro favorito es Crimen y castigo

Si al menos los asesinos de hoy mostraran remordimientos de conciencia…» (Nudos y cruces)

Rebus aún sufre pesadillas cuando recuerda su experiencia como soldado de las fuerzas especiales británicas. Ha cumplido los 60 y se ha jubilado, la ley escocesa es inexorable. Y conoce Edimburgo y su historia como nadie. Y yo he aprendido a caminar por ella de su mano. Antes incluso de pisar sus calles.

Nota: Las citas son de novelas protagonizadas por el Inspector Rebus

SERIE DE ARTÍCULOS SOBRE EDIMBURGO

La paz en lo cementerios de Edimburgo
Oscuros callejones. Relato

 

 

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