Confesión, o el poder del perdón

(Esta reseña fue inicilamnete publicada el 1 de Junio de 2024, en la Revista digital Zenda).

 

Confesión comienza como cualquier novela policíaca que se precie, colocando sobre la mesa un muerto (dos, en este caso) en el primer capítulo. Y ahí se acaba cualquier parecido. El asesino confeso, Fernando González Rivas, alférez de marina, es juzgado por un tribunal militar y condenado a muerte: será guillotinado. El condenado solicita la presencia del sacerdote Santiago Leira, su amigo desde la infancia. No destripo nada: son las primeras páginas del libro. Así, sin más dilación, Eduardo Martínez Rico ha planteado el eje narrativo sobre el que oscila la novela: el perdón, tanto el divino como el humano.

A partir de ese momento, la novela alterna el presente con el pasado. Se nos da noticia del nacimiento de la amistad entre Fernando y Santiago. Asistimos al noviazgo del primero —un joven de condición modesta— con Marta, la niña rica, hija y hermana de los asesinados. Conocemos el descubrimiento del amor y los primeros escarceos sexuales en la pandilla de amigos adolescentes, y asistimos al nacimiento de la vocación de Santiago, un joven que «está como un queso». Como afluentes del río principal se van abriendo otros: la culpa, el amor, la expiación, la amistad, y tangencialmente, el debate sobre la pena de muerte.


«Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales»

Galicia, entre la realidad y la distopía

El espacio temporal en el que se mueven los personajes de Confesión (Imágica Narrativa, 2024) es un presente/futuro distópico: vivimos en una República tecnificada donde se ha reinstaurado la pena de muerte.

El espacio físico es Galicia, «mi querida tierra gallega», dice Martínez Rico, que explica así el subtítulo, Una novela gallega. En esta Galicia distópica, sin embargo, el caldo gallego es —afortunadamente— el de siempre: «con muchos grelos y mucha patata» y el obispo de Ferrol-Mondoñedo sigue ejerciendo su influencia. Además de gallega, Confesión es una novela religiosa.

Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales, van marcando el ritmo narrativo del libro, entreverados de prolijas descripciones de lugares y situaciones en los diferentes saltos temporales. Esto provoca que la novela se alargue hasta las cuatrocientas páginas.


«El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más»

 

No menos eruditos resultan los diálogos que el sacerdote mantiene con un cultísimo comandante Palazón, jefe del castillo de San Carlos, prisión militar en la que el condenado espera el cumplimiento de su sentencia. Siendo jóvenes, Fernando y Santiago escucharon la leyenda que del castillo se contaba desde varios siglos atrás, y que en el presente está tan a la última que la cuchilla segará la vida del reo al pulsar una tecla de ordenador.

El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más, acaso el epítome de la delgada línea que en Galicia separa la realidad de la leyenda, la Galicia ancestral de la más moderna o —incluso— esa Galicia de marcadas diferencias entre clases sociales.

Confesión es la primera novela de Eduardo Martínez Rico, escrita en 2001. Se publicó por primera vez en 2018, y ahora es reeditada. En la presente edición se ha incluido un prólogo del hispanista francés Jean-Pierre Castellani y un posfacio del propio autor, en el que cuenta la génesis de la novela.

Penelope Spada: investigación criminal y terapia personal

(Este artículo fue inicialmente publicado el 17 de Julio de 2024, en la Revista digital Zenda)

 

El matrimonio formado por los escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö cambió radicalmente el rumbo de la novela negrocriminal contemporánea.

En 1965, la pareja sueca publicó Roseanna, la primera de una serie de diez novelas  de treinta capítulos cada una: historias basadas en casos reales — Wahlöö fue reportero de sucesos— con las que querían hacer una crítica de la sociedad sueca. Juntos crearon a Martin Beck, un policía de la Brigada de Homicidios de Estocolmo que no respondía al estereotipo imperante en la época, herencia de la tradición detectivesca británica. Beck es una persona de carne y hueso —como los colegas que trabajan con él— que evoluciona ante los ojos del lector, libro a libro, en el marco de una «sociedad ya de por sí indisciplinada y postrada moralmente».

Sjöwall y Wahlöö estaban marcando el camino de cómo serían en adelante los investigadores de crímenes y convertirían las novelas negras en algo más que un mero entretenimiento.

Nace Penelope Spada

Ha pasado más de medio siglo de aquella publicación. La sociedad ha cambiado, pero los postulados del matrimonio sueco siguen estando vigentes. En este contexto, el escritor italiano Gianrico Carofiglio ha alumbrado a la investigadora Penelope Spada. Lo ha hecho con una novela escrita en primera persona, La disciplina de Penelope (Duomo Ediciones, 2022).


«Penelope Spada es un personaje alejado igualmente de cualquier estereotipo: es contradictoria, y por eso tan atractiva literariamente hablando»

 


Penelope es una exfiscal milanesa que hace labores de investigadora privada, «un trabajo irregular, sin licencia, al margen de Hacienda», que cobra «a ojo». Abandonó la magistratura por algo que calla y que le ha abierto profundas heridas psicológicas.

Penelope Spada es un personaje alejado igualmente de cualquier estereotipo: es contradictoria, y por eso tan atractiva literariamente hablando. Cuando va al supermercado compra «alimentos biológicos y sanos, pero también dos botellas de vino blanco, dos de tinto y una de bourbon». Fuma un paquete de cigarrillos diario, pero es muy deportista. Tan fuerte y decidida como frágil. Vive atenazada por una «rabia descontrolada», el estadio más elevado de la ira.

Me aventuro a decir que —quizá— Carofiglio decidió llamarla Penelope, como la mitológica esposa de Odiseo, por la relación de ambas con los hombres. «No confío en los hombres, supongo que porque en el fondo les tengo miedo», confiesa la investigadora.

Carofiglio, de fiscal a escritor

Gianrico Carofiglio, magistrado y fiscal antimafia, conoce muy bien el terreno que pisa: abandonó la judicatura para dedicarse a la escritura.


«Penelope es una mujer que duda; por eso pregunta y se pregunta. Repetidas veces se interroga sobre si lo que hace es correcto o no»

 

Se dio a conocer en Italia en 2002 con Testigo involuntario, que Umbriel publicó en España en 2007. Era la primera novela de una serie protagonizada por Guido Guerrieri (un alter ego del autor), un abogado romántico y melancólico de Bari, que quiere ser escritor. Una revista femenina italiana llegó a decir que muchas mujeres italianas estaban enamoradas de Guido Guerrieri. Quizás esto fuera así porque el abogado barinés presentaba muchos rasgos femeninos en su personalidad. En Penelope Spada sucede lo contrario: es fuerte y dura, y bebe en exceso, rasgos que tradicionalmente se han considerado masculinos.

Como abogado que era, Guerrieri no hacía investigaciones, solo actuaba ante los tribunales. Pero en el cuarto libro de la serie, Las perfecciones provisionales (La Esfera de los Libros, 2010), rompe con su máxima y se deja llevar por sus «veleidades de investigador»: acaso estaba poniendo la primera semilla de Penelope Spada. Y quizás una segunda: Las perfecciones provisionales —una excelente novela, muy filosófica— es un canto a las segundas oportunidades. Aunque, conociendo a Penelope, puede que pusiera voz a uno de sus pensamientos recurrentes y me dijera: «No estoy del todo convencida de que esta afirmación sea cierta».

Las emociones de Penelope Spada

Penelope es una mujer que duda; por eso pregunta y se pregunta. Repetidas veces se interroga sobre si lo que hace «es correcto» o no. Está obsesionada, «como una maldición o una condena» por lo que ella llama la «mediocridad moral» en la que vivimos: el intento de justificar nuestro comportamiento echando la culpa a los demás. Reflexiones éticas lanzadas a la cara del lector.


«Penelope ha madurado: está preparada para contar su historia, reconstruyendo su sentimiento de culpa; una culpa dolorosa por unos hechos irreparables»

 

En La disciplina de Penelope, la exfiscal acepta un caso, un desafío más por retomar aquella «época en que tenía un trabajo de verdad», que porque crea que hay algo que descubrir. Será a lo largo de la investigación, mientras pregunta y —sobre todo— escucha las historias de los demás, cuando Penelope reflexione sobre su propia vida. Aunque no sea consciente de ello, se está investigando a sí misma: el auténtico misterio por resolver. Aprende a poner nombre a sus emociones y sentimientos: «El psicofármaco más potente es un buen vocabulario», le había dicho su psiquiatra. Y vive una catarsis.

En este proceso de interrogación y duda encontramos a Penelope al comienzo de la segunda —y hasta ahora última, también en Italia— novela de la serie, Rencor (Duomo ediciones, 2023), en la que se funden pasado y presente. Penelope ha madurado: está preparada para contar su historia, reconstruyendo su sentimiento de culpa; una culpa dolorosa por unos hechos irreparables. Es la mejor de las dos novelas, con una estructura narrativa diferente a la primera.

El poder salvador de las historias es una idea central en la literatura de Gianrico Carofiglio.

«Las historias son lo que tenemos», escribe Carofiglio en el prefacio de El arte de la duda (Marcial Pons, 2010). Es este un libro muy curioso. Iba dirigido en primera instancia a abogados y magistrados para instruirles en técnicas de interrogatorio a testigos, basadas en procesos reales. Pero ocurrió algo que «no era esperable»: el libro comenzó a circular entre los lectores como una colección de relatos. Así que el exfiscal eliminó la parte jurídica y reescribió el libro.


«La crudeza de los inviernos suecos influía también en el carácter de aquellos policías suecos de mediados de los sesenta del siglo pasado, que la combatían veraneando en Mallorca o las Canarias»

 

No resulta extraña, por tanto, la belleza y concisión de los diálogos en la literatura de Carofiglio. En los dos libros protagonizados por Penelope Spada, los diálogos están limpios de acotaciones y apostillas, seguidos o precedidos en algunos momentos de reflexiones interiores de la investigadora, personales o profesionales.

La concreción no está solo en los diálogos. Carofiglio hace muy buena literatura con un estilo muy definido. Escribe con precisión y con una más que notable economía de lenguaje (son muy buenas las traducciones de Montse Triviño). En estas dos novelas, premeditadamente cortas pero intensas (224 y 252 páginas, respectivamente), hay escasas descripciones —salvo las estrictamente necesarias— de personas y lugares. Sí hay continuas alusiones al cambiante estado del tiempo en Milán, porque afecta al estado de ánimo de la protagonista. La crudeza de los inviernos suecos influía también en el carácter de aquellos policías suecos de mediados de los sesenta del siglo pasado, que la combatían veraneando en Mallorca o las Canarias.

Resultaría  muy fácil encasillar a Gianrico Carofiglio (solo) como autor de novelas negras. Eso equivaldría a reducir su literatura a la sucesiva resolución de enigmas criminales para pasar el rato, aquello contra lo que lucharon Sjöwall y Wahlöö hace sesenta años.

Los rebeldes hijos de la fantasía

(Esta reseña fue inicialmente publicada el 5 de Agosto de 2024 en la Revista digital Zenda)

 

Gustavo Adolfo Bécquer, en una atormentada introducción a Rimas y leyendas, escribe acerca de los «extravagantes hijos de su fantasía», que viven acurrucados en los «tenebrosos rincones» de su cerebro, que con él van y se agitan «como gérmenes que se estremecen en una eterna incubación» y son los causantes de sus «fiebres y abatimientos».

¿Hay una más clara definición de terror? ¿Cabe mejor manera de definir lo que es —y no es metáfora— un fantasma?

La escritora Elena Prado-Mas dice sentirse «deudora» del poeta sevillano en los cinco relatos de terror que ha incluido en el volumen El testamento de Cervantes (Ediciones Baile del Sol, 2024).  Los «rebeldes hijos de la imaginación y la fantasía» del último mohicano del Romanticismo español pululan en cuatro de los cinco cuentos de terror contenidos en este libro.

Fantasía e imaginación

El insomnio y la fantasía de una madre se mezclan en una agitada y desasosegante duermevela, en El interfono. Algo parecido ocurre en La piscina, un relato donde los límites entre el recuerdo y la imaginación se enmarañan en la mente de un metódico nadador, que busca un lugar donde poder practicar sin ser molestado. Lo que a la fotógrafa protagonista de La cumbre de la OTAN se le mezcla es realidad y ficción, literatura y realidad, aquella de los cuentos infantiles escuchados antes dormir. En La capilla de San Isidro, un sentimiento de culpa va atenazando poco a poco a un profesor de Literatura mientras corrige exámenes de sus alumnos y escucha el ensayo de un coro. Este relato nos remite a la leyenda Miserere, la historia de un músico errante que busca redención.


«Hoy, que, mientras nos comemos una pizza, vemos en nuestras pantallas a decenas de zombis invadiendo casas y ciudades, ya no nos asuntan las ánimas de los muertos»

 


Hoy, que, mientras nos comemos una pizza, vemos en nuestras pantallas a decenas de zombis invadiendo casas y ciudades, ya no nos asuntan las ánimas de los muertos o los esqueletos envueltos en jirones de sudarios, tan propios de las Leyendas becquerianas. Lo que sí nos aterra es que nos roben datos de nuestros dispositivos o que se usurpe nuestra identidad, fruto de una sobreexposición en redes. Esto es lo que cuenta el quinto de los cuentos de terror, de inquietante título: Lego.

Desconfinamiento

El volumen El testamento de Cervantes se completa con cuatro relatos temáticamente dedicados al Desconfinamiento, que fue «particularmente complejo y lento» en Madrid.  Aquí nació y reside la autora y aquí imparte clases de Lengua y Literatura en secundaria.

Si los escenarios de las leyendas del poeta de pelo ensortijado, perilla cóncava y mirada oblicua eran su Sevilla natal, Soria y Toledo, los relatos de Elena Prado-Mas tienen a Madrid como marco. A Madrid dedica la autora un prólogo: un emotivo canto a la capital de España, convertida en una suerte de monte Parnaso habitado por los escritores —bajo el cielo de Velázquez— que en esta ciudad han nacido, vivido o muerto; incluso sufrido, como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán, que en Madrid fueron rechazadas como miembros de la Real Academia Española.


«Este cuento final está escrito al modo de los relatos costumbristas del XIX y cuya trama bebe de las comedias de enredo del teatro de nuestro Siglo de Oro»

 


La sede de la RAE está a pocos pasos de un enclave Patrimonio de la Unesco: el eje Paseo del Prado, el Buen Retiro, el Jardín Botánico y la aledaña Cuesta de Moyano. Es por estas calles por las que corretean los personajes de tres de los cuentos dedicados al Desconfinamiento, viviendo «una mezcla de esperanza y de miedo necesariamente explosiva», bajo la amenaza (aún) de un enemigo invisible.

Silenciosas tempestades

El cuarto relato de desconfinamiento, El testamento de Cervantes, que da título a esta colección de cuentos y la cierra, se aleja de los nueve relatos anteriores en extensión —es el más largo de todos—, estilo y lenguaje. En él se narran las artimañas de las que se valen un noble (voluntariamente confinado por sus propios fantasmas) y su criado para evitar que sea derruida la casa de Cervantes, durante el reinado de Fernando VII. Es por eso que este cuento final está escrito al modo de los relatos costumbristas del XIX y cuya trama bebe de las comedias de enredo del teatro de nuestro Siglo de Oro.

Al final de aquella atormentada Introducción, Gustavo Adolfo Bécquer decía no querer que aquellos hijos de su fantasía continuaran acumulándose en los desvanes de su cerebro; quería que «el arte los vista de la palabra» y sacarlos a «la escena del mundo». Es lo mismo que ha hecho Elena Prado-Mas en este volumen de cuentos: sacar a la luz las silenciosas tempestades que anidan en nuestras mentes.

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