Cómo gestionar emociones

gestionar-emociones-entrenamiento-1

Gestionar emociones  entrenamiento. El primer paso es identificar la emoción en la que estamos, para posteriormente regularla. Principio básico para gestionar emociones: yo soy quien decide. En consecuencia, decido a qué pensamientos hago caso y a cuáles no.

Las emociones son respuestas ante acontecimientos externo o internos. Ante esos acontecimientos, interpretamos. Y según interpretamos, así nos sentimos.

¡Qué película tan emocionante! ¡Me han emocionado tus palabras! Me emocioné ante aquella puesta de sol.

Frases como éstas son frecuentes en nuestras conversaciones diarias. Cuándo utilizas estas frases, ¿qué estás queriendo expresar exactamente?

Los seres humanos somos grandes consumidores de emociones. Pero no somos totalmente conscientes de nuestros permanentes estados cambiantes ni, la mayoría de las veces, sabemos identificar la emoción en la que estamos.

Claro que tengo miedo, más que los espectadores. Si no tuviera miedo, el motociclismo no sería emocionante. – Ángel Nieto, campeón del mundo de motociclismo

Una puesta de sol, por ejemplo, puede provocarnos varias emociones diferentes: sorpresa, alegría por su belleza, tristeza porque no puede ser compartida con quien se desea. O incluso, miedo, porque marca la antesala de la noche. Qué gran variedad, ¿no?

Cómo gestionar emociones

Las emociones no son lineales, fluctúan. A veces, una se superpone a otra. En otras ocasiones, son divergentes, como si pisáramos el acelerador y el freno al mismo tiempo.

Las emociones no son buenas ni malas, positivas o negativas. Son útiles o inútiles. Nos dan mucha información:

Las emociones son tesoros

Es muy importante que identifiques tus emociones, para poder después gestionarlas. Gestionarlas no quiere decir evitarlas, sino manejarlas. ¿Cuántas veces has dicho, por ejemplo, “no quiero estar triste”. Muy posiblemente necesites estar triste. Negarte esa emoción no hará que te sientas mejor. Otra cosa bien distinta es que añadas pensamientos a la tristeza, convirtiéndola en melancolía. O, en el peor de los casos, en angustia o depresión.

No hay que equivocarse. Lo que nos hace sufrir, estar tistes o eufóricos, no son las emociones, son los sentimientos. Las emociones aparecen ante un estímulo interno o externo. Las emociones son el presente, duran unos segundos. Los sentimientos, sin embargo, los construimos y se dilatan en el tiempo.

¿Cómo construimos los sentimientos? Añadiendo un pensamiento a la emoción. Nuestros pensamientos son la fuerza que hace que nuestras emociones vayan cambiando.

Al cambiar de opinión sobre una situación, modificamos también nuestras emociones. Cambiando el pensamiento, cambiamos la emoción.

gestionar-emociones-entrenamiento-2

Emociones, una montaña rusa

En un tranquila conversación, por ejemplo, las emociones tienen altos y bajos suaves. Estamos en sintonía con la otra persona, como si viajáramos plácidamente en un tiovivo.

Si esa conversación se convierte en discusión, el tiovivo se convierte en una montaña rusa. Son tan potentes las emociones que se generan, que ascienden solas y luego descienden vertiginosamente. Para que esto ocurra solo basta un impulso inicial, una palabra, un gesto, un comentario que no nos gusta.

Esa palabra o ese gesto puede provocarnos rabia. La rabia tiene un punto máximo: la ira. Cuando se alcanza ese punto, estallamos. Si la ira se enrancia, se convierte en rencor. En la parte inferior del itinerario de la ira está el coraje, que nos puede ayudar a impulsarnos, a decir, ¡basta! Si no decimos basta, o bien bajamos los brazos y caemos en la falta de voluntad, o bien volvemos a ascender, más furiosos aún.

En nuestra mano está ir por un camino u otro. “No es fácil”, dirás. Pero si no lo intentas… Intentarlo es comenzar el entrenamiento para gobernar tus emociones.

¿Qué te impide hacerlo?

Nunca estoy solo con mi soledad

La escritora valenciana, María García- Lliberós, me comentó en la presentación de uno de sus libros, que una de las fuentes de inspiración de sus novelas eran «las conversaciones que escucho en el autobús». No estoy tan seguro de que esta novelista pueda hoy utilizar esa fuente de inspiraración.

Me permito emitir dos juicios:

  • En primer lugar, cada vez son menores la conversaciones entre la personas que van sentadas juntas en el autobús.
  • Y por otro lado, cada vez son mayores las conversaciones que se mantiene por internet o por teléfono móvil en los autobuses, y en los trenes. 

Este segundo juicio parece fundado. Si así no fuera, ¿por qué Renfe ha colocado un vagón silencioso en sus trenes de alta velocidad en los que está prohibido hablar por el teléfono móvil?

Vivimos en esta paradoja. En un mundo en el que han aumentado vertiginosamente los dispositivos para estar comunicados, el contacto personal ha disminuido. Cantaba  El último de la fila, que «cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana». Me atrevo a decir que, cuando la tecnología entra por la puerta, la atención hacia los que nos rodean salta por la ventana.

El psicólogo de la Universidad de Harvard, Daniel Goleman, llamó a esto «autismo social». Fue a mediados de los años 90 del siglo pasado. La tecnología de la que se disponía en aquellos años era un juego de niños comparada con la que hoy hay disponible en el mercado.

Poco después de las explosiones en los trenes en marzo de 2011, leí que muchos de los pasajeros se libraron de sufrir lesiones en el oído gracias a que iban protegidos por auriculares. La metáfora del caparazón de Goleman es absolutamente acertada.

La banda sonora de nuestra vida

Suelo viajar en transporte público. Ave y metro, y autobús. El metro tiene la ventaja de poder ver a las personas de frente. En el autobús, además, puedes ver como pasa la vida al otro lado del cristal. El pequeño – y temporal– mundo de un vagón de tren o de un autobús, está habitado por distintos micromundos. Uno por cada pasajero.  Cada vez es más frecuente ver a tus compañeros de viaje con los auriculares acoplados en la oreja.

Parece necesario ponerle banda sonora a nuestra diaria película.

– No sabes estar solo– me decía mi padre, cuando volvía del colegio y conectaba el equipo de música de mi cuarto.

– ¡Papá, qué cosas dices!– era mi invariable respuesta.

Pasado el tiempo, me he dado cuenta de que mi padre tenía razón. Bien sea con el equipo de música de entonces, o con los inevitables auriculares ahora, seguimos poniendo banda sonora a nuestros días.

Los auriculares crean un caparazón que provocan aislamiento social. Aunque si me pongo en la piel de quien los lleva, puedo imaginar que está en sintonía con su cantante favorito.  O que su corazón late al mismo ritmo que la batería de la canción que suena en su télefono.


Con nuestra soledad a cuestas

¿Qué hacemos si estamos solos un minuto? Echamos mano del teléfono, casi automáticamente. Es muy frecuente ver en esos viajes en los transportes públicos a personas mirando casi compulsivamente sus móviles. Y apagándolos, porque no hay mensaje alguno.

Escribo esta entrada en plenas vacaciones de Semana Santa. Ha aumentado, dicen las crónicas, el turismo interior. Muchas personas se desplazarán hasta una casa rural o a un pueblo perdido en la montaña. ¿Cuántos de los que se desplazan no habrán mostrado su disgusto porque la casa rural no disponga de televisor, o no haya cobertura en el pueblo elegido?

Nos cuesta sentirnos solos. Esa soledad nos coloca frente al espejo. Nos confronta con lo que no queremos. Y sentimos entonces la imperiosa necesidad de llenarla de contenidos.  Todos necesitamos afecto, es cierto. Pero, al final, siempre estamos solos. Nuestra decisiones las tomamos en soledad. Necesitamos la soledad. Hay otra, impuesta, la soledad no deseada. Esta nos destroza la autoestima y nos provoca, además, mucho dolor. Es una soledad aterradora.

Yo he sentido ambas. He aprendido a disfrutar de una y sufrido con la otra. Comenzó siendo una soledad no deseada, impuesta por mi timidez de adolescente. Traté de llenarla con libros y canciones.

Non, Je ne suis jamais seul avec ma solitude (No, yo nunca estoy solo con mi soledad). Georges Moustaki

El estribillo de esta canción, de Georges Moustaki, Ma solitude (Mi soledad), vino en mi auxilio para hacerme entender aquel estado en el que estaba sumido. Aquellos versos cambiaron para siempre mi relación con la soledad.

 

SI QUIERES SABER MÁS:

La biografía del silencio. Pablo D´Ors. Siruela, 2016

ARTICULOS RELACIONADOS:

Escuchar el silencio

Cómo enfrentar una entrevista de trabajo

Las entrevistas de trabajo han dado un cambio radical en los últimos años. Hace unos días escuché en la radio que, en el cuestionario de reclutamiento de una empresa, se formula a los candidatos la siguiente pregunta:

¿Cómo meterías una jirafa en una nevera?

Automáticamente, recordé las clases de Inteligencia Emocional que impartía Marian Frías, psicóloga, sexóloga, coach, y autora de varios best sellers. Mariam recurría a una frase que ha quedado impresa en cuantos hemos sido sus alumnos. Nuestra profesora la utilizaba cuando quería prevenirnos acerca de cómo habíamos de enfrentar la gestión de nuestras emociones. Nos decía:

Para comerse un elefante, hay que hacerlo a filetitos– Marian Frías

Por eso, la primera respuesta que me vino a la mente, para responder a la pregunta de la jirafa, fue: «pues a filetitos”. Ésta es sólo una de las docenas de respuestas para esa pregunta. No sé me ocurrió poner en cuestión la pregunta, sino dar una respuesta. La respuesta no es ni correcta ni incorrecta. Ni la pregunta. No hay preguntas correctas o incorrectas en estas entrevistas de trabajo, o en estos procesos de selección. Salvo que  la empresa que formula la pregunta de las jirafas, se dedique a la fabricación de neveras.

Si un elefante pude comerse a «filetitos», una jirafa también. Vamos a trocearlos.

Análisis, creatividad y competencias

Sin ánimo de ser exhaustivo, he realizado una pequeña búsqueda acerca de las (¿provocadoras?) preguntas que incluyen en sus entrevistas de trabajo algunas empresas. Apple, por ejemplo, coloca al aspirante en el papel de cocinero y le demanda que explique si es pragmático o académico. Xerox quiere saber por qué las pelotas de tenis son peludas. Otra empresa quiere conocer si el candidato sabe cuántas vacas hay en Asturias. Y así un largo etcétera.

Preguntas de este tipo eran muy frecuentes en las entrevistas de trabajo que realizaban bancos o empresas tecnológicas. Dado el triste aumento de demandantes de empleo, esta práctica ha extendido también su uso a otros sectores.

El mismo entrevistador tampoco conoce la respuesta. Ni le importa. Lo que busca haciendo esas preguntas en una entrevista de trabajo, es conocer la capacidad de reacción de la persona entrevistada. Su capacidad de análisis. Su creatividad.  Sin preguntarlo directamente, el entrevistador quiere conocer realmente las competencias del candidato.

Competencias,  conjunto de conocimientos, habilidades, disposiciones y conductas que posee una persona que le permiten la realización exitosa de una actividad. –Maite Usón

El lenguaje no verbal

No son recomendables, por lo comentado anteriormente,  respuestas del tipo, «no lo sé», «ni idea», «no dispongo de ese dato». U otras parecidas. No has dado respuestas. Y lo que es peor, en tu diálogo interior te estás diciendo, «¿de qué va?». O,  «¡vaya una pregunta!». 

Estas expresiones internas suelen estar acompañadas externamente de un gesto o gestos de sorpresa o desagrado. Cejas que se elevan, dilatación de las pupilas, o un cambio de postura. Has dado una pista al entrevistador, su pregunta ha hecho mella en ti.

La entrevista ha comenzado a hacer aguas por donde menos lo esperabas. Has elegido con extremo cuidado la ropa que llevas. Has visitado la página web de la empresa a la que aspiras a entrar. Te la sabes de memoria. Tu curriculum lo tienes perfectamente interiorizado. Pero una sola pregunta te ha hecho perder la concentración, porque ha dado en tu línea de flotación. Te ha hecho perder el foco.

Poner el foco

La buena noticia es que todo se puede entrenar. Y con esto no quiero decir que seas artificial, que finjas. Todo lo contrario. Sé como eres. Tus logros y tus competencias forman parte de tu Marca Personal.

El humor es en estas situaciones un argumento imbatible. Esboza una sonrisa mientras piensas la respuesta. Ganas unos segundos de oro. Así pasas a dominar tú la situación. Una sonrisa acompañada de preguntas.  ¿Cómo es la jirafa? ¿Y la nevera? ¿Es de juguete la jirafa? ¿Tiene congelador la nevera?…
Con estas u otras preguntas, el entrevistador se siente escuchado. Entiende que tú estás en sintonía con su trabajo. Y con el foco puesto la entrevista. Has tomado la iniciativa y, además, estás ganando un tiempo precioso para encontrar respuestas.

En esos momentos, tu gesto ya se ha relajado y al buscar las respuestas, tus ojos se elevan. Le has dado una pista excelente al entrevistador al observar este gesto. Tu lenguaje no verbal le está diciendo que eres una persona creativa. Una persona que busca respuestas, en lugar de ver problemas. ¿Tenías alguna duda de que así fuera?

¿Cómo puedes entrenar esto en tu vida diaria?

 

Cuando hables con tus amigos, con tu pareja, con tus hijos, o con tu jefe, ¿por qué no pones en ellos tu atención? ¿Qué te impide poner el foco en lo que dicen y no en lo que crees que dicen?  ¿Por qué en lugar de juzgar sus preguntas, no las escuchas y ofreces tus puntos de vista? Habrás hecho así músculo para que , cuando en una entrevista de trabajo, te hagan preguntas que no te esperas, sepas salir de la situación.

Y así, filetito a filetito, te comes un elefante. O una jirafa. Y lo que haga falta.

 

Ir al contenido