Storytelling, desde el corazón al corazón

Mi padre era un gran contador de historias. Nos la contaba, a mis hermanos y a mi, mientras viajábamos camino de  las vacaciones. No había ni consolas ni dispositivos para ver películas.

Foto: Gonzalo Martínez

Mi padre utilizaba igualmente las historias cuando me regañaba o quería darme una lección cuando había obrado incorrectamente. O en la mesa a la hora de las comidas. de aquellas historias las recuerdo aún hoy. E incluso las sigo usando.

Podemos olvidar lo que desayunamos o lo que comimos hace solo una semana, pero no podemos olvidar los cuentos e historias que nos contaron (o que leímos) cuando éramos niños.

La explicación está en las emociones que sentimos en aquellos momentos. En realidad, era el despertar de nuestras emociones. Así aprendimos a saber lo que era miedo, o la alegría o, quizás, el asco. Pero sobre todo, la sorpresa, la gran emoción ligada a aquellas primeras historias.

El storytelling va desde el corazón de quien las cuenta al corazón de quien las escucha.

Otras historias que recuerdo, las viví como observador privilegiado cuando acompañaba a mi padre en algunos de sus viajes de trabajo. Historias llenas de sabiduría, de gente sencilla, agricultores en su mayoría, a quienes mi padre les aseguraba sus cosechas. Internet era entonces una fantasía tan grande como el viaje a la luna de Verne. Coincidió con mi paso de la niñez a la adolescencia.

En los primeros años de mi adolescencia, me introduje indiscriminadamente en la biblioteca de mi padre. No sé, o debería decir más bien que no me acuerdo, cómo pasé de ser un lector de tebeos a leer mis primeros libros.

Viajes

En aquellos libros fue donde conocí por primera vez la existencia de otros mundos. Los viajes por las páginas de Ivanhoe, las aventuras que contaba Robert Louis Stevenson —un grandísimo contador de historias—, o las increibles novelas de Julio Verne, alentaron mis primeras fantasías infantiles.

Y, sobre todo, El Quijote. Un libro plagado de historias que, como afluentes, se van abriendo del río que es el viaje del Ingenioso Hidalgo.

El Quijote no lo he leído nunca de corrido. He ido saltando de capítulo en capítulo. Tiene su explicación. Nací en la tierra donde se desarrollan las aventuras del Ingenioso Hidalgo. Estar en esos lugares me llevaba a buscar el capítulo de la novela cervantina, que me conducía hasta el texto donde se narraba la aventura allí vivida por Alonso Quijano.

Portada del ejemplar de D. Quijote de la Mancha, que leía mi madre en el colegio.

Siento pasión por la novela negra. Por las sagas de detectives. El proceso para realizar estos viajes ha sido, generalmente, el inverso al descrito para leer El Quijote. He leído primero las novelas y visitado posteriormente los países y ciudades que aparecen descritos en sus páginas. Lo vivido en algunos de los viajes así hechos, puedes encontrarlos en la etiqueta «Viajes de novela (negra)».

Por eso, el storytelling no es algo ajeno en mi vida. Tampoco es algo nuevo ni soy un recién llegado a este mundo que muchos entienden como una moda. Las historias han alimentado mi vida, he crecido con ellas y me han hecho crecer. He utilizado los relatos aprendidos o leídos, y los vividos en primera persona, para comunicarme con otras personas. Que esto lo haya convertido hoy en mi trabajo y mi pasión, es una consecuencia absolutamente natural.

Las historias son datos con alma.

BRENE BROWN.

 

 


ES TU TURNO

Estas preguntas que te hago a continuación son con las que abro, habitualmente,  los talleres de storytelling que imparto.

Por eso, permíteme que te pregunte:

¿Quién fue la primera persona que te contó las primeras historias, los primeros cuentos? ¿Qué te hacían sentir? ¿Qué emociones tienes asociadas a aquellos momentos? ¿Cuáles fueron aquellas historias?


 

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