Arto Paasilinna: el humorista que surgió del frío

(Este arículo fue inicialmente publicado el 4 de Octubre de 2024 en la Revista digiral Zenda)

 

«El enemigo más poderoso de los finlandeses es la oscuridad, la apatía sin fin. La melancolía flota sobre el desgraciado pueblo y durante miles de años lo ha mantenido bajo su yugo con tal fuerza que el alma de este ha terminado por volverse tenebrosa y grave. Tal es el peso de esta congoja que muchos finlandeses ven la muerte como única salida a su angustia. Una mente taciturna es un enemigo aún más encarnizado que la Unión Soviética».

Estas fueron las primeras frases que leí —de pie, frente a la estantería de una biblioteca pública —de un escritor hasta entonces desconocido para mí, el finlandés Arto Paasilinna (1942-2018).

El párrafo se corresponde con el comienzo de Delicioso suicidio en grupo (Anagrama, 2007), el delirante viaje que emprenden 33 suicidas finlandeses hasta Cabo Norte, en Portugal, desde cuyos acantilados «podían tirarse de cabeza al mar en el autobús y acabar con sus días».

El asunto no es baladí: Finlandia es el país de la Unión Europea con mayor índice de calidad de vida, pero en el que, anualmente, los suicidios («el deporte nacional finlandés») supera al de muertes violentas.


«Sus historias hacen bueno el pensamiento de Jardiel Poncela cuando decía que el humor no es un aspecto de la literatura, sino una singularidad del espíritu»

La letra con humor entra

Pero lejos de tratar un asunto tan trágico de manera sombría, Paasilinna rompe tópicos y lo hace con una sorprendente comicidad. «Con la muerte se puede bromear, pero con la vida no», decía Paasilinna. El humor es el sello de identidad de la literatura del finlandés. Escribe sobre los temas más serios con humor, «en los que el lector se encuentra a sí mismo»: la muerte, el fin del mundo, la depresión, la desigualdad, la globalización, el alcoholismo (muchos de sus personajes «beben como esponjas»), o la prostitución.

Sus historias hacen bueno el pensamiento de Jardiel Poncela cuando decía que el humor no es un aspecto de la literatura, sino una singularidad del espíritu. Paasilinna es una suerte de duende burlón que deambula por los bosques finlandeses, entre auroras boreales, inventando historias que transcienden de los escenarios que imagina: son una metáfora del mundo, fábulas cargadas de crítica social, pero exentas de directrices morales, que eso queda al criterio del lector.

Delicioso suicidio en grupo marca otra de las singularidades en la obra del escritor finlandés: el viaje al que se lanzan todos sus personajes, que —las más de las veces— es una huida. Paasilinna nació durante la fuga de sus padres de la Noruega invadida por los rusos. En sus novelas son frecuentes las alusiones al antiguo Pacto de Varsovia o al «Ejército Rojo» soviético. Y enfrente, un ejército finlandés de sainete, que tampoco se libra de la guasa de Paasilinna: un comandante fracasado y borrachín en excedencia ejerce de criado de un gánster escondido en El bosque de los zorros (Anagrama, 2005); un coronel está al mando de los 33 suicidas en su periplo por Europa. La pícara ancianita protagonista de la novela de explicito título, La dulce envenenadora (Anagrama, 2008 ), es la viuda de un coronel, de quien extrae las estrategias para defenderse de su sobrino y sus amigos, que quieren robarle la pensión.


«La prosa de Arto Paasilinna es vertiginosa, de una sencillez pasmosa, sin alardes literarios»

 


Guardabosques, peridista y escritor

Arto Paasilinna (cuyas novelas se han traducido muchos años después de su publicación en Finlandia) se dio conocer internacionalmente en 1975 con El año de la liebre (Ediciones de la Torre, 1988; Anagrama, 2011). Un periodista atropella una noche a una liebre (un lebrato, en realidad), la recoge, abandona esposa («era un marido engañado y desengañado»), trabajo y posesiones, y emprende un recorrido por la Finlandia rural con el animal herido dentro de un bolsillo. Dos mundos que conocía muy bien Paasilinna: fue guardabosques y periodista hasta 1988, en que se cansó del «entretenimiento superficial».

Mientras arremete en esta novela contra el Estado, el presidente de la República, la Iglesia luterana, la Policía y el Ejército, Paasilinna hace una defensa a ultranza del medio ambiente. El escenario de sus novelas es siempre la naturaleza, convirtiéndose esta —en ocasiones— en un personaje más de la trama. «La destrucción de la naturaleza debería ser considerada un crimen», le dijo a Winston Manrique (El País, 2007).

Perdidos en el paraíso (Anagrama, 2012) es la odisea robinsoniana que viven 48 personas: comadronas y médicos finlandeses, enfermeras suecas, leñadores finlandeses y la tripulación inglesa de un avión fletado por la ONU con destino a la India, que se cae en una isla del Trópico. Novela narrada en primera persona por un periodista, «un finlandés normal, cuya personalidad se caracterizaría por unos rasgos faltos de pretensión». Es la excepción. El resto de novelas aquí mencionadas, que son todas las traducidas al castellano (la quinta parte de su producción literaria), son narradas por un narrador omnisciente —digamos— muy peculiar: se mete en la cabeza de los personajes que quiere y cuando le apetece los jalea o reprende, e incluso los insulta.

La prosa de Arto Paasilinna es vertiginosa, de una sencillez pasmosa, sin alardes literarios. Donde sí hay un despliegue de imaginación desbordante es en las tramas que rozan la frontera de lo surrealista —cuando no la traspasan— que presenta, y en los esperpénticos personajes, en el sentido más valleinclanesco del término: seres estrafalarios, irreverentes, rebeldes, hiperbólicos e insumisos. Un peculiar universo en el que el lector se zambulle sin apenas darse cuenta.


«La literatura de Arto Paasilinna muestra, de una manera radicalmente diferente, el desasosiego de los países escandinavos»

Un pastor luterano de ideas poco ortodoxas, a decir de su obispo, que abandona a su esposa y su comunidad acompañado de un oso de nombre Lucifer, al que enseña a rezar, hacerse la cama y lavarse los dientes, protagoniza El mejor amigo del oso (Anagrama, 2009).

En El molinero aullador (Anagrama, 2004) presenta a un tipo estrafalario que imita a animales y personas y al que todos quieren encerrar en el manicomio. Por no transcurrir plenamente en la naturaleza y tratar la enfermedad mental, es un libro que en algunos momentos resulta más claustrofóbico. Un vendedor de baterías al borde de la ruina que inventa una pila tan pequeña que cabe en un bolsillo y que se carga en un suspiro protagoniza la ultima traducción al castellano,

Adán y Eva (Nórdica Libros, 2023; recomendado por Zenda en julio de ese año). El invento vale tanto para un teléfono como para un coche o un avión: los miembros de la OPEP ponen precio a su cabeza. Se convierte en el hombre más rico del mundo. Tiene una socia, cuyas cogorzas y subsiguientes resacas son «de las que hacen época».

Aurora boreal en Finlandia

Paasilinna y la crítica literaria

La literatura de Arto Paasilinna muestra, de una manera radicalmente diferente, el desasosiego de los países escandinavos —y por extensión de las sociedades occidentales— al que nos tienen acostumbrados los autores nórdicos de novela negra. Y como le ocurrió a Jardiel Poncela, la crítica no ha sido particularmente generosa con Paasilinna, que considera a ambos autores menores.

No consumí el plazo de máximo de devolución de Delicioso suicidio en grupo: lo entregué al cabo de tres días. Me llevé otro. Y luego dos más. Me deslizaba por aquellos textos como un trineo sobre la nieve. Fue durante un verano en el que no perdí la sonrisa: «La alegría da contenido a la vida», Paasilinna dixit.

Confesión, o el poder del perdón

(Esta reseña fue inicilamnete publicada el 1 de Junio de 2024, en la Revista digital Zenda).

 

Confesión comienza como cualquier novela policíaca que se precie, colocando sobre la mesa un muerto (dos, en este caso) en el primer capítulo. Y ahí se acaba cualquier parecido. El asesino confeso, Fernando González Rivas, alférez de marina, es juzgado por un tribunal militar y condenado a muerte: será guillotinado. El condenado solicita la presencia del sacerdote Santiago Leira, su amigo desde la infancia. No destripo nada: son las primeras páginas del libro. Así, sin más dilación, Eduardo Martínez Rico ha planteado el eje narrativo sobre el que oscila la novela: el perdón, tanto el divino como el humano.

A partir de ese momento, la novela alterna el presente con el pasado. Se nos da noticia del nacimiento de la amistad entre Fernando y Santiago. Asistimos al noviazgo del primero —un joven de condición modesta— con Marta, la niña rica, hija y hermana de los asesinados. Conocemos el descubrimiento del amor y los primeros escarceos sexuales en la pandilla de amigos adolescentes, y asistimos al nacimiento de la vocación de Santiago, un joven que «está como un queso». Como afluentes del río principal se van abriendo otros: la culpa, el amor, la expiación, la amistad, y tangencialmente, el debate sobre la pena de muerte.


«Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales»

Galicia, entre la realidad y la distopía

El espacio temporal en el que se mueven los personajes de Confesión (Imágica Narrativa, 2024) es un presente/futuro distópico: vivimos en una República tecnificada donde se ha reinstaurado la pena de muerte.

El espacio físico es Galicia, «mi querida tierra gallega», dice Martínez Rico, que explica así el subtítulo, Una novela gallega. En esta Galicia distópica, sin embargo, el caldo gallego es —afortunadamente— el de siempre: «con muchos grelos y mucha patata» y el obispo de Ferrol-Mondoñedo sigue ejerciendo su influencia. Además de gallega, Confesión es una novela religiosa.

Los diálogos entre Santiago y Fernando, eruditos ya desde su juventud, están cargados de planteamientos filosóficos, religiosos y morales, van marcando el ritmo narrativo del libro, entreverados de prolijas descripciones de lugares y situaciones en los diferentes saltos temporales. Esto provoca que la novela se alargue hasta las cuatrocientas páginas.


«El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más»

 

No menos eruditos resultan los diálogos que el sacerdote mantiene con un cultísimo comandante Palazón, jefe del castillo de San Carlos, prisión militar en la que el condenado espera el cumplimiento de su sentencia. Siendo jóvenes, Fernando y Santiago escucharon la leyenda que del castillo se contaba desde varios siglos atrás, y que en el presente está tan a la última que la cuchilla segará la vida del reo al pulsar una tecla de ordenador.

El castillo prisión (del mismo nombre que «un barco perdido») se configura así como un personaje más, acaso el epítome de la delgada línea que en Galicia separa la realidad de la leyenda, la Galicia ancestral de la más moderna o —incluso— esa Galicia de marcadas diferencias entre clases sociales.

Confesión es la primera novela de Eduardo Martínez Rico, escrita en 2001. Se publicó por primera vez en 2018, y ahora es reeditada. En la presente edición se ha incluido un prólogo del hispanista francés Jean-Pierre Castellani y un posfacio del propio autor, en el que cuenta la génesis de la novela.

Los rebeldes hijos de la fantasía

(Esta reseña fue inicialmente publicada el 5 de Agosto de 2024 en la Revista digital Zenda)

 

Gustavo Adolfo Bécquer, en una atormentada introducción a Rimas y leyendas, escribe acerca de los «extravagantes hijos de su fantasía», que viven acurrucados en los «tenebrosos rincones» de su cerebro, que con él van y se agitan «como gérmenes que se estremecen en una eterna incubación» y son los causantes de sus «fiebres y abatimientos».

¿Hay una más clara definición de terror? ¿Cabe mejor manera de definir lo que es —y no es metáfora— un fantasma?

La escritora Elena Prado-Mas dice sentirse «deudora» del poeta sevillano en los cinco relatos de terror que ha incluido en el volumen El testamento de Cervantes (Ediciones Baile del Sol, 2024).  Los «rebeldes hijos de la imaginación y la fantasía» del último mohicano del Romanticismo español pululan en cuatro de los cinco cuentos de terror contenidos en este libro.

Fantasía e imaginación

El insomnio y la fantasía de una madre se mezclan en una agitada y desasosegante duermevela, en El interfono. Algo parecido ocurre en La piscina, un relato donde los límites entre el recuerdo y la imaginación se enmarañan en la mente de un metódico nadador, que busca un lugar donde poder practicar sin ser molestado. Lo que a la fotógrafa protagonista de La cumbre de la OTAN se le mezcla es realidad y ficción, literatura y realidad, aquella de los cuentos infantiles escuchados antes dormir. En La capilla de San Isidro, un sentimiento de culpa va atenazando poco a poco a un profesor de Literatura mientras corrige exámenes de sus alumnos y escucha el ensayo de un coro. Este relato nos remite a la leyenda Miserere, la historia de un músico errante que busca redención.


«Hoy, que, mientras nos comemos una pizza, vemos en nuestras pantallas a decenas de zombis invadiendo casas y ciudades, ya no nos asuntan las ánimas de los muertos»

 


Hoy, que, mientras nos comemos una pizza, vemos en nuestras pantallas a decenas de zombis invadiendo casas y ciudades, ya no nos asuntan las ánimas de los muertos o los esqueletos envueltos en jirones de sudarios, tan propios de las Leyendas becquerianas. Lo que sí nos aterra es que nos roben datos de nuestros dispositivos o que se usurpe nuestra identidad, fruto de una sobreexposición en redes. Esto es lo que cuenta el quinto de los cuentos de terror, de inquietante título: Lego.

Desconfinamiento

El volumen El testamento de Cervantes se completa con cuatro relatos temáticamente dedicados al Desconfinamiento, que fue «particularmente complejo y lento» en Madrid.  Aquí nació y reside la autora y aquí imparte clases de Lengua y Literatura en secundaria.

Si los escenarios de las leyendas del poeta de pelo ensortijado, perilla cóncava y mirada oblicua eran su Sevilla natal, Soria y Toledo, los relatos de Elena Prado-Mas tienen a Madrid como marco. A Madrid dedica la autora un prólogo: un emotivo canto a la capital de España, convertida en una suerte de monte Parnaso habitado por los escritores —bajo el cielo de Velázquez— que en esta ciudad han nacido, vivido o muerto; incluso sufrido, como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán, que en Madrid fueron rechazadas como miembros de la Real Academia Española.


«Este cuento final está escrito al modo de los relatos costumbristas del XIX y cuya trama bebe de las comedias de enredo del teatro de nuestro Siglo de Oro»

 


La sede de la RAE está a pocos pasos de un enclave Patrimonio de la Unesco: el eje Paseo del Prado, el Buen Retiro, el Jardín Botánico y la aledaña Cuesta de Moyano. Es por estas calles por las que corretean los personajes de tres de los cuentos dedicados al Desconfinamiento, viviendo «una mezcla de esperanza y de miedo necesariamente explosiva», bajo la amenaza (aún) de un enemigo invisible.

Silenciosas tempestades

El cuarto relato de desconfinamiento, El testamento de Cervantes, que da título a esta colección de cuentos y la cierra, se aleja de los nueve relatos anteriores en extensión —es el más largo de todos—, estilo y lenguaje. En él se narran las artimañas de las que se valen un noble (voluntariamente confinado por sus propios fantasmas) y su criado para evitar que sea derruida la casa de Cervantes, durante el reinado de Fernando VII. Es por eso que este cuento final está escrito al modo de los relatos costumbristas del XIX y cuya trama bebe de las comedias de enredo del teatro de nuestro Siglo de Oro.

Al final de aquella atormentada Introducción, Gustavo Adolfo Bécquer decía no querer que aquellos hijos de su fantasía continuaran acumulándose en los desvanes de su cerebro; quería que «el arte los vista de la palabra» y sacarlos a «la escena del mundo». Es lo mismo que ha hecho Elena Prado-Mas en este volumen de cuentos: sacar a la luz las silenciosas tempestades que anidan en nuestras mentes.

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