En El poder de las historias, el profesor de literatura inglesa y literatura comparada de la Universidad de Harvard, Martin Puchner, hace un recorrido por los hitos fundamentales de la evolución de la escritura, desde los primeros textos asirios en barro, de hace 4000 años, al universo Harry Potter. Es la historia de la palabra escrita.
EL PODER DE LAS HISTORIAS. O cómo han cautivado al ser humano desde la Ilíada a Harry Potter, Martin Puchner. Crítica. 2019. 416 páginas (con ilustraciones).
La idea principal que vertebra El poder de las historias, es que la historia de la palabra escrita está ligada a la tecnología. Desde el nacimiento del alfabeto, el uso del papiro y el pergamino, el descubrimiento del papel y la imprenta, hasta la aparición de internet y los nuevos formatos (correos, blogs, Twitter), y los últimos dispositivos de lectura.
Y no podemos olvidar tampoco el retorno del primitivo relato oral con el auge que están teniendo en el mercado editorial los audiolibros. ( La editorial ofrece en su web un breve fragmento sonoro del libro.)
¿Podemos imaginar un mundo sin literatura?
El nacimiento de la literatura no se produjo hasta que las narraciones orales se cruzaron con la escritura. Este hecho—dice Puchner— hace que para contar la historia de la literatura haya que centrarse tanto en el relato como en la evolución de las tecnologías creativas: el alfabeto, el papel, el libro y la imprenta. El capítulo donde se narra la invención de la imprenta es uno de los más interesantes del libro.
La historia de la literatura es la historia de la quema de libros, un testimonio del poder de las historias escritas.
—MARTIN PUCHNER
Considera Puchner que la historia de la literatura se ha desarrollado en cuatro fases.
La primera estaba dominada por pequeños grupos de escribas conocedores de los complicados sistemas de escritura, lo que les confería un gran poder. Controlaban los textos fundacionales que recopilaban, tales como La epopeya de Gilgamesh, la primera historia escrita, la Ilíada, la Odisea o la Biblia hebrea.
El sorprendente descubrimiento de las tablillas cuneiformes —en la segunda mitad del siglo XIX— lo cuenta Puchner con el tono de un relato de aventuras. El mismo que tiene el capítulo con el que se inicia el libro: la narración de las hazañas bélicas de Alejandro Magno —dormía con la Ilíada bajo su almohada—, inspirador de la fundación de la Biblioteca de Alejandría.
A medida que crecía la influencia de estos textos fundacionales, comenzaron a aparecer textos de maestros carismáticos como Buda, Sócrates, Jesús, que denunciaban la influencia de sacerdotes y escribas. Fueron, por eso, sus discípulos los que escribieron sus enseñanzas. Esta sería la segunda fase.
Cervantes fue el primer autor moderno, creador de la novela («nouvelle») moderna y el primer autor plagiado (El Quijote de Avellaneda) y pirateado.
La tercera fase coincide con el auge de los autores individuales, creadores de nuevos tipos de literatura. Puchner dedica sendos capítulos a dos novelistas: Murasaki Shikibu, autora de La novela de Genji, y otro a Cervantes. Son dos capítulos muy bellos. Mientras que el capítulo dedicado a la novelista japonesa (siglo XI) tiene la delicadeza y la belleza de los abanicos o los biombos de papel de arroz, el que dedica al autor del Quijote adopta un tono épico. Se narra el periplo de Cervantes desde antes de convertirse en escritor hasta la llegada de las aventuras del Ingenioso Hidalgo al Nuevo Mundo.
La novela de Genji es el doble de larga que Don Quijote, y fue escrita quinientos años antes.
La cuarta fase, finalmente, coincide con el uso extendido del papel y la imprenta, que condujeron a la era de la alfabetización en masa, con periódicos y octavillas. Y se describe, en un vibrante capítulo, a Benjamín Franklin no solo como inventor del pararrayos o padre de la patria norteamericana, sino como un incipiente empresario de medios de comunicación.
El poder de las historias: una combinación de lo nuevo y lo viejo
No deja de ser curioso que este libro comience relatando el nacimiento de una primitiva tecnología, la escritura, y que yo lo esté leyendo con la más moderna tecnología de lectura: una tableta.
También me parece curioso que la primera historia escrita, La epopeya de Gilgamesh, esté plasmada en escritura cuneiforme (la palabra latina para «cuña» es cuneus) en una tablilla rectangular de arcilla —material abundante en las riberas del río Eufrates— y la pantalla de mi tableta sea igualmente rectangular, fabricada en cristal de alta resistencia. El agua destruía aquellas tablillas y el fuego las hacía resistentes. Se conservan tablillas del tamaño de la pantalla de un teléfono o las más grandes, de alrededor de 35 centímetros.
Y me detengo, finalmente, en una imagen. Los viejos escribas egipcios escribían sus tablillas encorvados, sentados sobre sus piernas cruzadas —no utilizaban mesas—, una manera muy semejante a como leemos hoy.
Las nuevas tecnologías han conducido a lo largo de la historia a guerras de formato.
—MARTIN PUCHNER
De las orillas del Eufrates a Edimburgo
El poder de las historias es un viaje a lo largo y ancho del mundo en búsqueda de la literatura, en palabras de su autor.
El viaje no es metáfora. El autor ha estado en los lugares de los que habla. El viaje de este libro comienza alrededor del 2100 a.C. —hace, por tanto, 4000 años— cuando se escribe La epopeya de Gigalmesh, en escritura cuneiforme. Y finaliza en la primera década del 2000, cuando Harry Potter se convierte en un éxito mundial de ventas y en un fenómeno de masas.
Lo más interesante de este libro, en mi opinión, está en que Puchner, además de ser profesor de literatura, es profesor de literatura comparada. Eso le permite establecer conexiones entre autores, lugares, épocas y estilos, con las tecnologías creativas. Estas conexiones, además, abren diferentes puertas al lector por si este desea traspasarlas, y profundizar.
El poder de las historias es, en definitiva, un bellísimo libro para los amantes de los libros y la literatura. Una joya literaria, que se lee con la misma avidez con la que se lee una novela.