El comisario veneciano Guido Brunetti es un personaje que transita por las enrevesadas calles de Venecia y habita en la mente de millones de lectores en todo el mundo. Eso lo convierte en el mejor amigo veneciano, alguien con quien caminar por esta enrevesada ciudad.
El comisario Brunetti iba a protagonizar una única novela, Muerte en la Fenice. Se publicó a principio de los 90 (en España aparecería en 1996). Sin siquiera sospecharlo, Donna Leon, profesora estadounidense de literatura residente en Venecia desde 1981 —y muy aficionada a la ópera—, acababa de alumbrar un mito. Estas son la primeras líneas de la novela:
El tercer aviso, que anunciaba que iba a continuar la ópera, sonó discretamente en los salones de descanso y los bares del teatro La Fenice (…) De pronto, se ahuecaron los pesados pliegues del telón y (…) apareció Amadeo Farsini, el gerente del teatro con aire cohibido. (Cap.1)
El director de la orquesta ha sido asesinado. Y el comisario Brunetti hace su aparición en escena:
Como era Venecia, la policía llegó en barco, y la luz azul parpadeaba en el techo de la cabina. La embarcación atracó en el pequeño canal que discurría detrás del teatro y de ella desembarcaron cuatro hombres, tres con uniforme azul y uno de paisano (…) Guido Brunetti, ‘commissario’ de policía de la ciudad, fue el primero en entrar. (Cap. 2)
Comisario Brunetti, el amigo veneciano
Para los lectores apasionados, la vida de los personajes de novela es auténtica. Después de casi 30 años y otras tantas novelas —una por año—, Brunetti vive. Vive en las páginas de cada libro y en la mente de los lectores. Como viven y sus dos hijos, a los que hemos visto crecer, y su esposa, Paola (acaso el alter ego de Donna Leon). Una relación marital —en mi opinión— en exceso acaramelada. En esto se diferencia de otros comisarios de novela —sobre todo los nórdicos— que viven tormentosas relaciones de pareja y no se entienden con sus hijos.
El comisario Brunetti se mueve a diario entre «rebaños que turistas» apretujados que visitan esta ciudad de 60.000 habitantes. Está enamorado de Venecia —y por eso le duele— . No lamenta la invasión de los turistas, sólo le disgusta que Venecia pierda su singularidad, que desaparezcan las tiendas donde Paola compraba botones o queso parmesano. O que desaparezca la librería favorita del comisario, en la que compra sus libros de historia, de los que es lector incansable. O que el bar donde toma su espresso se convierta en una tienda más de máscaras o de cristal de Murano.
Libro en mano, lectores europeos y americanos, buscan el café donde el detective se detiene a tomar un ombra. Intentan localizar su apartamento o la floristería donde compra flores para su mujer. Pero no es fácil. Venecia es una ciudad grabada en la memoria de sus habitantes. Los planos apenas sirven. Esta angostura la hace, sin embargo, más cotilla.
El río de las habladurías va más rápido que el agua de los canales.—Proverbio veneciano.
Pero los lectores acababan perdiéndose. Es (casi) inevitable.
PASEOS POR VENECIA CON GUIDO BRUNETTI, Toni Sepeda (prólogo de Donna Leon). Seix Barral, 2008, 326 páginas.
Paseos por Venecia con Toni Sepeda
Toni Sepeda, amiga de Donna Leon y profesora de universidad, guía desde 2004 a quienes deseen conocer la Venecia del comisario. Estos recorridos emocionales, plasmados ahora en el libro Paseos por Venecia con Guido Brunetti, siguen los pasos del comisario en sus investigaciones criminales. «El viajero necesita algún amigo que le oriente por el dédalo de calli, campi y canali de la antigua Reina de los Mares», me cuenta Toni Sepeda, con la que me encuentro delante de la puerta de La Fenice, el coqueto teatro veneciano.
Haremos los dos primeros paseos que describe el libro (Paseo 1: Conociendo a Brunetti. Paseo 2: Rialto y los sentidos), fundidos en uno solo.
Sepeda me lleva hasta escenarios poco habituales en los libros de Donna Leon, que, sin embargo, me sorprenden muy gratamente. Los aledaños del puente de Rialto —a pocos metros de donde se forman colas con el único fin de fotografiarse—, donde te mueves con tranquilidad y puedes tomarte en Naranzaria, un prosecco —riquísimo vino espumoso italiano— con toda la tranquilidad del mundo. Y deambular entre los puestos de productos tradicionales, como Da Piero, donde Paola compra el queso parmesano, situados alrededor de esta plaza.
Para comer me sugiere otro lugar mágico: el tranquilo y señorial barrio de Canareggio (Paseo 12: El barrio más bonito del mundo), con pequeñas trattorie con media docena de mesas junto al canal. Allí está una pequeña, pero preciosa iglesia gótica, la Madonna dell´Orto, decorada con pinturas de Tintoretto, que está allí enterrado, como vecino del barrio que era.
Y cuando se va me aconseja el paseo vespertino. Cruzando il Ponte dell´ Academia, se llega a Dorsoduro (Paseo 7: Ricos y pobres), habitado por milaneses, franceses y alemanes. Es el barrio de los artistas. Junto al Río San Tovaso afloran tabernas y restaurantes de comida casera como la Antica Locanda Montin.
Venecia, la belleza y unas tapas
Los venecianos viven rodeados de un espléndido patrimonio milenario. Se recrean en esa belleza, se reconfortan con ella. «Una belleza que solo el hombre puede crear», escribe Donna Leon en Mientras dormían.
Artistas y artesanos la han cuidado durante siglos. La ciudad es, por esta razón, un paraíso para los amantes de los objetos hechos artesanalmente, si es que han logrado sobrevivir. Sobre todo en el triángulo que forman Piazza San Marco, Palazzo Franchetti, inmediatamente antes del Puente de la Academia, y el mercado de Rialto.
Delicados objetos para escritorio en papel de agua, trabajos en papel maché y agendas (Il Prato,…), cuadernos y lacres (Il papiro). Bellísimos sombreros de fieltro y cachemir, y zapatos venecianos de terciopelo, confeccionados a mano en Serena Vianello, una pequeña tienda, donde , además— me cuenta Toni Sepeda—, los gondoleros reparan los tapizados de sus góndolas. Gafas hechas a mano, únicas, en Ottica MicroMega.
Son paseos, en fin, de una duración de entre una y dos horas, que pueden entrelazarse o reanudarse al día siguiente. Cada paseo contiene los fragmentos de las novelas donde aparece mencionado el barrio, el comercio, la questura, el palazzo, etc.
Las rutas contienen, además, sugerencias sobre sitios tradicionales que no han sucumbido (aún) a la vorágine multinacional, en los que rara vez repara el viajero, y en los que se escucha hablar veneciano. Es el caso del tradicional Do Mori, un típica tasca (bacaro), donde degustar multitud de cicchetti ( tapas). Está situado en una calle estrecha, en la que hay más tascas, al estilo de lo que ocurre en algunas ciudades y barrios españoles.
Viajar es, en estos tiempos de pandemia, un sueño. La literatura viene a suplir el cansancio mental que nos ha impedido viajar desde hace un año. Si Venecia es uno de tus destinos soñados, me permito sugerirte las novelas del comisario Brunetti.