Historias que nos alimentan

Tras una ruptura amorosa, Manuel se recluyó en su casa. No quería ver a nadie. Ni hablar con nadie. Estaba en fase de negación. No aceptaba la ruptura. Una  pregunta, para la que no encontraba respuesta, rondaba su cabeza, «¿por qué?».

Como seres humanos tenemos una imperiosa necesidad de conocer los porqués de las cosas. Y lo hacemos desde niños, cuando dejamos perplejos a nuestros padres con preguntas que no siempre saben responder.

Pasado un tiempo, Manuel comenzó a leer. Días después, alternaba la lectura con la asistencia a salas de cine y solitarios paseos.

– Si veo las historias de otros, si leo sobre otras personas y sus problemas, los míos se diluirán pensaba Manuel.

Adictos voraces a las historias

Los seres humanos somos consumidores voraces de historias. No solo nos estamos contado hiatorias, sino que, además,  nos estamos nutriendo de las historias de los demás. Cada día, escuchamos cientos de ellas. En el trabajo, en el supermercado, en nuestra propia casa, en la cafetería. O mientras escuchamos el tiempo de los oyentes de los programas de radio.

Nos hacemos adictos a una o varias series de televisión. Las esperamos con avidez semana tras semana, una temporada detrás de otra. Ser seguidor de una u otra nos da estatus y nos proporciona identidad, de mismo modo que ser fan de Adèle o del grupo de rock Foo Figthers.

Escribimos centenares de wasaps al día. Publicamos en nuestra página de Facebook. Subimos nuestras fotos a Instagram, o recomendamos un hotelito rural en una página de viajes. Y retuiteamos los mensajes que otros escriben. Etcétera, etcétera.

No estamos escapando de nuestra vida, como pensaba Manuel. No nos estamos, sin embargo,  disolviendo en las historias de otros para olvidar la nuestra. Nuestra mente se está estimulando, está aprendiendo. Estamos experimentando emociones. Estamos, en definitiva, aportando profundidad y sentido a nuestros días. Así lo explica el guionista Robert McKee, el guionista y autor de un libro de referencia, El Guión (Alba Editorial, 2002).

Escondida en las profundidades de esos personajes y sus conflictos, hallamos nuestra propia humanidad. –Robert McKee.

Esta es, en conclusión, la razón por la que vamos al cine o leemos una novela. Para acceder a un mundo nuevo y fascinante, para suplantar virtualmente a los personajes de la pantalla o a los literarios. Para identificarnos con uno o con varios de ellos. Nuestra realidad cotidiana se alimenta también,  con las realidades de otros, para dar sentido a la nuestra.

Las historias de otros

Volvamos a Manuel, el protagonista de esta nota. Con el paso del tiempo, Manuel acabó entendiendo que muchas de sus lecturas, que muchas escenas vistas en tantas películas, eran piezas en su personal rompecabezas. Y, finalmente, acabaron encajando

En una narración cinematográfica o literaria, se revelan, en consecuencia, los conflictos humanos. Conflictos, situaciones y personajes que nos resultan familiares, porque dan sentido a nuestra existencia. Porque nos marcan el camino que queremos seguir.

En consecuencia, analiza tu serie favorita. Tu libro favorito. Tu película. ¿Por qué lo son? ¿Qué tienen sus personajes que te engancha? ¿Cuáles te causan rechazo? 

– Esto es raro desde el punto de vista moral– dice mientras le ofrece un fajo de billetes.

Ya no es raro– le contesta el otro aceptando el dinero.

(Escena del capítulo final de Breaking Bad, serie galardonada con un Premio Emy 2014 al mejor guión).

 

 

Foto: Álvaro Rey.

 

Tengo más de 30 años de experiencia en comunicación. He convertido mi pasión, el Storytelling, en mi trabajo. Ayudo, por eso, a empresarios, emprendedores y profesionales a definir su Identidad, descubriendo su historia. Soy Coach de Storytelling y Marca Personal. Soy un infatigable lector. Me apasionan la novela negra, el jazz y la ópera.

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