Rojo

RELATO

 

Kore, sore, are, dore. Repasaba los pronombres demostrativos cuando recibí la llamada de papá.

Franco Chiaravalotti, Veinte mil

 

ROJO

 

Kore, sore, are, dore. Papá me llamó. No le hice caso y seguí con los demostrativos japoneses. Vino a mi cuarto y me gritó. Le dije que mis amigas tienen extraescolares y aprender japonés es la mía, aunque la haga por mi cuenta. Cogió algunos ejemplares de mi colección de manga y los metió en una bolsa. Y dio un portazo. Mamá piensa de mí que soy una friki y se ríe. A papá, sin embargo, no le gusta que me pinte los labios como si fuera una geisha y que coma con palillos. Mamá le dijo a papá que qué iba a hacer con la bolsa y él dijo que la iba a tirar, y mamá dijo que eso estaba mal. Y se gritaron. Me tapé con la almohada. Kore, sore, are, dore. Por la noche bajé al contenedor, como una ladrona: encapuchada. Vi como caían mis comics en el camión de la basura, junto con unos briks de leche. Mis vecinos no saben reciclar. ¡Crash! ¡Crash!, y ya está. Kore, sore, are, dore. Voy a pintarme los labios de rojo para ir al instituto.

Tintineos

RELATO

 

Tintineos

 

Las puertas del autobús escolar se cierran con un ligero soplido. Desde la acera, una mujer con vaqueros ceñidos lanza besos desmedidos a su retoño, a través del cristal.
—Nena, que no se va a la guerra —le dice una mujer con un lunar en la comisura del labio superior.
—Chicas, que nos quedamos sin mesa —apremia una rubia llamativa.
Junto a las cristaleras que dan a la calle, una chica teclea en un ordenador portátil. Se coloca unos auriculares y otea entre la clientela habitual a esa hora: las madres.
Las tres mujeres atraviesan la maraña de conversaciones.
«Mi marido se va de congreso a Nueva York?». «Qué se habrá creído esa profesora…». «Mi niña se pasa la tarde estudiando…». «Qué tiempo tan raro». «No me digas que ya tiene novia»…
La cafetera lanza gemidos de vapor, que se desvanecen aromatizando el local.
Se sientan en la única mesa libre.
—El chino si que tiene futuro, el francés ya no es lo que era —dice la mujer del vaquero ceñido, dejando un rastro de carmín en el borde de la taza.
—¡Qué no, te pongas como te pongas. No…! —dice la mujer del lunar. contestando al teléfono, y añade—: ¡Dos churritos, guapa!… No, no, que no es a ti, es a la camarera.
—Mi marido dice que donde esté un buen francés… —La rubia llamativa toma la raza con el meñique levantado.
—¡Menudo golfo! —apostilla la del vaquero ceñido.
—¿Habéis visto esa peli de Georges Clooney en la que se enamora de una policía? Cómo le queda al tío la camisa blanca… —suspira la rubia llamativa, dejando caer los párpados.
—Y luego miras tú al que tienes en la cama al lado y se te cae el alma a los pies… —dice la del vaquero ceñido, riendo —. ¿Y esta con quien habla?
—Yo esta tarde tengo pedicura —dice la mujer del lunar en el labio, que sigue al teléfono—: ¡Qué no,…! Bueno, ya lo hablamos esta noche, pero no pienses que…
—Qué mona es la camarera nueva —dice la rubia llamativa.
La mujer del lunar cuelga sin despedirse.
—Ya estoy con vosotras….¿De qué habláis? —les dice a las otras dos, y a la camarera—: Nena, que te perdido la leche caliente.
—Me voy a pilates, que llego tarde —dice la rubia llamativa, levantándose.
—Qué desagradable eres, hija. Ahora que he dejado el teléfono —dice la del lunar—. Te llamo esta tarde.
—Llámame a mí también y te cuento lo de las clases de chino.
—¿De qué chino hablas, nena? —dice la de mujer del lunar, cruzando la puerta.
La camarera mona recoge tazas, vasos, platos, que hacen tintín, rompiendo el silencio de la cafetería vacía. Huele a pan tostado. La chica del portátil se quita lo auriculares y desliza un beso sobre su mano a la rubia del vaquero ceñido, que había girado la cara.

 

 

 

 

 

 

 

A quien se atreva a leerme

Con el desafiante título de A quien se atreva a leerme, Eduardo Martíez Rico acaba de publicar su decimoséptimo libro, un recorrido por su carrera literaria en 82 relatos, escritos en diferentes épocas de su vida. «Es una antología, no una recopilación», afirma Martínez Rico.

A QUIEN SE ATREVA A LEERME, Eduardo Martínez Rico. Imágica Narrativa, 2023. 313 páginas.

 

Estos relatos están escritos a lo largo de veinte años. «He cambiado mucho desde que comencé a escribir. He tenido muchos estilos a lo largo de mi vida. Creo mucho en el estilo». Muchos de estos relatos son inéditos, otros han sido publicados en periódicos, revistas y blogs, y más recientemente en la revista literaria digital Zenda, donde Martínez Rico colabora habitualmente.

A quien se atreva a leerme se abre con el relato que da título al volumen (aquí puedes leerlo) y se cierra con el cuento El arco iris, escrito «en momentos oscuros de la pandemia».  Ambos relatos, con innegables tintes autobiográficos, son una reflexión sobre el oficio de escribir. En el títulado Personajes reales se hace lo propio sobre el personaje y la ficción. «Los escritores somos raros y sospechosos—dice Eduardo Martínez Rico—. Nos dedicamos a hacer pensar, a hacer soñar. Nos deberíamos dedicar a despertar a la gente.  Escribo porque quiero ser escritor, porque siempre he querido ser escritor».

El resto de cuentos van desde recuerdos, historias cotidianas e historias sobre el poder,  el deseo y la familia,  hasta textos oníricos que bordean el psicoanálisis.

Eduardo Marínez Rico (Docctor en Filolagía Hispánica) es un escritor prolífico. Entre otros libros, es autor de ocho novelas (tres de ellas históricas, dedicadas respectivamente a las figuras de Fernando el Católico, El Cid y Carlos V), una biografía (Pedro J. Tinta en las venas), tres libros de entrevistas  y tres ensayos, entre los que destaca La guerra de las galaxias. El mito renovado (Imágica, 2017), varias veces reeditado.