Creencias, o los agujeros de un queso Gruyère

Actuamos de acuerdo a nuestras creencias. Algunas de esas creencias están instaladas en nosotros desde nuestra infancia. Otras las hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida.

Posiblemente, hoy mismo — o ayer, o la semana pasada— de manera inconsciente, una creencia se ha instalado en ti. Exactamente como si fuera un programa de ordenador. Una instalación en la que, sin embargo, no has pulsado la casilla «Acepto».

o sea, que SOMOS LO QUE PENSAMOS, PORQUE SOMOS EN LO QUE CREEMOS

 

La historia que quiero contarte a continuación es el relato de un cambio en mi personal sistema de creencias. La historia transcurre en una quesería, en un pueblecito suizo, en el valle del río Emme.

Lagos, montañas y vacas felices

 

Los lagos en Suiza son como espejos, las montañas son insultantemente verdes y las casas tienen las ventanas llenas de geranios. O sea, como en las postales.

De postal era también el anciano de cara rosada que llegó a la quesería que yo visitaba. Vestía  pantalón corto y peto de cuero. y un sombrero tirolés. Con su pluma y todo. El hombre conducía una bicicleta con un carrito enganchado en el que había colocados nueve cántaros de leche. Descargó su mercancía y se marchó. Como tantos campesinos del valle del  río Emme, en el cantón de Berna, este hombre deja —antes de que se haga de día— su producción lechera para la elaboración de queso.

Después de ver el proceso de elaboración del queso, me llevaron a una gran cava donde las ruedas de queso maduraban. El olor era fuerte. Hacía frío. El cuidador de este proceso es el maestro afinador. Llevaba unas gafas doradas metálicas, bata blanca y un delgado martillo metálico con el que golpeaba los quesos. Luego ponía la oreja y escucha. Solo con escuchar sabía en qué punto de maduración estaban los cientos de quesos de la cava. ¡Impresionante!

El maestro afinador rompió una creencia muy arraigada en mi. Y creo que en miles de personas, los famosos agujeros del queso Gruyère. ¿Quién no ha dicho alguna vez que una cosa está más agujereada que un Gruyère?

EL QUESO GRUYÈRE NO TIENE NI UN SOLO AGUJERO

 

El queso que tiene agujeros es el queso Emmentaler, el queso que yo había estado viendo producir, y que debe su nombre al cercano río Emme. Los agujeros se producen cuando explotan las burbujas de CO2 durante el proceso de fermentación. Y lo que el maestro afinador escuchaba eran las vibraciones que se producen en los huecos al golpear con el martillo.

¿Qué te sugiere esta atenta manera de escuchar del maestro afinador, respecto a tu manera de ejercer la escucha?

La foto que está en la cabecera de este artículo y la que tienes aquí más abajo, demuestran lo que te he contado.

creencias-comportamientos

Sistemas de creencias

 

Ya por la tarde, después de comer, salí a pasear junto al río Emme. Inconscientemente, comencé a tararear algunos versos de la canción que compuso Luis Eduardo Aute, De paso, que él mismo cantaba. Y Ana Belén.

«… Que no, que no, que el pensamiento 
no puede tomar asiento, 
que el pensamiento es estar 
siempre de paso, de paso, de paso…»

No lejos de mí, algunas vacas rumiaban tranquilas. Aunque estaba muy cerca ni me miraban. Parecía que para ellas no existiera otra cosa que cortar la hierba con su hocico y rumiarla muy lentamente.

¿Qué te sugiere el verbo rumiar trasladado a tus pensamientos en ciertos momentos del día? ¿Qué te sugiere esa actitud de las vacas, centrada exclusivamente en tomar hierba sin atender a ninguna otra cosa?

Las campanitas que colgaban de los cuellos de estas vacas pardas sonaban con la misma cadencia con la que sus bocas engullían la hierba. Sí, he dicho campanitas, y no cencerros. No todas las vacas de Suiza tienen cencerros. Se me había caído otra creencia. Que solo había cencerros se debe —en mi caso— a que había visto postales y calendarios suizos en los que solo se mostraban cencerros.

Era, en consecuencia, mi  sistema de creencias, que respecto a Suiza, estaba formado —entre otras cosas— por las postales, el peto de cuero y los sombreros tiroleses, los agujeros del queso, los cencerros…

Revisa alguna de las cosas en las que crees, ¿cuántas creencias tienes como las que acabo de contarte?

De creencia en creencia, hasta la victoria final

 

De acuerdo a lo que creemos, así pensamos; y tal como pensamos, actuamos. El conjunto de estos pensamientos configuran nuestro comportamiento. Este comportamiento sería la manifestación exterior de lo más profundo de nuestro ser,  nuestras creencias. Y estas creencias están colocadas muy cerca, como si fueran un chalé adosado, de nuestros valores. Nuestro sistema de valores son consecuencia de nuestro sistema de creencias.

Se habla mucho de cambio, pero ¿qué es el cambio? ¿Qué significa, realmente, cambiar? Cambiar no es otra cosa que modificar nuestras creencias. Este es, por tanto, el auténtico cambio. Cualquier otro, es pura cosmética, y dura lo que te dura un perfume sobre la piel. Y, por eso, es tan difícil cambiar.

Nada cambiará, sin embargo, si no te haces preguntas.

¿Qué piensas sobre ti ? ¿Cómo afectan estas creencias a tu felicidad? ¿Qué piensas sobre los que te rodean? ¿Y sobre la vida?  ¿Qué te impide cambiar?

 

 


Fotos: Cortesía de Quesos de Suiza, www.quesosdesuiza.es

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Instrucciones para fracasar mejor

Fracaso es una palabra tabú. ¿Acaso quien en España fracasa, no queda estigmatizado de por vida? Pues ya que fracasas, tienes que hacerlo a lo grande. Esta es la tesis que mantiene Miguel Albero en Instrucciones para fracasar mejor, un sustancioso, ameno y muy interesante ensayo.

Miguel Albero no solo le quita hierro al término fracasar, sino que lo hace de una manera divertida. Pero hacerlo de esta manera no le resta ni un ápice de seriedad al libro. Instrucciones para fracasar mejor es, además de un ensayo muy documentado, un texto deliciosamente escrito.

INSTRUCCIONES PARA FRACASAR MEJOR. Una aproximación al fracasoMiguel Albero. Abada Editores, 2013.

Hasta donde me alcanza la memoria, no recuerdo que se haya hablado tanto y tan concentradamente del verbo «fracasar» como tras la celebración de las elecciones de generales españolas de diciembre de 2015.

De fracaso han hablado los medios de comunicación y los ciudadanos. También han hablado de fracaso quien menos me esperaba que lo hicieran: los políticos. Esta borrachera de inusitada sinceridad, en mi opinión, tiene truco. Ha habido fracaso, sí. Todos lo reconocen abiertamente.  Pero los culpables son siempre los otros. Ahí esta el truco.

Sé que todo va a acabar en fracaso. Yo mismo. Vos también.

—JUAN CARLOS ONETTI

Actualidad del fracaso

 

Coincidí con Miguel Albero a finales de diciembre de 2013 en la presentación de un libro de poesía.  Días antes se había publicado su nombramiento como Embajador de España en Honduras. Instrucciones para fracasar mejor es «un ensayo gamberro», me confesó Miguel en un aparte.

Y es verdad. Este es un texto con mucha guasa, fresco y cargado de ironía. Dónde quizás esta ironía cobra sus mayores cotas sea en lo que el autor denomina el «fantástico mundo de la autoayuda, cómo fracasar y no morir en el intento» (Capítulo 6º).

Instrucciones para fracasar mejor fue seleccionado en 2013 como uno de los  diez  Mejores Libros de Empresa del Año, a juicio del Jurado del Premio Know Square. Miguel Albero me mostró su extrañeza por esa selección. Le recordé entonces un estudio del Circulo de Empresarios (2009), relativo al emprendimiento, en el que se decía (pág. 6 del estudio) que «a diferencia de lo que sucede en otros lugares, en España no se termina de asimilar que en no pocas ocasiones un fracaso inicial es un primer paso hacia el éxito de la actividad emprendedora».

El fracaso en los negocios ocupa precisamente parte del mencionado sexto capítulo, «Actualidad del fracaso». Tenía sentido, por tanto, la  inclusión de este texto en la lista de libros de empresa.

fracasar, Don Quijote contra los molinos
Fracasar no es una opción. Solo se puede fracasar mal o hacerlo mejor. —Miguel Albero

Instrucciones para fracasar mejor: naufragar, tal vez ser inmortal

 

En el Capítulo 2º  se estudia la curiosa etimología del  término fracaso, vinculada inicialmente a la idea de «naufragio». Fue después de la derrota en 1588 de la Grande y Felicísima Armada de Felipe II frente a las costas británicas, cuando el vocablo adquiere otro sentido: «tener resultado adverso».

«SIN ESTRÉPITO NO HAY FRACASO» —MIGUEL ALBERO

 

Desde entonces, el fracaso ya no es solo un error, es un proyecto frustrado. Si para Felipe II aquella derrota fue un grandísimo fracaso, para los ingleses fue un enorme victoria y denominaron por eso a aquella Flota, la Armada Invencible. ¿Acaso Felipe II fue consciente de que aquella derrota hubiera cambiado los destinos del mundo?

En el Capítulo 3º («Literatura del fracaso: el fracaso en la filosofía»), Albero hace un repaso histórico del fracaso. Desde los filósofos griegos hasta nuestros días: Sartre, Ciorán, Unamuno, Ortega, Blumenberg, Jean Lacroix.

Quien no ha fracasado no se conoce a sí mismo.

JEAN LACROIX

En el Capítulo 4º («El fracaso en la literatura») hay un recorrido por el fracaso como tema literario. Cien años de soledad , La conjura de los necios, cuyo autor, John Kennedy Toole, no la vio publicada en vida. Se suicidó porque nadie había querido publicarla. O el Quijote, la primera novela moderna.

En Don Quijote hay una asunción previa del fracaso, que no excluye ni impide la aventura. — MIGUEL ALBERO

 

fracasar, Don Quijote lucha contra los molinos

 

Y como flor de fracasos en la literatura, Miguel Albero escoge  a Scott Fitzgerald, del que dice que es el fracaso del llamado Sueño Americano. «El fracaso no es el lado oscuro del Sueño Americano — dice Miguel Albero—.  Es, antes bien, su cimiento.» El concepto  Sueño Americano se forjó en una situación particularmente penosa,  el crack bursátil de 1929. Y aquí Albero cita a Scott Sandage, autor de Born Loosers (Nacidos perdedores), cuyo subtítulo es Una historia del fracaso en Estados Unidos.

El Sueño Americano nos da a cada uno de nosotros la posibilidad de ser un fracasado de nacimiento.

—SCOTT SANDAGE

¿NO ES STA FRASE UN INVITACIÓN A SALIR EN BUSCA DE FORTUNA?

 

Pero hacerlo de la forma en que lo hizo Don Quijote, sabiendo que se puede fracasar.  Y Don Quijote fracasó a lo grande. Sin complejos.  Y se hizo inmortal. Instrucciones para fracasar mejor, además de ser un libro divertido —«gamberro»—, documentado y hondo, es un texto que elimina complejos.

LAS INSTRUCCIONES

 

No desvelaré cuáles son las instrucciones para fracasar mejor.  A ellas está dedicado íntegramente el Capítulo 7º. Si las develara, estaría diciendo como acaba la película… (La película en las que se explaya el autor en este capítulo final).  Revelar las «instrucciones» es solo potestad del autor y  —acaso— ir descubriéndolas el lector, según avance en la lectura del libro. Así,  el lector llega al final sabiendo (casi) tanto como el autor.  Miguel Albero, sin embargo, va sembrando su texto de pistas . Algunas, en justa correspondencia, están también en este artículo.

 

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Cómo salir de la zona de confort. Un ejemplo

Al igual que los pantalones pitillo o las corbatas de flores, hay palabras –o frases,  incluso conceptos– que se ponen de moda. Están en boca de todos. Uno de estos conceptos es, sin duda, la conocida como zona de confort.

La zona de confort, ¿un estado mental?

 

La primera vez que escuché hablar de la zona de confort, fue en la escuela donde cursaba mis estudios de coaching. En mi mente se dibujó instantáneamente una imagen: mi sillón de lectura favorito. No es eso, y que pensar así era pensar en pequeño—me explicaron—, que el asunto era más complicado. Pensé entonces en la canción de Billy Joel, New York state of mind. Vas más encaminado, me dijeron entonces. Entendido el mensaje.  La zona de confort, ¿es entonces un estado mental?

¡AY, LA MENTE! ¡CUÁNTAS ALEGRÍAS NOS PROCURA, CUÁNTAS TRAMPAS NOS DEPARA!

 

Son incontables los gráficos y mensajes que circulan por las redes haciendo alusión a zona de confort, bien invitando a salir de ella, o bien incitando a vivir fuera de su ámbito de influencia. ¡Cómo si fuera tan fácil! No puedo, por eso, evitar pensar al ver esos mensajes, en si quienes los lanzan (y quienes masivamente los comparten) viven dentro o fuera de su zona de confort.

¿Acaso han conseguido traspasar esa imaginaria línea y abrazar lo desconocido, siquiera una vez? O ¿quizás estén solamente expresando un más que loable deseo?

Salir de nuestra zona de confort no es solo deseable. Es también saludable. Pero ni es fácil salir ni es oportuno estar fuera de ella de manera permanente. Soy consciente de resultar políticamente incorrecto al hacer esta afirmación. Pero, del mismo modo que necesitamos el día y la noche, o el verano y el invierno, para ajustar nuestros ciclos vitales, no podemos estar permanentemente viviendo fuera de nuestra zona de confort. 

La gestión de la tensión emocional que se produciría, nos generaría un elevado consumo de nuestras energías. Y además, nos habríamos instalado en una nueva zona de confort.

O sea, hay que estar entrando y saliendo. Como cantaba Billy Joel en New York state of mind,  «aunque viaje, aunque me vaya lejos, mi estado mental es Nueva York».

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De oca a oca, y tiro porque me toca

 

El 25 de febrero de 2016, Mario Alonso Puig hizo la siguiente afirmación durante la presentación de su último libro, El guardián de la verdad y la tercera puerta del tiempo.

«Hay que trascender la mente. Cuando algo de verdad te importa, has de trascender, ver lo que la mente está haciendo. Todos tenemos fuerzas increíbles, competencias que no creemos tener.» 

El libro presentado es una novela, una salida flagrante de Mario Alonso de su zona de confort. Hasta ahora solo había escrito ensayos.  Seis. Con un más que satisfactorio volumen de ventas, dijo su editora en la presentación. Si tan bien le iba, ¿por qué entonces no hacer lo mismo que hasta ahora había estado haciendo? ¿Por qué aventurarse en la narrativa, un terreno «desconocido» hasta entonces para él?

Escribir un nuevo ensayo suponía continuar en su zona de confort, ese imaginario lugar donde te sientes cómodo, porque es lo que conoces. Escribir una novela supone saltar hacia lo que se denomina zona de pánico, un lugar desconocido en el que se encuentran los retos, los sueños. Mario Alonso Puig se situó en esa región. «El mundo es del tamaño de tus sueños»— dijo.

Pero para cruzar desde la la zona de confort a la zona de pánico, el doctor Alonso Puig necesitó antes pasar por un estadio intermedio,  la conocida como zona de aprendizaje, un territorio donde nuestra visión del mundo se amplia.

Predicar con el ejemplo

 

A Mario Alonso Puig hay que agradecerle (al menos) dos cosas: una, su incuestionable capacidad didáctica, y dos, que predica con el ejemplo.

«Si bien es cierto– afirmó nuestro más internacional divulgador­– que siempre tuve la inquietud por escribir una fábula, era algo intrascendente». Hasta que algo hizo clic en su cabeza y llegó el descubrimiento. «Tardé seis meses en que me salieran las las primeras cosas, seis meses reflexionando, seis meses en que no me salía ni un solo personaje, seis meses reflexionando».

Seis meses en la zona de pánico, en la que nada parece que sale.

El cerebro humano solo es creativo cuando los llevas al límite. La creatividad es parte de nuestro ser y estar en el mundo. La mayor parte de los fracasos es por falta de fe, por tirar la toalla. —MARIO ALONSO PUIG

Seis meses, por tanto, viviendo a caballo entre su zona de aprendizaje y su zona de pánico: «Toda mi actividad mental estaba ocupada en la novela».  Para volver de nuevo a su zona de confort, donde está lo que sabía, lo que tenía, el lugar donde estaban sus  recursos.  Y los encontró. «Un día me puse delante del ordenador y escribí el libro en dos meses».

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Madera de líder

 

No es la primera vez que Mario Alonso Puig nos cuenta sus vicisitudes para escribir un libro. Lo que vivió para escribir Madera de líder , su primer libro, lo contó en su discurso de agradecimiento por el Premio Know Square a la Trayectoria Divulgativa Ejemplar 2014. Todos sus libros los presenta en la Fundación Rafael del Pino.

 

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