La inteligencia ejecutiva, el gran director de orquesta

La inteligencia ejecutiva es, según José Antonio Marina, como un gran director de orquesta. Toma decisiones, organiza todo el talento humano,  y une también  inteligencia que conoce con la inteligencia que busca lograr una meta. La inteligencia ejecutiva es la que organiza todas las demás.

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«El conocimiento está al servicio de la acción, la emociones están al servicio de la acción. Y la inteligencia ejecutiva es la encargada de dirigirlos». —José Antonio Marina

LA INTELIGENCIA EJECUTIVA. Lo que los padres y docentes deben saber. José Antonio Marina. Ariel,  2012.

 

Elegir una meta, movilizar los conocimientos, las emociones y la energía para intentar alcanzarla la meta fijada. O sea, ser inteligente, porque esto es, en palabras de José Antonio Marina, la inteligencia de cualquier ser humano: «La capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones».

El director de orquesta

La inteligencia ejecutiva es como un gran director de orquesta.  Toma decisiones, organiza todo el talento humano,  une la inteligencia que conoce con la inteligencia que busca lograr una meta. Esto es poner en marcha una de las funciones cerebrales más importantes, la función ejecutiva:

Toda aquella operación mental que permite elegir objetivos, elaborar proyectos, y organizar la acción para realizarlos. Son las destrezas que unen la idea con la realización.

— JOSÉ ANTONIO MARINA

Será el tiempo y los resultados quienes, en consecuencia, muestren si se ha usado de «manera inteligente» la inteligencia. Es decir, si se ha definido bien la meta.

Estructura del libro La inteligencia ejecutiva

Los ocho capítulos de este volumen están divididos en tres partes y un Apéndice.

    1. Exposición teórica
    2. Asistencia al ficticio Congreso (El Apéndice contiene el discurso de clausura del Congreso)
    3. Participación en Talleres sobre educación, habilidades y solución de trastornos.

La celebración de un ficticio «Congreso virtual sobre Inteligencia Ejecutiva» es un ardid narrativo que utiliza el autor para conducir a los lectores de manera amena y didáctica hacia el concepto de inteligencia ejecutiva. Es una sencilla y pedagógica manera de contar el intrincado y apasionante mundo de la mente humana. Sin abrumar, en el habitual tono divulgativo de Marina.

En los pasillos del ficticio Congreso virtual, el autor aprovecha para «dialogar» con los ponentes. Sobre todos ellos se eleva la gran figura— en opinión de Marina— de la nueva ciencia de la inteligencia ejecutiva: Antonio  Damasio.

Otro interesante artilugio narrativo de este libro, es la introducción de la figura de un imaginario periodista becario que ha de informar del desarrollo del Congreso. El becario, dialoga con José Antonio Marina, asiste a la ficticias conferencias, o escucha las conversaciones del autor con los científicos asistentes. Y tuitea sus conclusiones

La figura del becario sugiere a quien escribe estas líneas, la manera —muy propia de los tiempos que vivimos— que se tiene de juzgar las cosas a primera vista. O por los titulares de los periódicos. O por lo que dicen las redes sociales.

La vida es demasiado complicada para contarla en un tuit»

— JOSÉ ANTONIO MARINA

A medida que el becario va escuchando las intervenciones del ficticio irá  aprendiendo a elaborar una pedagogía de la atención y del autocontrol . Y de la perseverancia.

La inteligencia ejecutiva, una casa con dos plantas

Tras la gestión de la inteligencia ejecutiva están, entre otras cosas, la constancia, el control del tiempo, la procrastinación, la pasividad, la elaboración de metas, la generación de proyectos y la rigidez de pensamiento o el carácter —incluido el fanatismo—, y gran parte de los fracasos educativos. Todos ellos son procesos ejecutivos. En consecuencia, aquellos que permiten elegir objetivos, elaborar y organizar la acción para realizarlos.

Para Marina, la estructura básica de la inteligencia es un edifico de dos pisos.

    • Piso de abajo: La sala de máquinas, donde está la inteligencia generadora. Es la que capta, elabora, mezcla y produce cosas. Solo una parte de esta inteligencia es consciente. La que no lo es, la denomina el investigador el Nuevo Inconsciente, sobre el que hay que actuar, para educarlo, en la línea que sugieren los estudios de Antonio Damasio.
  • estudio danza de dos pisos, la inteligencia ejecutiva
    Foto: De la exposición de trabajos fin de curso alumnos Escuela de BBAA de Ciudad Real
    • Piso superior: La cabina de mando.  Aquí se alojan las funciones ejecutivas, las que buscan ordenar todas esas ocurrencias que se producen en la sala de máquinas. Este es el gran objetivo de las funciones ejecutivas: dirigir bien la acción, mental o física.

El bucle prodigioso

«La educación nos define como especie. En cada niño tenemos que reinstaurar los logros humanos, concentrados en la cultura.» —José Antonio Marina

En el frontispicio de la Introducción del libro La inteligencia ejecutiva, el autor coloca una cita de Hegel, relativa al triunfo de la verdad. Este se produce cuando «le ha llegado su momento». En consecuencia, Marina afirma que los tiempos que vivimos son muy emocionantes. Va a cambiar el concepto de inteligencia, lo que obliga a cambiar el sistema pedagógico.

Nuestras posibilidades son mayores de las que creíamos. Educar es cambiar el cerebro. Somos capaces de rediseñar nuestro cerebro. Esto es lo que Marina llama el bucle prodigioso. O sea, cosas que nuestro cerebro produce actúan sobre el cerebro, cambiándolo.

 

 

El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo

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El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo propone una filosofía de gestión empresarial de la incompetencia. La palabra incompetencia, así, de pronto, asusta. Gabriel Ginebra ha hecho de ella , sin embargo, su objetivo.

Se llega a la incompetencia a través de la supercompetencia, que no es otra cosa que la competencia pasada de rosca. –Gabriel Ginebra

EL JAPONÉS QUE ESTRELLÓ EL TREN PARA GANAR TIEMPO.  Por qué nos volvemos incompetentes y cómo lo gestionamosGabriel Ginebra. Conecta, 2012.

 

Gestión de la incompetencia

El estudio que Gabriel Ginebra hace de la incompetencia es una especie de cruzada que comenzó con Gestión de incompetentes (Libros de Cabecera, 2010). Su premisa de partida era entonces «que la gestión de personas era fundamentalmente gestión de incompetentes».

El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo da un paso más. Esta es la manera crítica («pero en ningún caso es cínica») de Gabriel Ginebra de decirnos que todos somos incompetentes. Porque las empresas y las personas podemos mejorar. Eso sí, pasito a pasito. El punto de partida de cualquier aprendizaje está en la toma de conciencia de la propia incompetencia. La filosofía de la Gestión de la Incompetencia pivota en torno a esta idea: 

Pensar en cambiar a las personas en lugar de pensar en cambiar de personas.– Gabriel Ginebra

El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo se articula en dos partes diferenciadas en estilo y contenido.

  • La primera es una descarnada crítica de la gestión todopoderosa y maximalista que convierte a la empresa en una «institución barroca», perdiéndose progresivamente el sentido de la realidad.
  • En la segunda parte, escrita en un tono más amable, se propone una forma alternativa de gestionar, el management con minúscula, aquel que mira los problemas de la empresa y sus incompetencias desde un paradigma más cercano y posibilista. Una mirada inspirada en los cuadros de Vermeer, el pintor holandés de lo cotidiano. Una mirada que sugiere que «los mayores descubrimientos provienen de lo más cercano».

La excelencia conduce a la incompetencia

El 25 de abril del 2005, Ryujiro Takami, conductor de tren de la West Japan Railway Company estrelló el tren que conducía. Llevaba ochenta segundos de retraso acumulado. Estaba nervioso bajo la amenaza de una sanción, que podría acarrearle incluso el despido, mientras que por línea interna recibía las órdenes – y con seguridad, una bronca–  de su supervisor. Takami aceleró y descarriló el tren, ocasionando un centenar de muertos y mas de quinientos heridos.

Gabriel Ginebra utiliza este accidente como metáfora para ejemplificar los males que aquejan a muchas empresas. La búsqueda de la excelencia conduce a la incompetencia. El camino del orgullo, el creernos más competentes que nadie, conduce derecho a la catástrofe. «La cultura dominante nos impulsa a cometer errores que no habríamos cometido si no estuviésemos obsesionados por hacer las cosas bien.

Hay un exceso de rigor, un exceso de planificación, un exceso de gestión y organización. No reina la confianza, hay miedo. Todo se vuelve urgente y estratégico. Ya no se distingue lo sustantivo de lo accesorio. La empresa se vuelve barroca, cargada de objetivos e hiperactiva. Exigir demasiado, el exceso de normas, subir el listón buscando la excelencia, hace descarrilar. Este es el núcleo del análisis que conforma la primera parte del libro.

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Peter, Murphy y otros filósofos implacables

Gabriel Ginebra fundamenta su propuesta en lo que denomina escuela de management de la incompetencia,  cuyos máximos exponentes son la Ley de Murphy, el principio de Peter, la Ley de Parkinson, y la tira cómica del economista y dibujante Scott Adams, creador del personaje Dilbert.

Estos principios son «mucho más que una bufonada humorística», y contribuyen, en opinión del ensayista, a desenmascarar de manera implacable la ilusión de una empresa guiada por el principio de excelencia.

La enunciación de estas leyes y principios son mayoritariamente paradojas. Y sobre paradojas- ya lo es el título del libro- y vivencias personales construye Ginebra los seis primeros capítulos de la primera parte de El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo. Están escritos con frase cortas y sentenciosas. «El incompetente se cree competente; el competente se considera incompetente». «Tomar conciencia de la propia vulnerabildad proporciona fortaleza. Los directores generales de las empresas fracasadas se dedican a eliminar a todo aquel que no les apoye incondicionalmente». Etcétera. Etcétera.

Una propuesta alternativa, de quien transita, en fin, en dirección contraria a la corriente dominante

Abogo por recuperar la idea de que hay cosas para toda la vida. La empresa de toda la vida, el empleado de toda la vida. –Gabriel Ginebra

Management se escribe con minúscula: la mirada de Vermeer

El pintor holandés Johannes Vermeer puso su mirada en lo cotidiano. Sus cuadros son fotografías de lo cotidiano. Como alternativa a las ideas imperantes en la dirección de empresas, en la segunda parte de este polémico ensayo, Ginebra, propone la mirada «a lo Vermeer». Se aboga así por un management con minúscula. Es lo opuesto a una dirección omnipotente que aspira a conocer y controlar todo, que se enfada y se considera fracasada si no lo logra.

  1. Un management incompetente. Además de tener grandes aspiraciones, asume sus pequeñas miserias, como el cansancio y la pereza que provoca el trabajo de cada día.
  2. management pacífico, porque va a su ritmo y tiene paciencia, que busca mejorar un poco cada día.
  3. management a la contra, porque no se basa en el principio de buscar la excelencia sino en el de alcanzar la suficiencia.
  4. El management con minúscula, porque no grita, porque está cerca. Trabajar con los de siempre y en lo de siempre, con palabras sencillas. Jefe en lugar de líder o ventas en lugar de marketing.

¿Y si levantáramos el pie del acelerador?

Como los antibióticos, éste es un libro de amplio espectro. Va dirigido a directivos como a empleados. Incluso a aquellos que hayan decidido emprender en solitario. Porque nuestra actitud dentro de la empresa es, en buena medida, la misma que adoptamos cuando estamos fuera de ella. Y viceversa.

Las organizaciones son el reflejo de cómo es la mente y la acción directiva de sus actores principales.

Exactamente como en la vida de las personas. Y en la familia. Y en una pareja.

La mezcla de la formación de Gabriel Ginebra (filósofo y doctor en Organización de Empresas y MBA), el buen humor, mucho sentido común, y una gran dosis de esperanza, dan como resultado este heterodoxo ensayo.

 

El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo fue  galardonado con el Premio Know Square al Mejor Libro de Empresa de 2012

 

La procrastinación eficiente, o la perfección como fantasía

LA PROCRASTINACIÓN EFICIENTE.  John Perry.  Empresa Activa, Ediciones Urano, 2012.

La procrastinación estructurada significa organizar la estructura de las tareas que tenemos que hacer de tal manera que exploten este hecho. John Perry

Procrastinación estructurada

Hace días que tenía que haber escrito esta reseña. O tal vez, semanas. O meses. ¿Por qué lo he hecho ahora? No porque tuviera que hacerlo, sino para no hacer otras cosas. A saber: corregir las tareas de mis alumnos, leer los libros que he sacado de la biblioteca, contestar varios correos, etcétera. O sea, que lo que esto no es otra cosa que procrastinar, porque que todos los procrastinadores posponen cosas, las difieren, las aplazan.

No, no.

Este comportamiento está de acuerdo con lo que el filósofo contemporáneo norteamericano y profesor de la Universidad de Standford John Perry ha denominado procrastinación estructurada:

Una estrategia asombrosa que convierte a los procrastinadores en seres humanos efectivos, respetados y admirados por todo lo que logran hacer. John Perry

¿Qué os parece?

Si quieren saber más cosas, pueden continuar leyendo esta nota, … y así no hacéis otras cosas, tales como escribir un ensayo sobre como emplear el tiempo, realizar un pedido al supermercado o preparar un informe…

Genio y figura

Una de las nietas de John Perry tomó algunos escritos de su abuelo y los publicó en su página web. Uno de ellos, el titulado El procrastinador estructurado, generó un inesperado número de visitas y comentarios, y obtuvo el premio IgNobel de Literatura, concedido por la revista de humor científico Annals of Improbable Research. El caldo de cultivo estaba listo para que Perry hiciera “un pequeño libro”, que en España se ha publicado con el título de La procrastinación eficienteescrito en primera persona.

Es cierto, este es, en realidad, un pequeño libro de apenas cien páginas y que responde perfectamente al lema de los premios Ig Nobel, un libro que primero hace sonreír y que luego hace pensar. La procrastinación eficiente se abre con el ensayo que lo originó, que sigue al prólogo Kepa Korta, profesor de la Universidad del País Vasco, quien como Perry se define como procrastinador. Ambos, entre pinchos por la parte vieja de Donostia y vinos en La Rioja, y la pesca en lagos californianos, finalizaron un libro sobre filosofía del lenguaje. Eso sí, lo entregaron a la editorial fuera de plazo.

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La procrastinación eficiente puede leerse casi de corrido con una sonrisa y una elevación incrédula de las cejas. La primera vez. La segunda, el procrastinador se siente exculpado, porque los sentimientos de las personas que procrastinan son de culpa. O, tal vez, lo que a unos les levanta sonrisas a otros les irrite, porque los procrastinadores «ponen de los nervios» a sus compañeros de trabajo o a sus parejas. Y no digamos ya a sus jefes. Perry incluye testimonios en este sentido.

Perfeccionismo y procastinación

John Perry cree que el perfeccionismo lleva a la procrastinación. Y no al contrario. Aunque el perfeccionismo del que habla es una fantasía, no una realidad. Estas fantasías nacen de la idea de que el procrastinador piensa “erróneamente”, que ser perfeccionista entraña haber completado tareas a la perfección.

La idea que propone el profesor de Stanford es sustituir las fantasías de perfección por las de fracaso absoluto. Es decir, realizar:

Tareas no perfectas, pero sí perfectamente lo bastante buenas. Ojalá te hubieras dado permiso para hacer un trabajo imperfecto desde el principio. John Perry

Estas fantasías perfeccionistas del procrastinador le llevan a perder el tiempo y a un enorme  torbellino emocional, que tiene como consecuencia un gran desgaste energético y sentimientos de culpa y frustración. Es decir, a una considerable bajada de la autoestima.

Bajo tu responsabilidad

A ver en qué quedamos: el prologuista del libro considera que La procrastinación eficiente no es un libro de autoayuda. John Perry, sin embargo, sí lo considera como tal;  así que se permite dar algunos consejos.

  • Hacer listas, pero, tanto si la tarea es grande como si es pequeña, subdividirla en tareas más pequeñas y menos exigentes.
  • Darse palmaditas en la espalda por lo que sí se ha hecho, en lugar de machacarse cono lo que queda.
  • Establecer colaboraciones con personas que no procrastinan, para impedir que nunca se acabe nada.

Y la recomendación final de John Perry: sobre todo, disfrutar de la vida.

 

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