Conectar: historias que se convierten en relatos

 

Conectar. Esa es la clave. Es la idea que se esconde detrás de las redes sociales. Así es como nacieron. Y detrás de su nacimiento y su vertiginoso crecimiento está el storytelling: la creación y narración de historias. En muchos casos, la nuestra propia.

En la Cumbre Tecnológica del G8 sobre Internet celebrada en 2011, le preguntaron a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, acerca del crecimiento de la red social y de la influencia que iba tomando. Le habían preguntado, en realidad, por la tecnología desarrollada. Zuckerberg, sin embargo, sorprendió a todos con su respuesta:

Lo que identificamos fue algo en común que tenemos todos los seres humanos: la necesidad de compartir.

—MARK ZUCKERBERG 

Más de dos mil millones de personas al mes usan activamente Facebook en el mundo.

El periodista del New York Times, Nick Bilton, cuenta en La verdadera historia de Twitter (Gestión 2000, 2013) que Evans Williams y Noah Glass, dos de los fundadores de Twitter se sentían solos. Idearon un microblog de 140 caracteres para «compartir estado». Además de mitigar su propia soledad, querían también que la gente se sintiera menos sola. Soledad, esa era la emoción que sentían. «¿A quién— se preguntaban algunos— le va a interesar compartir información personal de un modo tan público?».

El resto es ya parte de la reciente historia de Internet.  Más de 300 millones de personas utilizan Twitter mensualmente. Y qué decir, finalmente, de las stories de Instagram.

Además de estar contándonos historias todo el tiempo, nos interesan las historias de los otros. Así es como interactuamos los seres humanos. Así lo expresa el director (turco de origen, pero afincado en Italia) de la película Harem SuaréFerzan Özpetek: 

Cuando encontramos el valor de contar nuestra historia, todo cambia. Porque en el momento mismo en el que la vida se convierte en relato, la obscuridad se hace luz, y la luz nos indica un camino.

—FERZAN ÖZPETEK

Marcos de confianza

 

Todo en nuestras vidas se mueve por historias. Lo que más deseamos es que nos cuenten una buena historia. Pero, a la vez, deseamos contar la nuestra, compartirla. Tenemos una necesidad irresistible de hacerlo. Muchas veces no sabemos a quien. Por eso nos sentimos tan bien cuando encontramos a alguien que nos escucha con atención, con lealtad. Se genera así un marco de confianza, para que relatemos lo que nos agobia o nos alegra, lo que nos hace felices o nos produce miedo.

Liberamos oxitocina cuando confiamos en alguien o ese alguien nos muestra un acto de bondad. Y la oxitocina motiva la cooperación con los demás, a través del aumento de la sensación de empatía y, por consiguiente, nuestra capacidad de experimentar emociones ajenas.

PAUL J. ZAK

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