32 maneras de saber que estás muerto

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Ya desde el título, el libro que te comento hoy, es una provocación. Su autor, Guzmán López Bayarri, provoca en el sentido estricto del término: inducir a alguien a que ejecute algo. Con este libro se incita al lector a que tome conciencia de su propia vida, que la estruje para extraerle todo el jugo que se merece.

Es una especie de termómetro, un barómetro de tu calidad de vida, una herramienta para comprobar y tomar conciencia de tu propia vidaGuzmán López Bayarri

32 MANERAS DE SABER QUE ESTÁS MUERTO, Guzmán López Bayarri, Editorial Kolima. 2013.

 

Puestos a provocar, como coach me permito preguntar: ¿cómo formularía el autor de este libro el título en positivo? El autor, probablemente, respondería al coach que un título es un título y que la formulación positiva se encuentra contenida en cada una de las 32 propuestas, que son otras tantas reflexiones sobre nuestro comportamiento cotidiano.

Creo que no he exagerado al utilizar el término provocar. Tomo al azar un capítulo, el 3. Se titula Simples amebas. Comienza como todos los capítulos, con una idea. En las páginas siguientes, da una vuelta de tuerca más a la idea inicial.  Y luego otra, hasta llegar a una reflexión final.

En el caso del capítulo 3, la idea de partida es: «No hay en la vida mayor placer que tener siempre razón. Es francamente delicioso». Y la vuelta de tuerca: «Tener razón nos proporciona un gran placer porque, en definitiva, reafirma lo que pensamos». Y otra más: «Nos enganchamos a tener razón como lo hacemos a otras sustancias. Es tan adictivo que incluso estamos dispuestos a renunciar a la felicidad por seguir imbatible en nuestras ideas».

¿Y la conclusión final?, preguntarás. ¿Por qué no respondes tú?

La letra con humor entra

Hay un viejo refrán que dice: «La letra con sangre entra». Pues eso, un refrán más que desfasado. A la vista de este libro que te comento, podría reformular aquel refrán , ajustándolo a nuestra realidad,  la letra con humor entra. Quizás por esta razón, el prólogo del libro está escrito por un humorista, Guillermo Summers.

Guzmán López, quien trabaja desarrollando el pensamiento creativo en diferentes organizaciones, pone la letra (e incluso la música). Usa escenas de películas y letras de canciones, para ilustrar sus planteamientos. Lo de poner música lo hizo este autor en el libro que antecede a éste, El jukebox del emprendedor, que siguió a Serendipity, con el que López Bayarri se dio a conocer en el mercado editorial.

Guillermo Summers, en el prólogo de 32 maneras de saber que estás muerto, califica este texto como «un valioso manual de instrucciones».

32 maneras de saber que estás muerto es, en consecuencia, un barómetro de nuestra calidad de vida. Una herramienta para tomar conciencia. Una dieta mental para que nuestro cerebro permanezca vivo, en permanente estado de alerta.

El problema no es morirse, el problema es cuando nos morimos en vida.— Guzmán López Bayarri

Te invito a que coloques dos dedos en tu muñeca izquierda y sientas tu pulso. ¿Cómo te late?

 

La aventura de reconstruirse: ¿qué quiero ser?

El miedo a hacer algo diferente, es uno de nuestros más grandes miedos. Lo desconocido nos provoca pánico, terror, y eso se traduce en ansiedad, que nos paraliza. La aventura de reconstruirse comienza por preguntarse: ¿qué quiero ser?

catedral de barcelona, la aventura de reconstruirse
Foto: José Anastasio Martínez

Javi Nieves se ha emocionado contando la noticia en la radio. Noto cómo se le quiebra la voz:

Medio millón de españoles mayores de 55 años ya no confían en encontrar trabajo. En los dos últimos años este número se ha incrementado el 21%.

La desilusión se ha apoderado de ellos, pienso. Medio millón de compatriotas que han perdido la esperanza. Esta es la noticia. La «d»  de desesperanza y de desilusión se escribe hoy con medio millón de rostros, con medio millón de historias que contar.

Pero ninguno quiere salir a contarla en La mañana de Cope, dice Javi Nieves, el director del programa. Y le flaquea la voz al decirlo. Javi es un periodista honesto, uno de esos presentadores en los que su «voz es la expresión de su alma», como escribió Leonardo Padura.  No sé si la tristeza que hay en su voz es por la noticia o porque no hay nadie que quiera ofrecer su testimonio.

Ninguno de esos miles de desempleados quiere hablar. Se sienten —quizás—avergonzados, o culpables, por estar desempleados. Igual que las mujeres maltratadas se sienten culpables, a pesar de ser ellas las agraviadas. Igual que aquellos que han sobrevivido a un atentado, soportan la culpa de estar vivos.

Medio millón de personas que arrastran los pies, y caminan con la cabeza agachada y los hombros caídos. Medio millón de personas que han colgado la corbata o que ya no se maquillan para salir a la calle, porque —dicen—: «eso es para los que trabajan». Y ya ni siquiera salen a la calle.

escaparate con maquillaje, la aventura de reconstruirse

La aventura de reconstruirse, una cuestión de actitud

Todo en la vida es una cuestión de actitud. Un curso te hace sentir vivo, te da un motivo para levantarte cada mañana, siempre que no lo consideres como una obligación.

«Quiero hacer ese curso», en lugar de, «Tengo que hacerlo»

El aprendizaje es un como una dinamo: nos mueve mientras nos recarga. Un curso se convierte así una fuente de nuevas oportunidades. En los descansos, hablas con otros como tú, compartes miedos y angustias, en torno a un café, o apoyados en la fachada fumando un cigarrillo. Esas conversaciones pueden ser una fuente de inspiración para —tal vez— comenzar a soñar en un proyecto común. Un curso es una plataforma, un lugar desde el que se puede comenzar a construir el futuro, la inspiración para comenzar la aventura de reconstruirte.

Miedo a lo desconocido

El miedo a emprender, a hacer algo diferente, es uno de los más grandes miedos con los que me he encontrado en las decenas de cursos a los que he asistido. He compartido cafés y pupitre con cientos de personas de toda condición, muchos de ellos muy formados, con experiencia. Trabajadores, en fin, muy preparados que han visto truncada su vida, cuando en su horizonte sólo se dibujaba disfrutar de la jubilación.

Esos compañeros de curso me manifestaban su miedo a comenzar una nueva actividad. Lo desconocido nos provoca pánico, terror, cuando no ansiedad enfermiza. No creas que te estoy hablando cómodamente desde la barrera. Te estoy hablando desde el ruedo. Yo mismo he sentido ese pánico, después de años trabajando por cuenta ajena. Yo he sentido físicamente el vértigo pegado a mi estómago, atenazándome.

El lenguaje es acción

De decir que «estoy parado» a decir que «estoy desempleado», media un abismo. Si me digo que «estoy parado», mi cerebro me hace caso y no hace nada por mí. El cerebro entonces nos ratifica, y como estás parado, no te invita a moverte. No hace nada por ti. Si te hablas como «estoy desempleado», la cosa es muy diferente: tu cerebro te ayuda a buscar alternativas. Es un primer paso para comenzar la reconstrucción.

Y ya —en el extremo de la angustia— , si te dices: «soy un parado», estás dando a tu situación un valor esencial. «Yo soy» es tu identidad, tu esencia más profunda. Tu ego se empequeñece entonces y tu autoestima se escapa entre tus dedos como si fuera agua.

No tengo respuestas. Todas están dentro de ti. Sólo tengo preguntas, las mismas que yo me he hecho, y con la que comienza la aventura de reconstruirse.

¿Qué quieres hacer? ¿Quién quieres ser? ¿Qué estás haciendo para conseguirlo?¿Cómo quieres reconstruirte?

 

Desafía los prejuicios. El dominio del ego

En el marco de la III Semana Internacional del Coaching, organizada por la International Coaching Federation (ICF), asistí a la conferencia del coach y psicólogo José Luis Celemín. Su título,  El ego, instinto de supervivencia.

Para José Luis Celemín ¨el yo” es un conjunto de “yoes”, resultado de lo aprendido en nuestra infancia, de la educación recibida y de las experiencias vividas. Cada uno de estos «yoes” son personajes diferentes que crecen dentro de nosotros, personajes internos.

No tiene sentido luchar contra el ego, dice José Luis Celemín, pues, paradójicamente, cuanto más luchamos contra él, más personajes internos creamos. Así dicho es, como poco, pedirnos que bajemos los brazos. No puedo estar más en desacuerdo.

De acuerdo con el título de la ponencia, el ego es, para Celemín: «el instinto de supervivencia, activado por el inconsciente, por nuestros personajes internos». Es una respuesta automática, en la que no se analiza de dónde proviene la emoción.

Aquí muestro igualmente mi desacuerdo. Y así lo manifesté públicamente en el turno de preguntas. Aún manteniendo que no se analice la emoción, eso solo ocurría en el mismo instante en el que la emoción se produce. Después, tenemos la capacidad de analizarla, e incluso de cambiarla, modificando el pensamiento que la produjo.

La lucha por «domesticar» nuestro ego es una lucha que nunca acabaremos de terminar. Y creo que está bien que así sea, porque nos permitirá ser mejores.

Antón Ego, la aceptación de lo diferente

Para apoyar mi tesis en el turno de preguntas, me referí a algunos pasajes del discurso que crítico Antón EGO, personaje de  Ratatouille, dice en los minutos finales de esta película. No creo que el nombre del personaje fuera elegido caprichosamente. Desde la primera vez que escuché el discurso, me pareció bellísimo, porque es:

  • Un canto a la aceptación de lo diferente.
  • El aliento hacia la libertad de creación y el esfuerzo.
  • Una invitación a buscar dentro de nosotros.
  • Una condena a los juicios y , sobre todo, al prejuicio.
  • Una defensa de lo nuevo.

Esta es la transcripción del discurso de Antón Ego:

 La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, divertidas de escribir y de leer, pero la triste verdad que debemos afrontar es que , en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica.

Pero en ocasiones, el crítico sí se arriesga cuando descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento. La nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos.

Anoche experimenté algo nuevo, una extraordinaria cena de una fuente singular e inesperada. Decir solo que la comida y su creador han desafiado mis prejuicios sobre la buena cocina, subestimaría la realidad. Me han tocado en lo más profundo.

En el pasado, jamás oculté mi desdén por el famoso lema del Chef Gousteau: «Cualquiera puede cocinar». Pero, al fin, me doy cuenta de lo que quiso decir en realidad. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado. Es difícil imaginar un origen más humilde que el del genio que ahora cocina en el Restaurante Gousteau. Y, quien en opinión de este crítico, es nada menos que el mejor chef de Francia.

Pronto volveré a Gousteau, hambriento.

 

El conjunto de emociones, ligadas al placer de probar la ratatouille, cambió el pensamiento de Antón EGO.

 

Foto: ilustración de Robert Koudrn y Randy Berret.