Tener y querer, la diferencia entre disfrutar o sufrir

 

Tener y querer no expresan lo mismo. En nuestra vida diaria, sin embargo, son términos que solemos utilizarlos como si lo fueran. La mayoría de las veces lo hacemos de manera inconsciente. Es decir, automáticamente.

A lo largo del día tomamos muchas decisiones. Algunas son simples y forman parte del devenir diario. Otras son más complejas y requieren una mayor energía. Tanto para las más sencillas como para las más complicadas, conviene que no olvidemos que distinguir entre tener y querer nos puede hacer la vida más agradable.

No diferenciar con claridad entre tener y querer puede conducirnos a sufrir innecesariamente. El sufrimiento es opcional, no nos viene a los humanos de serie. Lograr que disfrutemos con aquello que hagamos. Al fin y al cabo, disfrutar no es otra cosa que sentirse a gusto haciendo lo que hacemos.

Lo que acabo de afirmar esta muy bien expresado en una escena de la emotiva película Creed, la leyenda de Rocky (2015),  la sexta de la serie dedicada al boxeador de Filadelfia. Rocky Balboa— ya retirado— entrena al hijo (Adonis Johnson) del que fuera su gran rival y amigo, Apollo Creed.

Cuando el pupilo de Balboa sube al ring, al inicio del combate, para enfrentarse a un rival superior y más experto que él, Rocky le dice:

Esto es lo que querías, y quiero que lo disfrutes

De la intensidad de la pelea da idea la cara del boxeador después de 12 asaltos: una ceja abierta y el otro ojo cerrado, entumecido.

Tener y querer, o cómo el lenguaje crea realidad

 

Tener y querer está directamente relacionado con nuestra manera de hablar y de hablarnos. Nuestro lenguaje es generativo. No se limita a describir algo que ocurre dentro o fuera de nosotros, sino que genera realidad. Y del mismo modo que pueden ayudarnos a vivir mejor, pueden tener el efecto contrario.

Nuestras palabras son los bloques con los que se construye nuestro mundo interior

—ENRIC LLADÓ

¿Qué ocurre entonces con tener y querer?

Voy a poner un ejemplo que, quizás, pueda parecer extremo. Ir al dentista me suponía un considerable esfuerzo, cuando no terror. Varios días antes de la cita me echaba a temblar. Retrasé alguna cita, y en algún caso extremo, incluso, la anulé. «Tengo que ir al dentista», me decía. Esa manera de hablarme me hacía sufrir. Durante la estancia en la sala de espera me sudaban las manos. Me sentaba en el sillón temblando, como si este fuera un potro de tortura.

Hasta que un día cambié mi lenguaje. Dejé de decirme «tengo que ir al dentista» y comencé a decirme, «quiero ir al dentista». Esto me supuso encarar el trance de manera completamente diferente.

Mi cambio de lenguaje fue consecuencia, básicamente, de pensar que mi asistencia a la consulta del dentista iba en beneficio de mi salud.

Obligatoriedad frente a elección

 

«Tengo que» denota obligatoriedad, es como si nos diéramos una orden, y a nadie le gusta que le den órdenes. Decir «quiero», es lo contrario; es algo que elegimos voluntariamente. Es una elección, no es una orden. Elegir supone renunciar a algo, y si lo hago es porque hay algo mejor. Mientras que en le caso de la orden, no nos ofrecemos esa posibilidad.

«Tengo que» es frustrante, mientras que «quiero» es liberador.

¿En qué momento podemos empezar a cambiar nuestra manera de hablarnos? Depende de cada uno de nosotros.

Si mañana, cuando suene el despertador, en lugar de enfadarte porque «me tengo que levantar» , te preguntas, «¿para qué quiero levantarme?». El primer día te costará, y el segundo, y quizá, también el tercero.

Pero, poco a poco, lo que es hasta ahora era consciente, se irá convirtiendo en algo inconsciente, automático. Se habrá instalado en ti un hábito.

El «para qué» es, además, un impulso hacia adelante. Muy diferente de «¿por qué?» que nos remite al pasado y nos hace buscar justificaciones o excusas.

 

LECTURA RECOMENDADA

Tocar con palabras, Enric Lladó, Editorial Kolima, 2016

Coaching, mirar la vida de manera diferente

El coaching está de moda. Esta es una frase que se repite desde los medios de comunicación a las charlas de barra de bar. Y la mayoría  de las veces se desconoce qué es el coaching.

Escribo esta nota tras escuchar a un famoso y prestigioso periodista afirmar en la radio que «un coach es alguien que te hace cambiar, quieras o no». Nada más alejado de la realidad.

Mirar diferente

En una escena de la comedia La extraña pareja (1968), Walter Matthau (Óscar) pregunta a Jack Lemmon (Félix):

—¿Es que no piensas cambiar? ¿Seguirás siendo siempre el mismo hasta tu último aliento?

A lo que Jack Lemmon, responde:

—Cada uno es como es, Óscar.

Cambiar o no cambiar, he aquí el dilema. Seguir siendo siempre los mismos o permitirnos cambiar la óptica desde la cual miramos la vida. Porque eso es cambiar, mirar el mundo de manera diferente.

Somos lo que pensamos

El filósofo griego Epicteto, hace dos mil años, dejó escrito en su Manual de vida (Enquiridión) que «no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos sobre lo que nos pasa».

Con gran visión, el filósofo estoico apuntaba ya directamente al centro del comportamiento humano: así cómo pensamos, sentimos. Y de acuerdo a cómo sentimos, así actuamos. Nuestra actitud es un conjunto de pensamientos sustentados en creencias, entendidas estas como las ideas que configuran la forma en que vemos la realidad. No hay otra persona en el mundo que vea la vida como tú.

¿A qué reflexión lleva esta afirmación?

Somos lo que pensamos. Si queremos cambiar algo en nosotros, tenemos que comenzar por cambiar nuestras creencias, algunas instaladas en nuestro subconsciente desde niños. Otras adquiridas con el tiempo. Creencias sobre la vida, sobre los demás, sobre nosotros mismos.

Esto, que puede parecer fácil, ¿por qué nos provoca entonces tanto sufrimiento? Las posibles respuestas se orientan hacia nuestra natural resistencia al cambio y al no saber qué nos pasa.

Nadie puede obligarnos a cambiar, es voluntario. Nihil difficile volenti, nada es difícil si hay voluntad, decían los clásicos. La voluntad es, por tanto, el motor del cambio. La voluntad no consiste, sin embargo, en empeñarse, sino en querer cambiar nuestra óptica. Y, además, hacerlo sin sufrimiento. El sufrimiento es opcional, no nos viene de serie.

Es aquí donde entra en escena el coaching. 

el coaching es cambiar el foco

El coaching es ampliar el foco

El coaching es, fundamentalmente, una conversación. En latín, referido a personas, conversatio quería expresar el hecho de estar vuelto hacia los otros. Una conversación es una doble vía: hablar y escuchar.

La pregunta del coach tiene que nacer de la respuesta del cliente (coachee), porque el coach no es un experto en la materia que se quiere cambiar. A través de sus preguntas, el coach ayuda al cliente a mirar la vida de manera distinta a cómo lo está haciendo. Un proceso de coaching es, en definitiva, un proceso de transformación, de cambio y aprendizaje.

A diferencia de la conversación que podamos mantener —por ejemplo, con un amigo—, en la que, frecuentemente, buscamos un consejo, una pauta de comportamiento, o el refrendo de nuestras propias posiciones, el coach no aconseja, no opina, no afirma. Y, sobre todo, no juzga sobre lo que escucha.

El coach es un profesional que ofrece perspectivas diferentes a su cliente. Mirar las cosas de una manera distinta, ayudará al cliente a encontrar respuestas. Respuestas que están dentro de él y que tendrá que encontrar contestando a las preguntas del coach. Si somos parte del problema, la buena noticia es que también lo somos de la solución.

Muchas cosas nos las vemos, simplemente, porque no les ponemos foco. Aquello en lo que nos enfocamos, provoca realidad. Eso lo saben muy bien las embarazadas. Cuando van por la calle verán muchas mujeres en su mismo estado. No es que haya más mujeres embarazadas, solo que han puesto su foco en otras mujeres como ellas.

El coach, como los antiguos acomodadores de los cines, ilumina con la linterna de sus preguntas, para que el cliente vea otras realidades diferentes a la suya.

LIBROS RECOMENDADOS

Coaching. El Método para mejorar el rendimiento de las personas. John Whitmore. Paidós, 2011

No soy SUPERMAN. Luces y sombras de una conversación interior. Santiago Álvarez de Mon. Pearson Educación, 2007

Neuromarketing, o cómo tomamos decisiones

 

El neuromarketing es grosso modo la aplicación al marketing de lo que la neurociencia sabe sobre nuestro cerebro. Cómo tomamos decisiones, de Matthew Willcox, es un esclarecedor texto acerca del modo en que las Ciencias del Comportamiento arrojan luz sobre la naturaleza de nuestro cerebro y cómo afecta a nuestras decisiones.

CÓMO TOMAMOS DECISIONES. El lado instintivo del consumidor aplicado al marketing.  Matthew Willcox, Pearson, 2016. 233 páginas.

 

 

El siglo XXI es el siglo del cerebro. Durante décadas el estudio del cerebro era simplemente neurociencia. Los resultados de los estudios realizados eran conocidos casi exclusivamente por científicos expertos  en el cerebro. En los últimos años, consecuencia de la mejora de las técnicas de estudio, la neurociencia ha consolidado (o derribado) algunos de los mitos existentes sobre el cerebro.

Gracias a que se le ha puesto apellidos, la neurociencia ( “neurociencia social”, “neuroeconomía”, “neuromarketing”, etc.), se ha especializado y popularizado. Este interés divulgativo se ha traducido en una tendencia editorial en todo el mundo. Este es el contexto en el que se enmarca este libro.

A propósito del contexto, Matthew Willcox considera que «el contexto influye enormemente en el modo en el que la gente elige. El contexto que rodea a una elección puede hacer que una misma persona haga elecciones muy distintas». Esta afirmación está ampliamente documentada en el Capítulo 12 ( «Si el contenido es el rey, el contexto es la reina”). Este es el capítulo más largo del libro y uno de los más interesantes, puesto que rompe con el paradigma imperante: la preponderancia del contenido.

Neuromarketing. Cómo elige la gente

 

Para que una marca o una empresa tengan éxito, necesita que la gente las elijan.  Lo importante, por tanto, es comprender cómo elige la gente. La mayoría de los expertos aceptan que la mayor parte de nuestras elecciones son no conscientes, o intuitivas (de ahí el subtítulo del libro).

«Nos definimos a nosotros mismos mediante las decisiones que tomamos. Somos la suma total de nuestras decisiones”. Estas palabras, que cierran el monólogo del doctor Louis Levy en Delitos y faltas (1989), película escrita y dirigida por Woody Allen, constituyen la columna vertebral sobre la que Matthew Willcox construye Cómo tomamos decisiones. Wilcox es fundador y director ejecutivo del Institute of Decision Making.

Matthew Willcox no es un científico del comportamiento. Es un profesional del marketing con veinticinco años de experiencia en la estrategia de marca. Esa es la perspectiva desde la que ha escrito Cómo tomamos decisiones. La mayoría de la revelaciones que se hacen en este libro provienen de estudios científicos que profundizan en conceptos sobre la naturaleza humana y su aplicación al neuromarketing.

Dibujo de Ramón y Cajal. Conexiones neuronales.
Una neurona, dibujo de Santiago Ramón y Cajal (hacía 1911). Cajal es considerado como el fundador de la neurociencia moderna. Foto: Museo Ramón y Cajal.

Decisiones y aprobación social

 

Cómo tomamos decisiones,  «no es un libro de recetas mágicas —dice su autor—. Un comportamiento puede funcionar en un escenario y no en otro, aunque parezca similar». Este hecho es objeto de análisis en el Capítulo 6 ( “Gracias por compartirlo, aunque sea involuntariamente»). En él se pone de manifiesto que el mejor indicador de qué hacer procede de las señales que recibimos de otros, «incluso si preferimos no admitirlo o no somos conscientes de ello».

La aprobación social es extremadamente potente y uno de los mecanismos cognitivos más intuitivos. «Uno de los mejores cumplidos que puedes hacerle a alguien es aquel que alabe una elección que haya realizado. Quizás la mejor estrategia en el neuromarketing, y en la vida, sea hacer precisamente eso».

Y al hilo de esta consideración, Willcox llega a una interesante conclusión, ligada a la ética profesional:

La siguiente evolución del marketing debería consistir en beneficiar a la gente a la que se intenta influenciar.

—MATTHEW WILLCOX

Los atajos del cerebro

 

Cómo tomamos decisiones consta de dieciséis capítulos, divididos en tres partes. Al final de cada capítulo se apuntan, por un lado, las ideas más importantes expuestas en él. Y por otro, los comentarios de personas de todo el mundo (publicistas, abogados, jueces, o consultores de gestión, entre otros), que vierten sus opiniones sobre lo que encontraron de interesante en ese capítulo.

La Primera Parte (capítulos 1 a 3), en la que se sientan las bases del libro, está dedicada al negocio, la ciencia y la naturaleza de nuestra decisiones.

Willcox explora las razones del modo en que tomamos nuestras decisiones, en el Capítulo 4 ( «Los atajos y él análisis”). Este capítulo abre la Segunda Parte, titulada «Seamos prácticos”. Es la más extensa del libro (capítulos 4 a 14).  Está dedicada a los sesgos cognitivos y a los heurísticos; es decir, los atajos cognitivos, los caminos que desarrolla nuestro cerebro para ayudarnos a tomar decisiones rápidas.  Son procesos que no suponen un consumo elevado de energía.

Particularmente interesantes resultan, además de los ya mencionados, el Capítulo 8 (“Pérdida y propiedad»), que se refiere a un mecanismo cognitivo denominado sesgo del status quo. Y el Capítulo 9, en el que se habla de que tal cómo se siente la gente en el momento de realizar una elección puede modificar la decisión que tome y el modo en que la tome.

Los capítulos incluidos en esta Segunda Parte son desiguales en su extensión y contenido, e irregulares en la calidad y claridad expositivas.

La Tercera Parte, “Mirando al futuro” (capítulos 15 y 16), es una invitación a pensar diferente. Propone dos direcciones: la investigación de mercados y la forma de trabajar de los profesionales del marketing. Willcox propone un cambio de enfoque, que apunta nuevamente hacia  un cambio deontológico:

Los profesionales del marketing tienen que aplicar su comprensión de la toma de decisiones a sus propias decisiones como profesionales del marketing.
—MATTHEW WILLCOX

 

Finalmente, en el Apéndice de Cómo tomamos decisiones, el autor ofrece una lista de conferencias, blogs y resúmenes, que permiten al lector profundizar.  Ofrece, además, una extensa bibliografía. El libro dispone también de un (necesario) índice onomástico y de materias.

 

 

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3 libros sobre cómo tomamos decisiones

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