El sentido vital de las historias

El verano—y particularmente, el mes de agosto— es, en comparación con otras épocas del año, un mes de sequía informativa. Ante la escasez de información política y económica, los diarios adelgazan y los informativos de televisión alargan la duración de las noticias para rellenar sus tiempos.

A falta de otras informaciones, en verano, sin embargo, proliferan eso que se llama “historias con rostro humano”. El resto del año, estas noticias suelen ocupar poco espacio en los medios de comunicación y apenas destacan; como si durante el resto del año, las historias carecieran de rostro humano. Las noticias siempre lo tienen.
El escritor Tomás Eloy Martínez lo explicó de manera clara y contundente en un memorable discurso ante la Sociedad Iberoamericana de Prensa, en 1997.

Las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber. —Tomás Eloy Martínez

Además de la literatura, los medios de comunicación (y cada vez más, las redes sociales) son los que nos proporcionan hoy las historias que alimentan nuestro sentido vital.

Y pasado el verano vendrá el otoño que, siguiendo el tópico, será, ¡cómo no!: «caliente».

Dieta hipoinformativa

Asistí hace un par de meses en Expocoaching a la ponencia de un reputado coach, habitual conferenciante y autor de libros de éxito. Defendía vigorosamente este colega lo que definió como una “dieta hipoinformativa”. Es decir, ante la escasez de tiempo que tenemos, proponía sustituir la información a través de los medios por aprender utilizando la escucha de libros o artículos en nuestro reproductor, mientras, por ejemplo, conducimos. Puedo entender que se recomiende utilizar el tiempo que empleas en desplazarte conduciendo, para escuchar la lectura de un libro. Hasta ahí de acuerdo. Pero no con lo que subyace en la recomendación de la dieta hipoinformativa.

En otras palabras. Cómo no tienes tiempo para cocinar, sustituye las legumbres, la carne y el pescado por un batido energético. Y, además, como los medios están plagados de corrupción, guerras y catástrofes, pues matamos dos pájaros de un tiro.

A los pocos días, otro no menos reputado coach, escribía en su blog que era mejor dejar de leer la prensa, para no caer así en el pesimismo y poder sonreír a diario.

Y ellos tan felices. Y sus seguidores, tan convencidos. Ya sé que soy políticamente incorrecto.

Hurtar la realidad

Coincido en que las noticias diarias son para esconderse bajo tierra. O para salir corriendo. Coincido en que hay noticias que son de difícil digestión. Hasta ahí llego. Pero no puedo compartir los planteamientos de mis dos colegas coaches. Asumo que con las siguientes afirmaciones me sitúo en contra de la corriente dominante.  Me explico.

Los medios de comunicación son el reflejo de la vida misma. Para bien o para mal.

Los seres humanos estamos a la constante búsqueda de significado, del sentido que tienen nuestras vidas. Las historias que vivimos y las que ocurren a nuestro alrededor contribuyen a la creación de nuestra propia identidad.

En la vida, las experiencias adquieren significado cuando reflexionamos, con el paso del tiempo. Cuando las leemos en un periódico, las escuchamos en la radio o las vemos por televisión, el significado es ahora, en el mismo momento en que  las recibimos.

Positividad, negatividad y punto medio

Personalmente, el abuso que se hace de la palabra “positividad” me produce un cierto empalago. Aunque no se quiera, aunque no se pueda, hay que ser positivo.  Es un imperativo.

Considero que a veces hay que sentir miedo, angustia, tristeza y enfado, porque la vida nos da numerosas razones para vivir esas emociones. Un ejemplo sencillo: si alguien llora ante una pérdida, lo habitual es que se le pida es que no llore, que vea todo desde un punto de vista más positiva. No estamos entendiendo que esa persona necesita llorar, necesita exteriorizar su tristeza. Si no lo hace, pasado el tiempo, esa angustia acabará aflorando. Pero ya de manera más cruel puesto que el sentimiento no exteriorizado no asimilado, se habrá enquistado. Las resultados serán, en consecuencia, peores. Además del sufrimiento que ha vivido durante ese tiempo.

Esta “negatividad” que comento puede darnos impulso para mejorar. Nos hace apreciar lo que perdimos y no acomodarnos.  Y nos sirve de guía en nuestro camino. Es una cuestión de equilibrio, no el tan trillado punto medio: No creo que siempre la verdad esté en el punto medio. Los psicólogos Fredickson y Losada (citados por Daniel H. Pink en Vender es humano, Gestión 2000, 2013) estiman que la proporción ideal entre “positividad” y “negatividad” es de 3 a 1.

Hurtarnos a nosotros mismos lo que ocurre a nuestro alrededor es ver la vida de un modo parcial. Eso nos lleva a que perdemos el contacto con la realidad que nos rodea. Y con las personas.

 

 

 

 

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