Mentiras creíbles, verdades exageradas y reputación

portada de mentiras creibles verdades exageradas-leyenda negra

Mentiras creíbles, verdades exageradas es, en primer lugar, un recorrido por cinco siglos de Leyenda Negra antiespañola.  Pura propaganda que aún pesa en nuestra memoria colectiva.

Enrique Sueiro, asesor de comunicación directiva, analiza también en este libro los errores de comunicación que se cometieron. Adicionalmente, propone cómo combatir en el presente aquellos errores comunicativos, causantes de la mala reputación histórica que ha sufrido (y sufre) España.

MENTIRAS CREÍBLES Y VERDADES EXGERADAS. 500 años de Leyenda Negra, Enrique Sueiro. Editorial Kolima, 2022. 364 páginas.

 

El filósofo Emilio Lledó acuñó en 1991 el término «futurólogos de la nada». Se refería así a quienes pensaban que los sistemas educativos, tienen que «dejar de reproducir el pasado y hasta el presente, para anticiparse al futuro».

Considera Lledó que «ser es, esencialmente, ser memoria». Si esto vale para una persona, vale también para un pueblo. ¿Qué somos si a España le quitamos su memoria? Y aún peor, ¿qué pasa si esa memoria está tergiversada y nada se hace por enmendarla?

La Leyenda Negra es una serie de esterotipos que trasmiten una imagen falsa de la realidad histórica de España al magnificar bajezas y ocultar grandezas.

—ENRIQUE SUEIRO

Veinte años después, aquellos postulados que denunciaba Emilio Lledó se han hecho realidad. Los estudiantes de bachillerato estudiarán la Historia de España desde 1812. Nada importa todo lo que ocurrió antes de esa fecha. Precisamente en uno de los países con la Historia más rica del planeta.

Este es el escenario en el que Enrique Sueiro publica este —oportuno y necesario— Mentiras crébles y verdades exageradas. Una atractiva combinación de historia y comunicación, desde el punto de vista de la gestión reputacional.

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«Comunicar mal lo bueno es una injsuticia social. Lo es también disfrazar bien lo malo». —Enrique Sueiro

Mentiras creíbles, verdades exageradas: combatir mitos

Enrique Sueiro recorre en este libro los quinientos años de Leyenda Negra antiespañola. Sus orígenes se sitúan en la publicación de la  Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), de Fray Bartolomé de las Casas. «Sensacionalismo del siglo XVI», considera Sueiro.

El libro fue rápidamente traducido a varios idiomas y recorrió Europa —la protestante, sobre todo—a gran velocidad, gracias a la recién inventada imprenta. Algunas de estas traducciones incluso cambiaron términos y expresiones. Y se le añadieron cruentas ilustraciones. Aumentó el dramatismo.

«ATÍPICA Y POCO EQUIPARABLE CON EL RESTO DE EUROPA, ES LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN QUE AMPARÓ A ESTOS ESPAÑOLES PARA CRITICAR PÚBLICAMENTE A SUS GOBERNANTES»

 

Este recorrido de mentiras lo finaliza Sueiro con el episodio del hundimiento del acorazado Maine, en el puerto de La Habana. Se justificó así la declaración de guerra de Estados Unidos a España en 1898.  El inductor fue William Randolp Heast (el Ciudadno Kane de Orson Wellws) y su cadena de periódicos. Aquel año dio nombre a la «Generación del 98». Este nutrido grupo de grandes escritores contagiaron su pesimismo a los españoles. Y del que aún no nos hemos recobrado.

Entre 1522 y 1898, se fue creando un caldo de cultivo, que acrecentó la mala imagen de España. Algunos ejemplos. Los ataques continuos a Felipe II: catolicismo versus al protentastismo emergente flamenco. Isabel I de Inglaterra  alentaba y justificaba la piratería («mis perros») contra barcos españoles. Igual que hizo Francia y Holanda. La «Grande y Felicísma» Armada Española, pasó a llamarse «la Invencible». Un invento inglés para tapar una derrota naval de su flota. La Inquisición, no más cruel que la caza de brujas en otros países. La Europa moderna, en fin, frente a la atrasada España.

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Reflexión ejecutiva nº 55: «Rememorar y celebrar hechos históricos verificables, incontestables y alejados de mitos». —Enrique Sueiro.

Comunicar es gestionar percepciones

España tiene, en consecuencia, una muy mala reputación histórica. A pesar incluso de que sus errores no son mayores que los cometidos por otras naciones (Países Bajos, Alemania, Francia, Inglaterra). Y sus logros son, sin embargo, excepcionales. Así, España ha sido pionera en artes, literatura, educación, incluso en derechos humanos. Y eso ocurrió precisamente en los siglos XVI y XVII, acaso los más duros reputacionalmente hablando.

En estos 500 años ni los reyes ni los gobernates españoles han sabido  gestionar (y siguen sin saberlo) esta reputación. Les alentaba la equivocada idea de que la verdad acabaría imponiéndose. Es un problema de gestión reputacional, que no es otra cosa que un problema de comunicación.

Gestion reputacional

Mentira creibles, verdades exageradas sigue la estela que marcó en el mundo, Factulness de Hans Rosling (Deusto, 2018). En este libro se propugnaba la concepción del mundo basada en datos reales. Hablaba de la humana tendencia al dramatismo. Una consecuencia —estimaba Rosling— de la propaganda, las noticias falsas y los datos equivocados.

La administración española de los siglos XVI y XVII documentaba hasta la cosa más nimia. Así, nuestros archivos históricos son de una riqueza inconmensurable. Enrique Sueiro ofrece datos contrastados, para dar «una cabal idea de la realidad». Mentiras creíbles, verdades exageradas está bibliográficamente muy bien soportado.  Con el tono didáctico que caracteriza al autor, el libro es de lectura fácil, gracias a los numerosos epígrafes. Si bien se hace necesaria una lectura reposada. Dispone de  un práctico índice temático alfabético.

Los siete capítulos de Mentiras creíbles, verdades exageradas finalizan con lo que el autor llama «sintesis reputacional». Una serie de consejos o reflexiones, a modo de aforismos. Resultan de utilidad tanto para combatir la Leyenda Negra como para gestionar situaciones similares en la empresa y personales. Finalmente,  Enrique Sueiro ofrece «55 reflexiones ejecutivas, para inyectar reputación 0% leyenda». Aplicables igualmente al ámbito individual y empresarial.

El libro incluye también un prólogo del periodista y escritor, José Antonio Zarzalejos. Un texto tan acertadamente títulado como tristemente real:  «Una España sin relato».

 

 

Madre e hija. La hija

RELATO

 

Madre e hija. La hija

Variación sobre el relato Felicidad clandestina de Clarice Lispector

Eres cruel, lo sabes. Como sabes que eres gorda, baja y pecosa. Por eso, eres vengativa: también lo sabes. Has elegido a una de ellas, a una de las monas y altas, de pecho chato, para ejercer tu venganza. No lo habías pensado hasta que ella se te puso a tiro: te pidió que le prestaras un libro; un libro que tú no has leído ni tienes intención de leer, un libro que está ahí, durmiente, en la estantería de tu casa. Porque si algo sobra en tu casa son libros. Y caramelos. Sí, esos que te gusta colocarte en los bolsillos superiores de tu blusa para que parezca que tu pecho es más grande, y no sabes si lo que miran con más envidia es tu pecho o tus caramelos.

Te divierte —secretamente— que esa chica de cabello libre, que no es como el tuyo, aparezca cada mañana en la puerta de tu casa para que le prestes el libro que sueña con leer. Pero tú le mientes, le dices que ya lo has prestado, y que aún no te lo han devuelto. Le echas la culpa a otra niña, como si contigo no fuera la cosa. Le mientes solo por el placer que te produce ver cómo su cara pierde el color y desaparece su sonrisa, y cómo, en sus ojos, han aparecido las ojeras. No te escondes: abres la puerta y te enfrentas a ella. Pero no lo haces por valentía, lo haces por crueldad, por venganza, por envidia, por soberbia. Todo eso lo sabes, pero te da igual. Quieres que vuelva al día siguiente, para mentirle de nuevo, y así ejercer sobre ella el poder que te otorga saber que tú tienes algo que ella desea vehementemente. Cuando se va, cierras la puerta y es entonces cuando tu rostro imperturbable, cambia: subes riéndote a tu cuarto para verla desde la ventana. «¿Por qué salta?», te preguntas. Tú no saltas así. Por esa forma de caminar, sabes que regresará al día siguiente, porque su deseo de leer ese libro es más grande que sentir que cada visita a tu casa es un fracaso. Y eso ha comenzado a molestarte: te disgusta que sea tenaz, que nunca te insulte, que no se enfade. Un pensamiento fugaz que tratas de ocultar cuando le dices, igual que ayer, que regrese mañana.

Madre e hija. La madre

Madre e hija. La madre

RELATO

 

Madre e hija. La madre

Variación sobre el relato Felicidad clandestina de Clarice Lispector

Humillada y avergonzada. Así me sentía frente a aquella niña rubia plantada en la puerta de mi casa, que me miraba con ojos interrogantes, en los que habían aflorado algunas ojeras. Desde hacía algunos días me había preguntado qué hacía esa niña rubia todas las mañana en la puerta de mi casa. ¿De qué hablaban mi hija y ella? ¿Acaso compartían un secreto? A su edad yo compartía secretos con otra niña del colegio. «Eso no está bien», me decía cada vez que pensaba en escucharlas detrás de la puerta. ¿Por qué mi hija no invita a esa niña rubia a entrar? Nunca me dijo que tuviera una amiga. Tal vez ese sea el secreto y cualquier día las veo jugando a las dos. Las madres somos doblemente curiosas: por madres y por mujeres. La curiosidad no es espiar. No, no y no. Un juego, seguro que es un juego. Juegan a pasarse mensajes. ¿Pero qué mensajes y de quién? Soy su madre y ella es solo una niña, aunque tenga un busto enorme para su edad, que le hace parecer mayor. Es igual a mí, también me desarrollé pronto. Las otras niñas se burlaban ferozmente: sufrí mucho. Me salieron ojeras. Creo —o quiero creer— que esa fue la razón por la que me decidí espiar detrás de la puerta. No tenían por qué saberlo. Lo que escuché, sin embargo, me obligó a salir del escondite: mi hija —impertérrita—mentía como nunca pensé que pudiera hacerlo. A la vergüenza y la humillación se añadió la tristeza: qué crueldad en una niña tan pequeña. Pero, al mismo tiempo, el instinto me decía que me pusiera de parte de mi hija. Pero si lo hacía, ¿en qué se convertiría, pasados los años, esa crueldad infantil que acababa de descubrir? Me recobré y defendí a mi hija: la defendí de sí misma, de su crueldad. Le ordené que prestara el libro. A la niña rubia le dije que podía quedarse con el libro el tiempo que quisiera. Supe que la decisión que había tomado era la mejor para mi hija cuando vi que la niña rubia se iba sin dar saltitos: caminaba despacio, abrazada al libro. Cuando se le pase la rabieta, confío en que mi hija también lo sabrá.

Madre e hija. La hija