4 preguntas que pueden cambiar tu vida/ Byron Katie

El proceso conocido como El Trabajo, de Byron Katie, consiste es indagar en el pensamiento que está detrás del sufrimiento. Supone responder a cuatro preguntas que pueden cambiar tu vida.

Una mañana de febrero de 1986, una mujer se despertó en el suelo de un centro de rehabilitación para pacientes mentales, en una pequeña ciudad ubicada en el desierto del sur de California. Llevaba ya diez años inmersa en una fortísima depresión, que la conducía a estallidos de cólera. Dormía en el suelo. Se sentía insignificante para dormir en una cama:

Ya no existíaconfesaba.

Cuando una semana después regresó a su casa, era una mujer diferente. Se había cuestionado internamente. Había comprendido que todos sus viejos pensamientos eran falsos.

El sufrimiento es opcional.

—Byron Katie

Aquella mujer tenía entonces 43 años, se había casado dos veces y tenía tres hijos. Su nombre es Byron Katie, aunque todos la llaman Katie.

El Trabajo, un proceso de Byron Katie

Una de mis aficiones consiste en visitar librerías de segunda mano. Me siento como si estuviera explorando una isla. No es una isla solitaria, está llena de tesoros. Si emocionante es encontrarlos, no lo es menos el proceso de búsqueda, sin saber que voy a encontrar.

AMAR LO QUE ES. Cuatro preguntas que pueden cambiar tu vida. Byron Katie/ Stephen Mitchell. Ediciones Urano, 2002

 

No hace muchos días, descubrí uno de esos tesoros: Amar lo que es, un libro de sesiones de Byron Katie, recopiladas por el poeta y escritor norteamericano,  Stephen Mitchell. El título de este libro describe la experiencia de Katie: «amar lo que es se convierte en algo tan natural y tan sencillo como respirar».

Katie es la creadora de lo que se conoce como El Trabajo, un proceso que consiste en responder a cuatro preguntas sobre cualquier afirmación que hagamos, particularmente aquellas que nos producen estrés.

La realidad es siempre más amable que las historias que contamos sobre ella.

Byron Katie

La base, por tanto, de El Trabajo es indagar en el pensamiento que está tras del sufrimiento.

O bien te apegas a tus pensamientos, o bien indagas en ellos. No hay otra opción.

Byron Katie

Las preguntas indagatorias —a cuál más incómoda— son CUATRO:

      1. ¿Es eso verdad?
      2. ¿Tengo la certeza absoluta de que eso es verdad?
      3. ¿Cómo reacciono cuando tengo ese pensamiento?
      4. ¿Quién sería sin ese pensamiento?

Una vez respondidas juzgando a tu prójimo, hay que invertir las respuestas. Es decir, donde has colocado el nombre de la persona sobre la que estás hablando, pon el tuyo.

Los demás son tu imagen reflejada en un espejo: tu propio pensamiento que vuelve a ti.

Byron Katie

Este libro, que afortunadamente se ha reeditado (con una nueva portada), enseña a realizar El Trabajo por cuenta propia. Enseña a ser maestro y sanador al mismo tiempo. Libro sutil y profundo. Si no dispones del libro, las cuatro preguntas no pierden ni un ápice de su intensidad. Bastan por sí mismas para que te las hagas,siguiendo estas instrucciones.

Responder las preguntas con la sinceridad necesaria no es fácil. Y pueden desatar variadas emociones. Pero responderlas con honestidad pueden evitarnos mucho sufrimiento.

El Trabajo, estima Stephen Mitchell, guarda unas sorprendentes similitudes con el diálogo socrático, pero es de cosecha propia. «Se originó en la mente de una mujer que no tenía la menor intención de dar origen a nada.»

Amar lo que es, un libro verdaderamente conmovedor.

 

 

 

 

Ver, escuchar, entender, tocar. Contacto

Ver, escuchar, entender, tocar son grandes regalos. Lo mejor que podemos ofrecer a la otra persona. Es el secreto de la comunicación.

He repasado una interesante conversación entre el psiquiatra Luis Rojas Marcos y el periodista Risto Meijide. Esta mezcla de diálogo y entrevista está incluida en la serie Viajando con Chester, emitida en Cuatro la temporada pasada. El entrevistador y su invitado se muestran particularmente sinceros.

El que fuera polémico periodista ha mostrado en esta serie de programas, un evidente cambio de identidad. Esta evolución de pensamiento queda plasmada, en primer lugar, en esta confesión de Risto a Rojas Marcos:

Me enamoro de la gente que me ayuda a cambiar de opinión.

—RISTO MEIJIDE

Contundente afirmación de quien ha sido un gran provocador, cuyas opiniones encumbraban o echaban por tierra a muchos aspirantes a la fama. Tengo que reconocer que Meijide tiene también una gran habilidad para crear titulares. Nunca he comulgado con el personaje creado por este comunicador, pero su frase me ha hecho reflexionar.

Un placer narcisista

Tener razón nos proporciona un enorme placer. Nos reafirma en lo que pensamos. Entra en juego nuestro ego. Nuestro narcisismo nos lleva a pensar que «mi opinión soy yo». Sin embargo, nuestra opinión no forma parte esencial de nuestra identidad. Podemos cambiarla y seguir siendo nosotros mismos.


El pensamiento no pude tomar asiento. El pensamiento es estar siempre de paso.

— LUIS EDUARDO AUTE


Una hermosa invitación a pensar diferente, a aceptar lo que otros piensan, a escuchar (y escucharnos).

Pero nos encanta aferrarnos a tener razón. Con la misma intensidad con la que nos hacemos adictos a otras sustancias. Frases como: «de acuerdo, tienes razón», nos cuesta un mundo pronunciarlas, como si de ello dependiera nuestra vida y nuestra hacienda.

En un ameno libro titulado,  32 maneras de saber que estás muerto (Kolima, 2013), su autor afirma:


Nadie va por ahí regalando la razón a otro como si nada, aunque ello implique la oportunidad de aprender algo nuevo, replantearse las propias creencias o salir enriquecido de la discusión.

—GERMÁN LÓPEZ BAYARRI


Hacemos lo que vemos

La culpa siempre es del otro. Nos lo enseñaron desde pequeñitos. Si un día tropezábamos con una mesa y nos caíamos, mamá o el abuelo decían para consolarnos: «mala, mesa mala, has golpeado a mi niño». Y, además,  le daban dos azotes a la pata de la mesa. La mesa ni se quejaba, pero nosotros ya sabíamos que la culpa era de ella, de aquel objeto inanimado. Así es cómo hemos ido creciendo.

Sin que suene a justificación, ¿se nos educa desde pequeños para debatir, para dialogar, para escuchar, para asumir que no siempre tenemos razón? ¿Se nos educa para hablar y debatir en público, sin interrumpirnos, como hacen los tertulianos televisivos? Parece  ya que en algunos colegios, los niños aprenden a debatir en público y a presentar sus trabajos delante de sus compañeros. Algo está cambiando. Afortunadamente.

No hacemos otra cosa, en consecuencia, que imitar aquello que vemos.

Puestos a imitar, y mucho mejor, a modelar, te dejo estos versos de Virginia Satir, publicados en su libro Contacto íntimo (1988)

Creo que el mejor regalo  que puedo recibir

de alguien es que me vea,

que me escuche,

que me entienda, y

que me toque.

El mejor regalo que puedo dar es

ver, escuchar, entender y tocar a otra persona. 

Cuando he hecho esto, 

siento que se ha establecido contacto.

 

 

Cuéntame una historia, la búsqueda de significado

Foto tomada de un cartel promocional de la Biblioteca Nacional

Me senté en un vagón del metro y abrí el libro. Un niño sentido frente a mí, casi al instante, me preguntó si el libro que llevaba era un cuento. Le dije que no con la cabeza.

—¿Es un libro?   —insistió el niño desde el asiento frente al mío.

Hice un gesto de asentimiento.

La portada del libro que iba a leer esa mañana en el metro tenía tres estrellas amarillas, una media luna del mismo color, hasta la que llegaba una escalera de color naranja.

Le hice un gesto para que se acercara.

— ¿Te gustaría viajar hasta esa estrella? —Y le señalé una de las tres que había dibujadas en la portada.

—Sí — me dijo con la cabeza, mientras sonreía abiertamente. Tienen mucha luz.

Parecía divertirse y mostraba gran curiosidad e interés. Su cara era la imagen viva de la sorpresa.

— Y a la luna, ¿te gustaría ir?

—Es como un queso.

—¿Qué harías en la luna?

—Allí no vive nadie. Me la comería. Me encanta el queso.

La señora del asiento de al lado, levantó la cabeza de la revista que estaba leyendo. Sonreía asintiendo. La historia pareció interesarle más que las vacaciones de los famosos retratadas en la revista.

Y Sergio, de cinco años (casi seis, apuntó su madre), puso cara de ser un lobo malvado, levantó las manos y las curvó como si fueran garras, abrió la boca mostrando sus dientes blancos, y dijo que tenía la barriga llena. Así que bajamos de la luna y nos adentramos en el bosque, cruzamos un río, y al lobo le abrimos la barriga con unas tijeras…

Y así seguimos hasta que Sergio llegó a su estación.

Búsqueda de significado

El psicólogo austríaco Bruno Betelheim, publicó un libro que se ha convertido en un clásico, un título de referencia,  Psicoanálisis del cuento de hadas. Betelheim estuvo influenciado por Freud, si bien, con los años, se apartó de sus tesis.

No hay nada que enriquezca y satisfaga tanto, al niño y al adulto como los cuentos populares de hadas. Cuando los niños son pequeños la literatura es la que mejor aporta esta información.

BRUNO BETTELHEIM

    1. Los cuentos, igual que las historias y los relatos, no son una amenaza para nadie.
    2. Con ellos conseguimos captar la atención de nuestros oyentes.
    3. Fomentan la independencia de quien los escucha. Al tener que dar sentido al mensaje, extrae sus propias conclusiones en el momento que lo escucha. O emprende acciones por su propia iniciativa.

Nuestra necesidad más urgente y difícil es encontrar un significado a nuestras vidas.

BRUNO BETTELHEIM

El arte de historiar

La historia que había comenzado en un vagón del metro, continuó con otro a una estrella. Y de allí a la luna. Para finalizar en un bosque. Sólo Sergio conocía la razón de ese fantástico viaje y por qué lo hizo.

Esta es la magia del storytelling, el arte de historiar. Porque  el storytelling va más allá de simplemente contar una historia. Sergio construyó la suya propia. Y nos envolvió con ella a los demás.

El storytelling es comunicación emocional en estado puro. Fue una historia la que hizo que cuatro personas hasta ese momento desconocidas ( un adulto, un niño, y la señora que leía la revista), conectáramos en una misma frecuencia. Lo hizo también la madre de Sergio, sonriente, orgullosa y silenciosa espectadora de la escena.

No hubiera sido posible la comunicación de otra manera. El storytelling ha de ser una actitud para establecer la comunicación.

 

 

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