Qué belleza de islas, Mamma mía!

Tres de las Espóradas griegas: Skiathos, Skopelos y Alonissos, fueron los escenarios idílicos del rodaje de la película Mamma Mia!

El romanticismo que evocan estos lugares engatusó a los productores de Mamma Mia!, que convirtieron la isla de Skopelos en Kalokairi (verano en griego), la ídilica isla que sirve de marco natural a esta comedia musical. Los escenarios se completaron con localizaciones en la vecina isla de Skiatos y Damaouhari, en Pelion, en la Grecia continental.

Islas frondosas de clima suave. Playas arenosas de aguas cálidas y turquesas, transparentes y limpias, hasta las que descienden bosques de pinos y eucalipto. Calas pequeñas y apartadas al pie de los acantilados plenos de vegetación. Parras que dan sombra a casas blancas con puertas y ventanas de vivos colores, por las que ascienden las buganvillas.

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LA ISLA DE SKIATHOS

El norte de la isla es virgen, de una escalofriante belleza paisajística, salpicado de pequeñas iglesias y monasterios. La población se concentra en torno a Skiatkos Capital, al sur. En el paseo marítimo que circunda el Puerto Nuevo y el Puerto Viejo, separados por la pequeña península Bourtzi, se aglutina la vida social de la isla. El muelle del Puerto Viejo es el lugar en que Sam (Pierce Brosnan) y Harry (Colin Firtth) esperan al ferry que les trasladará a Kolokairi.

La torre de la iglesia de Agios Nicolaos, patrón de los marineros, corona la ciudad, que serpentea por la colina hasta la zona vieja. La plaza que rodea a la iglesia, y las aguas del Egeo que bordean la isla, fueron los lugares elegidos para las escenas iniciales de Mamma Mia!: Sophie (Amanda Seyfried) deposita las invitaciones a su boda para sus tres (posibles) padres, mientras canta I have a dream.

Skiathos dispone de un pequeño aeropuerto para vuelos domésticos. Todas las isla son accesible desde la Gracia continental desde Volos y Salónica.

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LA ISLA DE SKOPELOS

Durante el rodaje de Mamma Mia!, Meryl Streep era asidua a The Blue Bar. Es unos de los muchos bares, tabernas y cafeterías de la capital de la isla, Skopelos Town.

Esta pequeña pero bellísima ciudad , asciende desde el mar por calles empedradas y angostas, de casa blancas y tejado ocres de pizarra, en forma de escamas de pez. En la entrada a la bahía de Skopelos, está la iglesia Panagía tou Pyrgoy, y al fondo, el mítico Monte Athos ( foto), fundido con el mar.

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Hasta los lugares de rodaje se llega por carreteras estrechas, entre bosques de pinos y acantilados, que descubren paisajes de extraordinaria belleza tras cada revuelta. Los griegos hacen este camino en moto o en coche.

La playa de Glystery es la ruta de acceso a Donna´s Villa, el hotelito que regenta Donna- Meryl Streep. Kastani es la playa de Mamma Mia!. En esta playa de arena y guijarros, hasta la que desciende los pinos, se situó el bar y el muelle; por ella, Sophie y Sky (Dominic Cooper) corren enamorados.

EMOCIONES COLOR FUCSIA

Por la carretera de Stafylos se encuentran Los Tres Pinos. Sophie canta aquí Honey Honey, y en otro momento de la película, hace picnic con los tres candidatos a padre. Los cuatro cantan Our last summer), en el cabo Amarantos. Un lugar mágico y escondido, elegido por muchos jóvenes griegos para casarse civilmente.

En la cumbre de una roca de cien metros de altura, centenarios olivos dan sombra a la ermita de Agios Ioannis Kastri, la capilla de la boda de Sophie. A los pies de este peñasco, flanqueado por dos playas, ocurre el momento más emocionte de la película. Una vibrante Donna-Meryl Streep canta The winner takes it all a Sam-Pierce Brosnan, del que siempre estuvo enamorada. En los segundos finales de la escena, Donna sube los 105 escalones hasta la cima. Va envuelta en un largo y vaporoso chal color fucsia.

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Fotos: Pedro Donas y Lola Martín

Mamma, mia! ¡Qué paisajes!

El AVE atraviesa el desmesurado secarral manchego. Tras la ventanilla, la calima flota ingrávida. La velocidad del tren y el efecto óptico de esta bruma caliente, convierten los postes del tendido eléctrico en cimbreantes estructuras de color gris. Parecen moverse al mismo ritmo contagioso y vibrante de las bailarinas de Dancing Quenn en las video pantallas del vagón.

Hoy proyectan Mamma mia! La música se cuela por mis auriculares y baja, zigzagueante, hasta mis pies. No los controlo. Tampoco puedo dominar la emoción circular que revolotea en mi estómago.

¡Están bailando en Damouhari!, me digo entusiasmado. Allí se rodaron las escenas finales de esta alocada coreografía. Mi imaginación vuela a una velocidad mucho mayor que mis pies, hasta ese lugar.

ESCRIBIR DE VIAJES ES VIAJAR DOS VECES

Damouhari es una de las muchas aldeas que pueblan la Magnesia, en la región de Tesalia. Pueblecito de calles angostas y empedradas, con enormes árboles centenarios en la plaza, bajo los que sestean los ancianos y por la que cruza, absorto, un anciano pope barbado.

En la Grecia interior, el turismo masivo no ha hecho mella todavía. No hay prisas, ni colas, ni aglomeraciones. Los lugareños miran al visitante con un cierto aire de novedad, lo que hace que el trato sea más hospitalario y amable.

grecia-antigua-1En los pueblos de la Magnesia hay museos locales, situados en casas de dos pisos o en alguna vieja escuela. Un sinfín de objetos singulares, aparentemente desordenados: trajes, documentos de la presencia turca, banderas, camas, lámparas, braseros, armas, retratos, libros y cartillas escolares, colocados en alacenas o colgados en las paredes. La belleza –y la novedad– de muchas de esas añejas piezas hacen que el visitante olvide que los carteles sólo están en griego, lo que le impide conocer su origen y significado. La imaginación se le dispara. Busca dar sentido a cada uno de estos fragmentos de vida, encajarlos. Construye su propia historia.

Un monasterio ortodoxo que, desde la lejanía se antoja inaccesible, parece colocado a propósito en la cima de una peña, como en un belén navideño. Señoriales y decimonónicas casas, en cuya arquitectura se adivinan pretéritas influencias bizantinas y turcas, dan señas de su abandono.

A LOMOS DE UN CENTAURO

La quietud y el silencio de estos parajes, hacen que sea difícil creer que en esta región, donde se hayan los Montes Pileón – patria de Jasón, aquel que partió junto a los Argonautas en busca del Vellocino de Oro–, habitaran los belicosos centauros. Resulta igualmente chocante para el viajero encontrar nieve tan al sur de Europa. Algunos picos de estos Montes permanecen nevados hasta la primavera, pudiéndose incluso esquiar.

grecia--2Huele a tomillo, a romero, a orégano.

En una ensenada rodeada de olivares, a las afueras de Damouhari, se construyó una plataforma que sirvió de escenario para la coreografía de Dancing Quenn. La pasarela no existe ya. Pero puede rememorarse la escena desde la terraza del bar situado frente a la cala. Pedí un café frappé. Su sabor dulzón acaricia mi boca de nuevo. A lomos de un centauro de metal, avanzo, entre la bruma agosteña, al ritmo de Dancing Queen.

Cuéntame una historia, la búsqueda de significado

Foto tomada de un cartel promocional de la Biblioteca Nacional

Me senté en un vagón del metro y abrí el libro. Un niño sentido frente a mí, casi al instante, me preguntó si el libro que llevaba era un cuento. Le dije que no con la cabeza.

—¿Es un libro?   —insistió el niño desde el asiento frente al mío.

Hice un gesto de asentimiento.

La portada del libro que iba a leer esa mañana en el metro tenía tres estrellas amarillas, una media luna del mismo color, hasta la que llegaba una escalera de color naranja.

Le hice un gesto para que se acercara.

— ¿Te gustaría viajar hasta esa estrella? —Y le señalé una de las tres que había dibujadas en la portada.

—Sí — me dijo con la cabeza, mientras sonreía abiertamente. Tienen mucha luz.

Parecía divertirse y mostraba gran curiosidad e interés. Su cara era la imagen viva de la sorpresa.

— Y a la luna, ¿te gustaría ir?

—Es como un queso.

—¿Qué harías en la luna?

—Allí no vive nadie. Me la comería. Me encanta el queso.

La señora del asiento de al lado, levantó la cabeza de la revista que estaba leyendo. Sonreía asintiendo. La historia pareció interesarle más que las vacaciones de los famosos retratadas en la revista.

Y Sergio, de cinco años (casi seis, apuntó su madre), puso cara de ser un lobo malvado, levantó las manos y las curvó como si fueran garras, abrió la boca mostrando sus dientes blancos, y dijo que tenía la barriga llena. Así que bajamos de la luna y nos adentramos en el bosque, cruzamos un río, y al lobo le abrimos la barriga con unas tijeras…

Y así seguimos hasta que Sergio llegó a su estación.

Búsqueda de significado

El psicólogo austríaco Bruno Betelheim, publicó un libro que se ha convertido en un clásico, un título de referencia,  Psicoanálisis del cuento de hadas. Betelheim estuvo influenciado por Freud, si bien, con los años, se apartó de sus tesis.

No hay nada que enriquezca y satisfaga tanto, al niño y al adulto como los cuentos populares de hadas. Cuando los niños son pequeños la literatura es la que mejor aporta esta información.

BRUNO BETTELHEIM

    1. Los cuentos, igual que las historias y los relatos, no son una amenaza para nadie.
    2. Con ellos conseguimos captar la atención de nuestros oyentes.
    3. Fomentan la independencia de quien los escucha. Al tener que dar sentido al mensaje, extrae sus propias conclusiones en el momento que lo escucha. O emprende acciones por su propia iniciativa.

Nuestra necesidad más urgente y difícil es encontrar un significado a nuestras vidas.

BRUNO BETTELHEIM

El arte de historiar

La historia que había comenzado en un vagón del metro, continuó con otro a una estrella. Y de allí a la luna. Para finalizar en un bosque. Sólo Sergio conocía la razón de ese fantástico viaje y por qué lo hizo.

Esta es la magia del storytelling, el arte de historiar. Porque  el storytelling va más allá de simplemente contar una historia. Sergio construyó la suya propia. Y nos envolvió con ella a los demás.

El storytelling es comunicación emocional en estado puro. Fue una historia la que hizo que cuatro personas hasta ese momento desconocidas ( un adulto, un niño, y la señora que leía la revista), conectáramos en una misma frecuencia. Lo hizo también la madre de Sergio, sonriente, orgullosa y silenciosa espectadora de la escena.

No hubiera sido posible la comunicación de otra manera. El storytelling ha de ser una actitud para establecer la comunicación.

 

 

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