El origen húngaro de la palabra coach

Ilustración de «La historia del transporte», publicada en Francia, siglo XVIII.

La palabra coach nace en una pequeño pequeño pueblo de Hungría, en el siglo XV. El Diccionario de la RAE no ofrece, al menos en su versión digital, una etimología. En esta entrada, la segunda de una serie de tres, cuento su origen.

A finales de la década de 1960, cuando los automóviles comenzaron a ser asequibles en Hungría, se puso de moda entre las parejas jóvenes de aquel país, un juego de palabras. En realidad era una disyuntiva:

kicsi vagy kosci: 

¿bebé o coche?

La forma coloquial en que los húngaros denominan a un coche es kosci, que podría traducirse por «natural de Kocs». Kocs es una pequeña ciudad, entre bosques y lagos, al noroeste de Hungría, a 75 kilómetros de la capital Budapest.

KOCS, PARADA Y FONDA

En el siglo XV, Kocs era parada y fonda en el trayecto Viena- Budapest, después que Matías Corvino, el admirado rey húngaro, tomara la capital austriaca. Matías propició el transporte y el comercio entre las dos capitales. Matías era muy reacio a viajar entre una y otra debido a que los caminos era casi intransitables.

Desde hacía casi 300 años, en Kocs se había desarrollado una floreciente industria de construcción de todos tipo de carros, carretas y diligencias. A raíz del incremento del tráfico entre Viena y Budapest, idearon un tipo de transporte más rápido y cómodo. El vehículo comenzó a denominarse kocsiszekeret, más o menos traducible como “la cesta de mimbre de Kocs”.

 

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Coche. Imagen tomada de MAGYAR NÉPRAJZI LEXIKON (Enciclopedia Etnográfica Húngara).

La carlinga estaba construida de mimbre con asientos acolchados en la que podían sentarse dos personas. Una tercera ocupaba un asiento colocado tras el conductor. Este vehículo estaba tirado por tres caballos. Disponía, además, de unas ruedas reforzadas y un innovador sistema de suspensión, construido en madera y acero de primavera.

El viaje entre Viena y Budapest fue desde entonces mucho más cómodo. Rápidamente se difundió su uso por toda Europa. En 1518 el diplomático austriaco Sigmund von Herberstein, habitual viajero entre Moscú y Viena, describió el «Kotsch Wagen» en sus escritos, contribuyendo a su popularización.

No solo se difundió el vehículo, sino la palabra con la que se lo denominaba. Así, kosci pasó al francés, al portugués y al español como coche, y al inglés como coach. En inglés británico y en el de los EE.UU. se denominan coaches  a los autobuses de larga distancia.

Igualmente, el coach es también el entrenador de un equipo deportivo.

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Indicación de acceso a autobuses de larga distancia (Long distance coaches). Intercambiador de Avda. de America, Madrid

LA PALABRA COACH ADOPTA UN NUEVO SIGNIFICADO

En el argot estudiantil de la Universidad de Oxford, comenzó a llamarse, en 1830, coach a un pasante ( o repetidor) que ayudaba a los alumnos que debían pasar una prueba (literalmente los arrastraban hasta la prueba), ejerciendo de tutor. Treinta años después, en 1861, comenzó a denominarse coach a quien ayudaba a otros en la preparación de pruebas atléticas.

Curiosamente, desde 1999 se celebra en la ciudad de Kocs, donde hay un museo dedicado a los carruajes, una competición en la que varios equipos  arrastran una reproducción de 380 kilos de peso, de aquella primitiva cesta de mimbre, a lo largo de 600 metros. Los equipos (de Hungría y países limítrofes) están formados por cinco personas. Cuatro de ellas empujan y una tira desde el lugar donde antiguamente iban colocados los caballos. El escudo heráldico de Kocs tiene, en uno de sus campos, una imagen de aquel carro.

Los artesanos de Kocs innovaron. Idearon una manera para que las personas pudieran desplazarse de manera más cómoda, rápida y segura. Su invento contribuiría igualmente a la mejora del comercio y al posterior desarrollo del correo.

Coche en el que viajaban comerciantes desde el s.XVI. Dibujo de Jeremías Schemel. Tomada de MAGYAR NÉPRAJZI LEXIKON (Enciclopedia Etnográfica Húngara)

HISTORIAS SOBRE EL ORIGEN

Las historias sobre el origen de las personas y las organizaciones son muy importantes para el desarrollo de unas y otras. Lo mismo ocurre con el origen de las palabras. Las palabras tienen vida y por eso nos proporcionan significado.

En el libro  Coaching: herramientas para el cambio (Ediciones Urano, 2004), un manual para coaches, su autor, Robert Dilts, retorna al primitivo origen del término.

Coach es literalmente un vehículo que lleva a una persona o a un grupo de personas de un origen a un destino deseado. Robert Dilts

Dilts seguía el camino que había abierto Timothy Gallwey, con la publicación, en la década de los 70 del siglo pasado, de El Juego Interior del tenis. 

SERIE DE ARTÍCULOS

PRIMERA ENTRADA: La palabra coach ya está en el diccionario. Me gusta
SEGUNDA ENTRADA: La palabra coach fue fruto de una oportunidad de mercado

 

 

 

Coach, palabra incluida en el Diccionario de la RAE

La palabra coach está ya en el diccionario. Ha sido incorporada por la Real Academia Española en la 23ª edición del Diccionario, publicada el 16 de octubre de 2014.

Sin embargo, la palabra hay que seguir escribiéndola en cursiva, puesto que el diccionario dice que coach es «voz inglesa». Curiosamente, la etimología de coach es la misma que para el término «coche».

Mi propósito al escribir esta entrada (de una serie de tres), es ayudar a clarificar lo que es y lo que significa ser coach, así como los diferentes estilos y escuelas de coaching.

La definición de coach

coach. 1. Persona que asesora a otra para impulsar su desarrollo profesional y personal. 2. Entrenador.

Diccionario RAE, 23ª edición.

Esta definición ha sido modificada (muy atinadamente) respecto a la que se leía en el Diccionario Panhispánico de Dudas. Allí se decía que «coach es voz inglesa que significa persona que prepara o adiestra a otra en algo, especialmente en la práctica del deporte».

Se añadía que su uso era innecesario en español, por existir términos como entrenador y preparador, de sentido equivalente. Cierto que es voz inglesa, que se deriva a su vez de la húngara «kosci»tal como se explica en la entrada que sigue a ésta.

Solamente puede sentirme satisfecho y agradecido a la RAE, y celebrar la decisión. Pero me permito hacer una sugerencia para que pudiera ser contemplada por la RAE en posteriores revisiones del Diccionario,

Mi sugerencia: sustituir el término  «asesora» por «acompaña».

Asesorar es aconsejar. Los coaches no aconsejan (salvo excepciones que se explican en la tercera entrada). Los coaches preguntan. A través de la pregunta, se busca que la persona acompañada encuentre sus propias respuestas.

No estoy en la línea de incorporar voces fagocitadas de otros idiomas, salvo que sea estrictamente necesario. En la mayoría de los casos, nuestro idioma dispone ya de esos términos. Y es, además, mucho más rico que el inglés. Ante este idioma bajamos los brazos, cuando no los pantalones, e incorporamos palabras y expresiones sin medida alguna.

Yo que soy un defensor a ultranza del español, me dedico a una profesión que hasta ahora no tenía una palabra exacta que la definiera en mi idioma. O sea, si no quieres caldo, toma tres tazas.

Entrenadores

Unos días antes de la presentación en sociedad de la 23ª edición del Diccionario, Alex Grijelmo, decía en un magnífico artículo y de acertado título, El anglicismo depredador, publicado en El País,

En los espacios sobre talentos musicales nos presentan a un coach, voz que se propaga en detrimento de ‘preparador’, ‘adiestrador’, ‘profesor’, ‘supervisor’ ‘entrenador’, ‘tutor’, ‘instructor’, ‘asesor’, ‘formador’.

ÁLEX GRIJELMO

Grijelmo es para mí uno de los periodistas que mejor utiliza el español y uno de sus más ardorosos defensores. Me alineo con él en esa defensa. Además, algunos de sus libros forman parte de mi biblioteca personal como fuente de inspiración y consulta.

Yo soy coach. Sin embargo, ninguna de las palabras alternativas que sugiere Alex Grijelmo en su mencionado artículo definen con exactitud el trabajo de un coach Y, a la vez, lo pueden definir (casi) todas.

Coaches que no lo son

El enorme poder de la televisión ha puesto en el mapa la figura del coach. No solo en programas de talentos musicales, como explicaba Grijelmo. También en otros que hacen espectáculo de las carencias de un restaurante o de las habilidades culinarias de los concursantes.

Términos como adiestrador, tutor, instructor o asesor son de correcta aplicación para estos expertos que evalúan y dirigen a los concursantes.

    • Un coach nunca dirige. (Solo lo hacen algunos coaches norteamericanos).
    • Nunca un coach dice lo que tiene que hacer su cliente. (Solo lo hacen algunos coaches norteamericanos).
    • Un coach no aconseja ni guía. (Solo lo hacen algunos coaches norteamericanos).

Que yo sepa, ninguno de los cocineros o cantantes es coach. Como tampoco lo son muchas personas que se definen como tales, solo por haber hecho un curso de fin de semana. De estos cursos los hay a cientos en la red.

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Igualmente, en nuestro imaginario colectivo está instalada la imagen mitificada por el cine del entrenador americano de béisbol, de baloncesto o de fútbol americano. Un personaje, en muchas ocasiones, gritón, duro y malhumorado, que gusta de emplear métodos más que discutibles para motivar y conseguir los objetivos de sus jugadores. Nada más lejos de esta imagen, la realidad de lo que es un coach.

Un ejemplo paradigmático de lo antes dicho, es la película de Oliver Stone, Un domingo cualquiera (1999).

Entrenadores y tarjetas de visita

¿Qué pongo en mi tarjeta de visita profesional? ¿Profesor? ¿Entrenador? ¿Formador? ¿Asesor?

Si pusiera profesor o entrenador:

    • Las asociaciones profesionales podrían demandarme por no ser ni entrenador, ni profesor, aunque entrene y, en ocasiones, pueda ejercer como formador.
    • Tendría que explicar a mi cliente que no soy entrenador de fútbol ni de gimnasia rítmica, y que tampoco soy profesor de ciencias.

Algo parecido podría decirse de algunas de las otros términos propuestos: asesor, tutor, etc. Un tutor se acerca más a un mentor, y un asesor más a un consultor. Etcétera.

La profesión de coach es muy joven todavía. Apenas ha cumplido la treintena. Si alguien me pregunta a qué me dedico y le contesto que soy coach, obtengo dos tipos de respuestas.


Una de ellas suele ser:

Ah, una profesión muy de moda

La otra es:

¿Qué es eso?


Hace falta pedagogía y responsabilidad

No es infrecuente que muchos de los más reputados periodistas, comunicadores y creadores de opinión—por otro lado, asiduos participantes en tertulias radiofónicas y televisivas—,  no sepan explicar con exactitud lo que es un coach y qué es lo que hacemos.

El aforismo «Nosce te ipsum» (Conócete a ti mismo), estaba escrito en el templo de Apolo en Delfos. Los romanos tomaron para sí el aforismo. Un coach te puede ayudar a conocerte.

Echo de menos, por un lado,  que las asociaciones profesionales nacionales (En España, ASESCO) e internacionales (ICF) hagan escuchar su voz, para explicar a los medios de comunicación primero, y que sean estos quienes, posteriormente, transmitan al resto de la sociedad en qué consiste nuestro trabajo.

Echo de menos, igualmente, la necesaria claridad por parte de nosotros los profesionales  del coaching para explicar con claridad  los estudios que hemos realizado y los conocimientos que nos permiten desempeñar nuestra labor con garantías. No contribuye a clarificar el panorama la legión de intrusos que se autodenominan coaches, tras haber asistido un fin de semana a un curso de desarrollo personal, o porque queda muy bien presentarse como tales.

Las palabras y su historia

En La seducción de las palabras (Punto de Lectura, 2000), Álex Grijelmo, refiriéndose al valor colectivo que una palabra posee, afirma:

Nunca sus definiciones (sus reducciones) llegarán a la precisión, puesto que por fuerza han de excluir la historia de cada vocablo y todas las voces que lo han extendido.

—ÁLEX  GRIJELMO

La historia de la palabra coach y su etimología nos pueden –quizás– ayudar a clarificar qué hacemos los que nos dedicamos a esta profesión y cómo trabajamos, y paliar la exclusión a la que se refiere Grijelmo.

Y a ello dedicaré las próximas entradas.

ARTÍCULOS DE LA SERIE

Segunda Entrada: El origen húngaro de la palabra coach
Tercera Entrada: La palabra coach fue el fruto de una oportunidad de mercado

ARTÍCULO RELACIONADO

Coaching, mirar la vida de manera diferente

 

 

 

La filosofía clásica, la llave para la vida buena

Jules Evans es un periodista y escritor británico treintañero. Escucha en silencio, con cara de alumno aplicado, las palabras del presentador. Sonríe. No hay título para su conferencia. Jules Evans va a hablar ante un centenar de coaches en el III Congreso Internacional de la Asociación Española de Coaches de Equipo ( AECOP ) . Va a hablar de lo que sabe, de filosofía. Y de cómo la filosofía clásica salvó su vida.

Encontrar la vida buena

 

Jules Evans comienza su conferencia contando su propia historia personal. Confiesa como coqueteó con las drogas siendo adolescente. Y siguió haciéndolo en la Universidad. Sufrió por ello estrés, además de ansiedad y depresión. De nada le sirvió la terapia. Un día le hizo una entrevista a Albert Ellis, el terapeuta creador en los años 50 de la terapia cognitivo conductual. Fue la última entrevista que Ellis concedió.

La teorías de Ellis estaban inspiradas en la antigua filosofía griega. Fundamentalmente, en las del ideas del filósofo estoico Epicteto. Es por eso que esta afirmación de Ellis, ya apuntada por Epicteto,  esté en la base de su ideario:

La perturbación emocional no es creada por las situaciones, sino por las interpretaciones que le damos a esas situaciones.

ALBERT ELLIS

En conclusión, las emociones, el pensamiento y nuestros hábitos de vida (conducta) se influyen mutuamente. Algo que Epicteto ya había desarrollado en su filosofía. Hablaba de aquello sobre lo que tenemos control y sobre lo que no lo tenemos (absolutamente). Epicteto fue esclavo y caminaba con bastón. Sin embargo, desarrolló su filosofía en torno a la libertad de nuestro control interno. Las ideas de Epicteto están recogidas en el Enquiridion o Manual de Epicteto.

Y así fue como Jules Evans descubrió la antigua filosofía griega. Eso fue lo que, por lo tanto, le ayudó a salir de su estado. Y, además, dio un giro a su vida. Emociona escucharlo cuando afirma

La filosofía clásica junto con los nuevos descubrimientos de la ciencia, ayuda a encontrar la vida buena.

—JULES EVANS

Cambiar nuestros hábitos

 

Evans enuncia las cuatro verdades sobre las que todos los filósofos antiguos estaban de acuerdo, y que hoy siguen teniendo el mismo vigor que hace dos mil años:

      • Conocer
      • La necesidad de  cambiar
      • Crear nuevos hábitos
      • Crear una vida más próspera

Y Evans se centra lanza en los hábitos. Enuncia sus cinco modos de crear hábitos:

    1. Canta bajo la ducha tus máximas. «Relava» tu cerebro.
    2. Escribe un diario. ¿Cómo ha sido tu día?
    3. Haz trabajo de campo. Practica. ¡Sal a la calle! Observa.
    4. Copia y modela a quien te inspira.
    5. Ayúdate de otros. No somos «supermanes» solitarios.

Las suyas son diapositivas limpias. Las ideas respiran, claras, sobre el fondo blanco. Resultan de fácil comprensión. En sí misma, esta conferencia es un modelo de cómo captar la atención de los oyentes. La sabia combinación de historias, que se entreveran entre los contenidos más teóricos y filosóficos. Son una invitación a la acción.

Una conferencia muy inspiradora.  Su intervención, en consecuencia,  me movió a leer a Epicteto y a otro clásico, el emperador romano Marco Antonio, cuyo libro, Las Meditaciones , un texto imperecedero.

Una buena idea es de todas las personas.

—JULES EVANS

Filosofía para la vida

 

Todas las ideas vertidas por Jules Evans en esta conferencia aparecen recogidas en un libro, Filosofía para la vida. Y otras situaciones peligrosas (Grijalbo, 2013). Fue número uno en las listas del Times. El libro hace unos meses que ha aparecido en España. 

Además del estudio de la filosofía clásica, enriquecido con la inclusión de filósofos modernos y comentarios sobre los ensayos de Montaigne, el autor  ofrece aplicaciones prácticas. Algunas de las historias que relata son escalofriantes. Un libro sencillo e interesante, incluso si eres de los que dices que la filosofía no te gusta. O no la entiendes.

Jules Evans dirige el Centro de Historia de las Emociones en la Universidad de Londres. Y aplica sus teorías en sus trabajos  en prisiones inglesas, con equipos de rugby, y en diferentes ONG´s.

 

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