Mitos y storytelling. La razón y las emociones

 

Los mitos eran narraciones, las más primitivas. Primero fueron orales y luego se escribieron. Y era cada poeta el que daba su propia versión del mito, muy seguramente dependiendo de quién, cuándo o dónde lo escucharon. O, acaso, aquella versión que más les gustaba.

La narración contiene elementos emocionales, que permiten llegar con más facilidad a la mente de las personas. Esta idea ya la mencionaba, a mediados de los noventa, Daniel Goleman, en su revolucionario libro Inteligencia Emocional.

La neurociencia ha venido a dar la razón a Goleman. El neurocientífico español, Francisco Mora, afirma que «hasta nuestro cerebro, el lugar en el que vive la razón, esta embebido por las emociones». O sea, que hay una especie de continuo entre razón y emoción. El sentimiento viene cuando le añadimos un pensamiento a la emoción. Ese pensamiento puede cambiar la emoción. Las emociones son instantáneas a diferencia de los sentimientos, que perduran durante más o menos tiempo.

O dicho en palabras del neurocientífico Antonio Damasio en su célebre Error de Descartes (Destino 2011)


Si las emociones se presentan en el teatro del cuerpo, los sentimientos se representan en la teatro de la mente.

ANTONIO DAMASIO


Sentimientos  y contagio

 

En Las claves del éxito, el periodista y escritor Malcom Gladwell, afirma que «las ideas, los productos, los mensajes y las conductas se extienden entre nosotros igual que los virus». Aún estando de acuerdo con el planteamiento de este disruptivo periodista norteamericano, me permito hacer alguna matización. La ideas no se pueden contagiar, las emociones sí.

Contagiarse no es algo voluntario. No depende de nosotros. Un virus se propaga y nadie está inmune a su acción, salvo que se esté vacunado. Las ideas no pueden contagiarse. Aunque se propaguen o se extiendan como un virus, necesitan un acto voluntario, querer aceptarlas o no.

Imaginemos un campo de fútbol con 50.000 espectadores. Si el equipo local marca un gol, los espectadores al unísono saltan automáticamente contagiados, movidos por una misma emoción, la alegría.

Imaginemos ahora ese mismo estadio con el mismo número de espectadores. Pero en lugar de celebrarse un partido de fútbol se celebra un concierto. Los 50.000 espectadores están movidos por la emoción cuando cantan a coro un estribillo. Pero para cada uno de los 50.000 la canción significa una cosa completamente diferente, porque está por medio el pensamiento, las vivencias, las ideas de cada uno.

El significado es diferente para cada espectador

 

Igualmente, si se encendiera un mechero para alumbrar mientras se interpreta una canción. Que se vayan encendiendo más mecheros, es un contagio emocional, aunque previamente (casi instantáneamente) ha habido, al menos, dos actos voluntarios: la decisión personal se sacar el mechero primero, y encenderlo después.

Hay pocos milisegundos de diferencia entre que la emoción se produce y nos viene un pensamiento. Y ese es el orden: primero la emoción y luego el pensamiento. Eso es lo que quiero expresar cuando digo que las emociones se contagian pero no las ideas. Es un hecho, en consecuencia, que las emociones propician el camino a las ideas.

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