Las historias: vehículos de transmisión de valores

 

Las historias: vehículos de transmisión de valores. ¿Te habías planteado alguna vez que una historia tiene el poder de transmitir valores como libertad, independencia, confianza, generosidad, convivencia?

Desde los tiempos más remotos, en torno a una hoguera, las historias, las leyendas y los relatos épicos han servido para transmitir conocimiento alrededor de una hoguera. Pero no solo. También valores.

Una hoguera siempre nos fascina, las llamas nos dejan ensimismados, el crepitar de los troncos, el calor acariciándonos las mejillas… Y en torno a ella, niños y ancianos, mujeres y hombres, reunidos para hablar y compartir.

La nueva hoguera

 

Aquella ancestral hoguera es hoy la máquina de café de una empresa, alrededor de la cual se reúnen los empleados. La barra de un bar. Las reuniones frente a un televisor para ver un partido. Las redes sociales llenas de conversaciones. También lo son los videojuegos y las series de televisión con millones de seguidores. En fin, los foros, los chats…

Vivimos rodeados de historias. De unas somos los protagonistas. En otras, solo somos meros receptores. Y es que el ser humano es un ser básicamente social. Esta es la razón por las que nos fascinan las historias.


¿Las historias: vehículos de transmisión de valores? Toda historia tiene, como mínimo, una decisión moral


A nuestro cerebro le encantan las historias. Tiene estructura narrativa. Los humanos no soportamos la incertidumbre. No nos gustan los puntos suspensivos, la fragmentación. Por eso el cerebro crea narrativas.

1. las historias Son comunicación emocional

Las historias son la manera de hacer que las ideas lleguen a la cabeza, pasando primero por el corazón. Como transmisoras de emociones que son, las historias hacen que las recordemos. La Neurociencia lo ha demostrado: los recuerdos más memorables son aquellos que van ligados a una emoción.

2. Las historias captan la atención de quien las escucha

Nuestro cerebro está ávido de historias. Es lo que más le gusta. ¿Qué mejor que alimentar esa necesidad  contando historias? Desde luego, las historias son mucho más fascinantes que los hechos. Los hechos ocurren uno tras otros, son cronológicos. Las historias permiten ordenar esos hechos para convertirlos en relatos, mucho más atractivos que la simple enumeración cronológica.

¿Qué se esconde detrás de una historia?

 

1. Las  historias definen quién somos. Nos encajan en el mundo

Permiten explicar a los demás cual es nuestra identidad. O en el caso de un relato corporativo o empresarial, cuál es la identidad de la empresa.

2. Las historias son mapas. Dan sentido y significado a la vida

Las historias nos permiten entendernos a nosotros mismos.  Nos permiten hacernos preguntas sobre nosotros mismos. Son, en consecuencia, un mapa que nos permite movernos por la vida.

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3. las historias Trasmiten lo complejo de manera sencilla

Hay situaciones que no podemos (o no sabemos) explicar. Por ejemplo, un despido o una situación complicada por la que hemos atravesado. Convertir esa experiencia en historia, permitirá, en consecuencia, que sea más fácilmente comprendida.

4. las historias Vencen la natural resistencia al cambio que tenemos los seres humanos

Una vez que hemos escuchado o leído una historia, ya no somos los mismos. Dice el profesor de marketing de la Universidad de  Wharton, John Berger, que son como el caballo de Troya. O sea, la manera de entrar en una fortaleza inexpugnable.

5. las historias Generan confianza

Las historias general vínculos entre quien cuenta la historia y quien o quienes la reciben. Se establece, por tanto, una comunicación invisible. Contar historias para comunicarnos con los demás, ha de ser una actitud.

6. las historias Permiten que quién la escucha, pase de espectador a protagonista

Resulta difícil que durante la narración de una historia, no nos sintamos identificados con alguno de los personajes. Esta identificación es la que lleva directamente a la conclusión de esta nota: la transmisión de valores en las historias.

Las historias como vehículos de transmisión de valores

Libertad, independencia, confianza, generosidad, convivencia… ¿De dónde vienen tus valores? Algunos de tus padres o abuelos. Otros los has ido adquiriendo con el tiempo, fruto de las vivencias que has tenido y de la experiencia conseguida.

¿Cuántos de los valores que heredaste de tus padres y abuelos lo son por la observación de su conducta? ¿Cuántos provienen de aquellos cuentos e historias que ellos te contaban antes de dormir?

Las historias entretienen, explican y transmiten enseñanzas; conocimiento, en definitiva. Generan confianza, permiten la comunicación. Y también valores morales, culturales, de una empresa o valores personales. Las historias contienen, además, como mínimo, una decisión moral. El protagonista ha de elegir. Y eso hace que nos identifiquemos con él.

Y es, fundamentalmente,  en nuestras elecciones— y nuestra vida está llena de ellas, más grandes o más pequeñas— donde nuestros valores entran en juego de una manera más clara y contundente.

 

 

 

 

Conectar: historias que se convierten en relatos

 

Conectar. Esa es la clave. Es la idea que se esconde detrás de las redes sociales. Así es como nacieron. Y detrás de su nacimiento y su vertiginoso crecimiento está el storytelling: la creación y narración de historias. En muchos casos, la nuestra propia.

En la Cumbre Tecnológica del G8 sobre Internet celebrada en 2011, le preguntaron a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, acerca del crecimiento de la red social y de la influencia que iba tomando. Le habían preguntado, en realidad, por la tecnología desarrollada. Zuckerberg, sin embargo, sorprendió a todos con su respuesta:

Lo que identificamos fue algo en común que tenemos todos los seres humanos: la necesidad de compartir.

—MARK ZUCKERBERG 

Más de dos mil millones de personas al mes usan activamente Facebook en el mundo.

El periodista del New York Times, Nick Bilton, cuenta en La verdadera historia de Twitter (Gestión 2000, 2013) que Evans Williams y Noah Glass, dos de los fundadores de Twitter se sentían solos. Idearon un microblog de 140 caracteres para «compartir estado». Además de mitigar su propia soledad, querían también que la gente se sintiera menos sola. Soledad, esa era la emoción que sentían. «¿A quién— se preguntaban algunos— le va a interesar compartir información personal de un modo tan público?».

El resto es ya parte de la reciente historia de Internet.  Más de 300 millones de personas utilizan Twitter mensualmente. Y qué decir, finalmente, de las stories de Instagram.

Además de estar contándonos historias todo el tiempo, nos interesan las historias de los otros. Así es como interactuamos los seres humanos. Así lo expresa el director (turco de origen, pero afincado en Italia) de la película Harem SuaréFerzan Özpetek: 

Cuando encontramos el valor de contar nuestra historia, todo cambia. Porque en el momento mismo en el que la vida se convierte en relato, la obscuridad se hace luz, y la luz nos indica un camino.

—FERZAN ÖZPETEK

Marcos de confianza

 

Todo en nuestras vidas se mueve por historias. Lo que más deseamos es que nos cuenten una buena historia. Pero, a la vez, deseamos contar la nuestra, compartirla. Tenemos una necesidad irresistible de hacerlo. Muchas veces no sabemos a quien. Por eso nos sentimos tan bien cuando encontramos a alguien que nos escucha con atención, con lealtad. Se genera así un marco de confianza, para que relatemos lo que nos agobia o nos alegra, lo que nos hace felices o nos produce miedo.

Liberamos oxitocina cuando confiamos en alguien o ese alguien nos muestra un acto de bondad. Y la oxitocina motiva la cooperación con los demás, a través del aumento de la sensación de empatía y, por consiguiente, nuestra capacidad de experimentar emociones ajenas.

PAUL J. ZAK

Historias, oxitocina y generación de confianza

 

Nuestro cerebro es un gran consumidor de historias. Es nuestra manera de conectar con los demás seres humanos.

Sentimos vértigo cuando James Bond cuelga de un rascacielos. Sentimos como propia la angustia que invade a Indiana Jones en una cueva. Basta con ver el rostro del arqueólogo. O escuchar como sube la intensidad de la música. Nuestro cerebro crea un relato que rellena las lagunas.

Nuestros cerebros no diferencian entre una persona en apuros en una imagen animada y una persona en apuros frente a nosotros. Ambas nos parecen reales. Esa es la razón de que podamos conmovernos con las grandes películas o las grandes novelas. Y más profunda es esa sensación cuanto más lectores y espectadores se identifiquen con ella.

Generación de confianza

 

Según Paul Zak, economista y neurólogo, la liberación de oxitocina en nuestro cerebro es la señal clave para que el acercamiento a otra persona se produzca.

Liberamos oxitocina cuando confiamos en alguien o ese alguien nos muestra un acto de bondad. Paul Zak lleva más de una década investigando sobre la oxitocina, a la que denominó, «The Moral Molecule˝. En su  traducción española, se la denomina  la «Molécula de la felicidad» (La molécula de la felicidad, Ediciones Urano, 2012).

La clave—dice Paul J. Zak en este libro— está en la oxitocina, una molécula que se dispara en nuestra sangre cuando  otro ser humano nos obsequia con un gesto desinteresado.  La amabilidad se contagia. En la oxitocina radica la clave de las relaciones humanas.

La oxitocina motiva la cooperación con los demás, a través del aumento de la sensación de empatía y, por consiguiente, nuestra capacidad de experimentar emociones ajenas.

— PAUL J.ZAK

«Érase una vez, un carpintero llamado Gepetto que decidió construir un muñeco de madera, al que llamó Pinocho. Con él, consiguió no sentirse tan solo como se había sentido hasta aquel momento…».  – Pinocho, Carlo Collodi

Cuando quieras motivar, conectar o favorecer la memoria, comienza por contar una historia sobre la lucha humana o sobre los valores. Así llegarás a los cerebros de la gente, atrayendo primero sus corazones. Porque, recuerda, las ideas no se contagian, las emociones, sí

 

 

 

 

 

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