Narrar historias es tan antiguo como la propia humanidad. Las empresas son, en general, solemnes y poco propensas a mostrar sus sentimientos. Le ocurre igual a los profesionales que con trabajan en ellas. Quizás hay una excepción: a los vendedores —o comerciales— se les permite «mostrarse simpáticos».
La mentalidad del ejecutivo está programada para ser analítica, objetiva, y, en muchos casos impersonal. Estas actitudes se reflejan en la manera en que las empresas comunican, tanto interna como externamente. En consecuencia, la comunicación tiende a ser fría. Igual que sus exposiciones, muchas de ellas elaboradas en farragosas presentaciones en Powerpoint o Keynote. Presentaciones argumentativas, plagadas de datos.
En muchas de estas presentaciones sobran diapositivas y falta corazón.
Igual puede afirmarse de la comunicación interna en las empresas. O del envío de decenas de correos electrónicos diarios. En los que en la línea de «asunto» se coloca la primera fase que viene a la cabeza. O en los mensajes colocados en las diferentes redes sociales, bien sea éstos personales o profesionales.
Captar la atención
Cuanto he dicho no es caprichoso. He sido directivo durante años. Yo mismo caí en esos mismo errores. Yo mismo no me detenía a pensar el «Asunto» del correo electrónico. No era consciente que desde el «Asunto» tenía que captar la atención del receptor. También he estado al otro lado, como Director de Comunicación de una Agencia de Comunicación. Mi tarea era hacer llegar los mensajes de las empresas —nuestros clientes— a otros periodistas.
En el año 2008, me encontré con el libro Será mejor que lo cuentes. Los relatos como herramienta de comunicación, de Antonio Núñez. Y digo me lo encontré, porque estaba abandonado sobre un archivador de la redacción de la cadena de radio donde trabajaba.
Pasé junto a él varios días. Lo miraba de reojo. Una tarde, finalizadas mis tareas, decidí esperar antes de antes de regresar a casa, a la espera de que se disolviera el atasco de cada tarde a esa misma hora. Pregunté y nadie dijo ser dueño del libro. Así que me lo apropié. Y ahí se produjo el cambio. Mi manera de entender la comunicación cambió radicalmente. La idea fundamental del libro es narrar historias para una mejor comunicación.
Ya no mandan los grandes emisores. El destinatario de tu mensaje es hoy el que manda. Un buen relato es lúdico, sensorial y emocional, está cargado de sentido, es didáctico, mnemotécnico y favorece la cohesión, participación e interactividad de sus destinatarios.
— ANTONIO NÚÑEZ
Nuestros mensajes de esta manera serán más perdurables en la mente de quienes nos escuchan, y más contagiosos, porque hemos establecido una ruta hacia su corazón. Narrar historias es la mejor manera de comunicarnos.
Narrar historias: el horno del corazón
No hay milagros, sólo esfuerzo. Es preciso cambiar cuando las circunstancias lo exigen. «Las circunstancias han cambiado. ¿Qué va a hacer usted?», dijo Keynes.
La ideas tienen que bajar al horno del corazón para que se calienten, así afloran las emociones.
—ÁNGEL LAFUENTE, experto en oratoria
Una receta tan simple como antigua, pero precisamente por ello tan inusitada. Así, aplicando tan sencillo remedio, es como la enumeración de datos, demostraciones, cifras o estadísticas dan paso a las emociones. Al narrar historias, las argumentaciones se convierten en relatos que evocan las emociones de la audiencia, logrando de ellos el bien más preciado en estos tiempos, su atención.
En Resonancia, un estupendo libro de Nancy Duarte, experta en presentaciones, explica como narrar una historia en una presentación, tanto dentro como fuera de la empresa..
El éxito acompañará a aquellos que sean capaces de acomodarse a esta nueva situación. Se hace necesario cambiar nuestra manera de pensar, tomar conciencia de la nueva realidad en la que nos estamos moviendo. Hay narrar historias para clarificar nuestro mensaje y que la gente nos escuche.
El siguiente paso no es otro que ponerlo en práctica, ser inspiradores. ¿Qué te impide hacerlo?