Relación con el tiempo. 5 libros. ¿Cómo es la tuya?

 

¿Cuál es tu relación con el tiempo? ¿A qué dedicas tu tiempo y tu energía? Para ayudarte a reflexionar sobre estas y otras cuestiones, te propongo 5 libros que te pueden ayudar a explorar cómo es tu relación con el tiempo.

Una reciente encuesta realizada por la Comisión Europea, ha vuelto a poner sobre la mesa la idoneidad o no del cambio del horario de verano. Algunos de los encuestados se referían en sus respuestas a los efectos negativos en su salud, debidos al cambio de hora.

Pero demos un paso más. ¿Qué es el tiempo?  ¿Cómo sentimos los humanos el paso del tiempo? ¿Más descanso es sinónimo de mayor productividad? ¿Cómo optimizamos nuestro tiempo? En definitiva, ¿cuál es nuestra relación con el tiempo?

Tu relación con el tiempo en 5 libros

 

Para ayudarte en la exploración de estas y otras muchas preguntas, te propongo 5 libros. Diferentes enfoques disciplinares — desde la psicología y la neurobiología a la productividad y la conciliación laboral—, para explorar una misma cuestión: cuál es nuestra relación con el tiempo.

Por qué el tiempo vuela

POR QUÉ EL TIEMPO VUELA. Una investigación no solo científica. Alan Burdick, Plataforma Editorial, 2017.

 

Un pormenorizado ensayo, entreverado de fascinantes historias, muchas de ellas personales. Que el libro esté escrito, mayoritariamente, en primera persona, no resta ni un ápice de rigor a este trabajo. Al contrario. Hace más digeribles las explicaciones (complejas muchas de ellas) de Alan Burdick, periodista científico de la revista The New Yorker.

Este texto ofrece las opiniones de diferentes científicos (astrónomos, neurocientíficos y psicólogos) que explican desde qué son y cómo funcionan los ciclos circadianos a cómo se sincronización los relojes.

Y puesto que no solo de ciencia vive — o ha de vivir— el hombre, Alan Burdick, pasea en esta obra por una amplia nómina de filósofos, con una particular querencia por San Agustín.

Por mi experiencia tras la lectura de este libro, me permito decirte que lo leas poco a poco.

El reloj emocional

EL RELOJ EMOCIONAL. Sobre el tiempo y la vida. Ramón Bayés. Plataforma Editorial, 2018.

 

Dependiendo de las circunstancias, un día parece volar o una hora puede ser interminable. Que se lo pregunten si no a un hincha futbolístico cuando quedan cinco minutos para que acabe un partido con el resultado apretado.

Ramón Bayés, Catedrático de Psicología, distingue por eso en este libro entre tiempo objetivo— el que se mide a través de relojes y calendarios— y el subjetivo, aquel que es capaz de aportarnos felicidad o sufrimiento. El libro está dedicado a cómo gestionar este tiempo subjetivo.

En esta obra, el autor aborda el tiempo desde diferentes perspectivas:

      • La elasticidad del tiempo subjetivo, en función de la espera y la realización.
      • La impaciencia de los seres humanos para obtener recompensas inmediatas.
      • La importancia que tienen las asociaciones temporales entre los hechos placenteros y los traumáticos en nuestra biografía.
      • Las estrategias que podemos utilizar para detener voluntariamente el paso del tiempo.

Un libro, en fin, que no ofrece respuestas, sino que abre caminos para la reflexión.

Mi agenda y yo

MI AGENDA Y YO. Repensando nuestra relación con el tiempo. Santiago Álvarez de Mon. Plataforma Editorial, 2017.

 

Este es un libro de acompañamiento, que busca establecer una conversación entre autor y lector.

Una obra de madurez personal y profesional de Santiago Álvarez de Mon, un pensador de referencia cuando de liderazgo se trata. La amplia bibliografía que sirve al autor para argumentar este libro, abre también muy interesantes caminos de exploración para el lector.

En definitiva, ¿a qué damos prioridad en la vida? ¿A qué dedicamos nuestro tiempo y nuestras energías? ¿Cuál es nuestra relación con el tiempo?Preguntas que, en conclusión,  confluyen en una única: ¿quien soy?

El texto se abre con un prólogo del cardiólogo Valentín Fuster. Este libro está entre los diez mejores libros de empresa de 2017, según la red de conocimiento Know Square.

 


La noche es muy bella, pero lo es también el día, y lo inteligente, es poder disfrutar al máximo tanto de una como del otro.

—CARMEN POSADAS, escritora


Descansa

DESCANSA. Produce más trabajando menos. Alex Soojung- Kim Pang. Lid Editorial, 2017.

¿Sabías que Winston Churchill era una gran amante de la siesta?

Este libro pretende, en primer lugar, establecer un punto de encuentro — lo que no significa que tenga que ser, necesariamente, el punto intermedio— entre dos situaciones extremas:

      • Considerar el descanso como un elemento fundamental en la vida y las carreras de las personas creativas y productivas
      • Presentar el ocio como un lujo que hay que consumir y promocionar.

El autor, un consultor de Silicon Valley, cimenta sus argumentaciones en dos pilares:

      • El trabajo y el descanso son compañeros.
      • El descanso es algo activo.

Finalmente, con estas premisas, para el autor solo puede haber una conclusión:

El descanso no es holgazanería.

—ALEX SOOJUNG- KIM PANG

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Dejemos de perder el tiempo

DEJEMOS DE PERDER EL TIEMPO.  Los beneficios de optimizar los horarios. Ignacio Buqueras y Jorge Campos. Lid Editorial, 2017.

 

La pretensión de los autores es cambiar la mentalidad respecto a la utilización del tiempo, «el bien más escaso, el que a todos nos iguala».

Ignacio Buqueras preside la Asociación para la racionalización de los horarios españoles (ARHOE) y Jorge Campos es directivo de RR.HH. El perfil de Buqueras y Campos indica que el libro se refiere tanto al tiempo en el ámbito personal como el profesional. Por eso,  el libro cuenta con un prólogo de Juan Rosell, presidente de la CEOE y un epílogo de la escritora Carmen Posadas.

El texto aborda, además, asuntos como la puntualidad, el trabajo a distancia, las reuniones, la productividad, pero también cómo conciliar trabajo y vida familiar.

 

 

Mitos y storytelling. Emociones y sentimentalismo

 

Las historias nos despiertan, antes que nada, las emociones. Y después es cuando actúa nuestro pensamiento.

Si leemos, por ejemplo, «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…», surge la emoción de la curiosidad, y después la pregunta, ¿por qué no quiere acordarse? ¿Qué le ocurrió para que quiera olvidar ese lugar?

Emoción proviene del latín «movere» (mover), más el prefijo «e», que da igualmente idea de movimiento. Eso es lo que me mueve a continuar leyendo.

La emoción de la sorpresa en este caso nos mueve a preguntarnos, ¿por qué no quiero acordarse? Ha entrado en juego el pensamiento.

Por eso las narraciones, las historias, nos atraen, nos despiertan, antes que nada, las emociones. Y después es cuando actúa nuestro pensamiento al preguntarnos, ¿y ahora qué va a pasar? Así es como llega a nuestro cerebro la narración, a través de la emoción.


No hay razón práctica sin sentimientos. Nadie que no sea ajeno a la psicología o a las neurociencias discute ya esta tesis. Todas las ciencias sociales parten hoy del supuesto de que somos seres emotivos y no solo racionales.

VICTORIA CAMPS, filósofa


El profesor de marketing, John Berger, siguiendo las ideas expuestas por  Malcom Gladwell en Las claves del éxito , afirma en Contagioso (Gestión 2000, 2014 ) que «los mensajes que provoquen el sobrecogimiento y los que produzcan una gran excitación (risa, inquietud, enfado, ira…), tendrán más probabilidades de ser difundidos».

En una palabra, ser más virales.

De la emoción al sentimentalismo

 

Llegados a este punto, conviene hacer una acotación. Si bien es cierto que durante mucho tiempo las emociones fueron relegadas en beneficio de la razón, en la actualidad estamos en el extremo contrario, en el culto a la emoción. A este fenómeno el psiquiatra inglés Theodore Dalrymple, lo denomina en un libro del mismo título, «sentimentalismo tóxico».

Dalrymple considera que el sentimentalismo, entendido este como «el culto al sentimiento», el culto a la emoción pública, está corroyendo nuestra sociedad. A esta situación se llega cuando el sentimiento con el que se defiende una situación es más importante que los hechos (el conocimiento) en los que se basa.

Fue Cleóbulo, uno de los siete Sabios de Grecia, quien escribió en el templo de Apolo en Delfos  esta máxima, «óptima es la medida».

 

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Los mitos eran narraciones, las más primitivas. Primero fueron orales y luego se escribieron. Y era cada poeta el que daba su propia versión del mito, muy seguramente dependiendo de quién, cuándo o dónde lo escucharon. O, acaso, aquella versión que más les gustaba.

La narración contiene elementos emocionales, que permiten llegar con más facilidad a la mente de las personas. Esta idea ya la mencionaba, a mediados de los noventa, Daniel Goleman, en su revolucionario libro Inteligencia Emocional.

La neurociencia ha venido a dar la razón a Goleman. El neurocientífico español, Francisco Mora, afirma que «hasta nuestro cerebro, el lugar en el que vive la razón, esta embebido por las emociones». O sea, que hay una especie de continuo entre razón y emoción. El sentimiento viene cuando le añadimos un pensamiento a la emoción. Ese pensamiento puede cambiar la emoción. Las emociones son instantáneas a diferencia de los sentimientos, que perduran durante más o menos tiempo.

O dicho en palabras del neurocientífico Antonio Damasio en su célebre Error de Descartes (Destino 2011)


Si las emociones se presentan en el teatro del cuerpo, los sentimientos se representan en la teatro de la mente.

ANTONIO DAMASIO


Sentimientos  y contagio

 

En Las claves del éxito, el periodista y escritor Malcom Gladwell, afirma que «las ideas, los productos, los mensajes y las conductas se extienden entre nosotros igual que los virus». Aún estando de acuerdo con el planteamiento de este disruptivo periodista norteamericano, me permito hacer alguna matización. La ideas no se pueden contagiar, las emociones sí.

Contagiarse no es algo voluntario. No depende de nosotros. Un virus se propaga y nadie está inmune a su acción, salvo que se esté vacunado. Las ideas no pueden contagiarse. Aunque se propaguen o se extiendan como un virus, necesitan un acto voluntario, querer aceptarlas o no.

Imaginemos un campo de fútbol con 50.000 espectadores. Si el equipo local marca un gol, los espectadores al unísono saltan automáticamente contagiados, movidos por una misma emoción, la alegría.

Imaginemos ahora ese mismo estadio con el mismo número de espectadores. Pero en lugar de celebrarse un partido de fútbol se celebra un concierto. Los 50.000 espectadores están movidos por la emoción cuando cantan a coro un estribillo. Pero para cada uno de los 50.000 la canción significa una cosa completamente diferente, porque está por medio el pensamiento, las vivencias, las ideas de cada uno.

El significado es diferente para cada espectador

 

Igualmente, si se encendiera un mechero para alumbrar mientras se interpreta una canción. Que se vayan encendiendo más mecheros, es un contagio emocional, aunque previamente (casi instantáneamente) ha habido, al menos, dos actos voluntarios: la decisión personal se sacar el mechero primero, y encenderlo después.

Hay pocos milisegundos de diferencia entre que la emoción se produce y nos viene un pensamiento. Y ese es el orden: primero la emoción y luego el pensamiento. Eso es lo que quiero expresar cuando digo que las emociones se contagian pero no las ideas. Es un hecho, en consecuencia, que las emociones propician el camino a las ideas.

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